Prólogo

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Las Diosas de la antigüedad perdían tiempo peleando y riñendo como les pareciera.

Nacidas ambas de la separación de la fuerza máxima de la que surgieron, dos polos completamente opuestos habían nacido y se amaron en cuanto se vieron, decidiendo crear ellas mismas su propio mundo donde regirían en hermandad.

Pero el celo de la Diosa de la maldad creció en torno a las nuevas criaturas y su poca interferencia con ellas, los humanos, únicos seres de mentalidad independiente con lo que habían jurado no intervenir, a menos que ellos elevaran una plegaria. Los seducía y atraía en sus caminos, los que terminaban a veces en muerte para su propia gracia.

El instinto de protección de la Diosa del bien se activó, también su justicia y el amor, dando origen a dos ángeles quienes se encargaron de desterrar a la Diosa de la maldad a las profundidades de la tierra. Desde ese momento, la Diosa del bien prometió no permitir a su hermana tomar poseción de sus criaturas amadas, instaurando una rivalidad donde ella lucharía por la rectitud.

Mina, sientiéndose traicionada por su hermana, creó dos ángeles que la ayudaron a recuperarse del daño que Jihyo le había hecho, y sus nuevas creaciones se infiltraron en el mundo para tomar fuerza de la maldad de los humanos y reconstruir a su Diosa.

Por miles de años las Diosas debatieron y discutieron, manipulando humanos y rompiendo los estatutos instaurados en el gran inicio, llevándonos al tiempo donde se desarrollará esta historia.

La actualidad.

Son hermanas bastante testarudas.

Reunidas amba en el tercer espacio, intermedio entre el cielo del bien y el infierno del mal, nadie más puede ingresar a excepción de sus dos ángeles principales, las leyendas cuentan que las tormentas son ocasionadas por cada discusión ocurrida en ese sitio.

— ¿Cuándo acabarás con esto, Mina?

— ¡¿Cuándo tú lo harás, Jihyo?! ¿Se supone que olvide que intentaste matarme? Que gran hermana...

— ¡Han pasado al menos cinco mil años! Supéralo, es del bien sanar

— Y es del mal el rencor, no caería nuevamente en confiar en ti

— Odio que me odies...

— Y yo te odio a ti, a ti y tu supuesto dominio

— Ahora de qué hablas

Mina sonrió de lado con malicia, satisfecha de notar la confusión en el rostro de su hermana, se levantó de su trono y caminó por sobre las nubes tiñendolas de burdeo a cada paso, conciente de como esto provoca a su hermana y su inexplicable amor por el blanco y lo puro.

Una vez estuvo en el centro, hizo surgir un modelo de la tierra, enseñßndolo a Jihyo, quien sintió sus ojos temblar.

— "Oh, el bien ganó", "Jihyo desterró a Mina" Eso dicen las leyendas... pero, ¿Quién domina el mundo ahora mismo?

— Esto no estaría pasando si tú no intervinieras, y el bien sigue estando por sobre el mal

— ¿Y cuánto tardará en darse vuelta la balanza? Admítelo, ellos ya no te adoran, el bien nunca les interesó, siempre fui yo — De un golpe hizo desaparecer el modelo — ¡Tú no pensabas en ellos al tratar de matarme! ¡Estabas celosa!

— ¡Les estaba protegiendo! — Jihyo se puso en pie — El bien es a donde siempre vuelven

— Porque tú les atraes, sino fuera por tu interferencia, me seguirían a mí — Mina volvió a su trono — Soy más atractiva, soy más poderosa, incluso mi mal llega a tu corazón, intentaste matarme

— Nunca fue mi intención, no escuchabas mis consejos, la justicia aplica de forma imparcial y era imperativo el limitarte de tus acciones — También volvió a su puesto — Y si lo hice una vez, puedo hacerlo de nuevo, aun tengo el basto apoyo de los humanos y mi poder sobrepasa el tuyo desde siempre, si hubiera querido matarte, lo hubiera hecho, a ti y a todo quien te sirva

— Oh, ¿Quieres apostar?

— Mina, no de nuevo

— ¿Te da miedo perder?

— Qué tienes en mente ahora

— Encontré a esta humana

La Diosa dejó ver la silueta de una mujer, piel pálida como las vestiduras de Jihyo, cabello negro como los ojos de Mina.

Con su poder superior, Jihyo notó que era una persona equilibrada, no tenía inclinaciones ni por el bien ni por el mal, una hija única huérfana de madre y con una relación no especialmente cercana con su padre, prácticamente sola al mundo, el espécimen perfecto para experimentar.

— Me da lástima, solo necesita amor

— No, ella necesita aventura

— Está bien, acepto, cuál es tu plan

La apuesta estaba hecha, ambas no tenían nada que perder y se sentían confiadas para ganar.

Jihyo y sus ángeles crearon una humana que era el perfecto reflejo de lo que era el bien, mientras que Mina junto a las suyas crearon lo exactamente opuesto.

Una llena de amor, justicia, amabilidad y protección.

La contraria era pura audacia, maldad, celo y picardía.

Ambas Diosas soplaron en sus creaciones la vida, y un amor no sano que las haría fijarse en la humana y no dejarla ir, poniendo el cariño de la chica como el único objetivo por el que lucharán.

— Repasemos las reglas — Dijo Jihyo — Gana a quien le diga "Te amo" primero

— Sin interferencias, mentalidad independiente como en los humanos, no toleraré que hagas trampa

— Una vez acabado tu juego, las retiramos de la tierra

— Y quien pierda — Recordó Mina — Será despojada de todo su poder y dominio — Una idea llegó — Y sus ángeles también serán arrebatados

— Nunca te seguirán

— Entonces las has condenado a muerte, crearé mi propia versión de ellas cuando te destruya

Los ojos de las ángeles se apliaron con horror, ninguna tenía en sus planes el morir, estaban bastante conformes con su vida y juventud eterna. Más aún las preocupaba el que se creara una nueva versión de ellas.

— Acepto, mis ángeles morirían antes de seguirte

Y con la apuesta hecha, ambas criaturas fueron enviadas a la tierra.

Las Diosas se retiraron del tercer espacio, dejando a las ángeles mirandose las unas a las otras. La maldad y el peligro se marcharon de inmediato, dejando al amor y a la justicia a solas.

— Esto no terminará bien — Suspiró el amor.

— Pero son las reglas — Contradijo la justicia — Sea cual sea el resultado, será lo correcto

Shades of Gray - Dahtzu / DubchaengDonde viven las historias. Descúbrelo ahora