🃓

21 5 3
                                    

Desperté por el golpe que dio mi cabeza sobre el escritorio y miré a mi alrededor. Estaba solo en mi despacho, miré encima de la mesa y habían puros papeles, así que supuse que estaba revisando algo. Lo que no recordaba bien era el qué, y desde cuando había estado durmiendo. ¿Y si alguien me había visto y se lo contaba a Conway? No, no creía que hubiese pasado, de hecho, recordaba haber cerrado con pestillo, y hubiese escuchado si alguien trataba de abrir la puerta. Sacudí un poco mi cabeza, alejando de mi mente esa posibilidad y pasé mis manos por mi rostro, me estaba dejando caer en la mierda y no hacía nada para evitarlo. Me levanté de mi silla, dejando los papeles tal cual estaban para quitarle el pestillo a la puerta y salir de allí. Caminé hacia los vestuarios, tomaría una pequeña ducha para quitarme de encima el cansancio. Al entrar a la zona de las duchas, entré en uno de los cubículos, cerrando este para desvestirme tranquilamente. Abrí el grifo de la ducha, dejando que el agua fría como el hielo resbalase desde mi cabeza hasta mis pies, erizando mi piel a su paso debido a la temperatura tan extremada de esta. Me quedé así por un rato, hasta que escuché voces entrar al vestuario, quedándose donde solíamos cambiarnos todos, y de paso charlar un rato.

-Es que se lo quiero decir pero no creo que quiera si él va, ya oíste a Gus.- Dijo haciendo énfasis en la palabra 'él'.

-¿Cómo no va a aceptar? Tío somos amigos, claro que vendrá, tú pregúntaselo por ti mismo.-

-Pues nada, en cuanto lo vea se lo digo, ya ya.-

-Ahí estamos coño.-

Eran las voces de Greco e Ivanov. Al notar esto, le resté importancia e ignoré el resto de su conversación para centrarme en terminar con mi ducha, secándome bien excepto el cabello, que se quedó bastante húmedo, y vistiéndome nuevamente, cargando mi camisa entre mis manos, pues estaba algo mojada e iba a usar otra. Al verme, los otros dos comisarios se acercaron a mí. 

-Volkov, ¿vas a venir a mi fiesta?- Cuestionó el de barba.

-¿Qué fiesta?-

Se miraron entre ellos y me volvieron a mirar. Me sentía observado y algo expuesto por lo que tomé la camisa nueva y me la puse, dejando la mojada para que se secara.

-Mi fiesta, ¿no te avisó Gustabo?-

-¿Gustabo? Pues no, estuve en mi despacho y nadie vino.-

-Mandé a Gus a que te invitase a mi fiesta y nos dijo que no querías venir...-

-¿Por qué no iría?-

-Bueno, nada nada. Ya hablaré yo con Gustabo, es esta noche-

-No vengas vestido de señor mayor, te lo pido por favor.- Dijo Ivanov juntando sus manos. 

-De señor mayor dice, ублюдок...- Miré la hora en mi reloj, ya eran las seis de la tarde por lo que no faltaría mucho para terminar. -¿A qué hora exactamente decías que era?-

-A las diez, en mi casa. Pero no la de aquí cerca. La que tengo en las afueras, en el norte.-

-Bien, allí estaré. Si no hay vodka bueno me iré, eh.- Dije bromeando antes de salir de allí hacia la armería. Mi turno acababa a las siete y media, así que todo iría bien. Si no fuese por que, justo después de que entrase yo a la armería, entró Horacio. Me miró y sin decir nada se fue nuevamente, ya no sabía si realmente me odiaba o si era por otra cosa. Suspiré y dejé mi radio estropeada y tomé una nueva para ahora salir de allí, caminando hacia afuera. Patrullaría un rato y después iría a casa a prepararme para ir a casa de Greco. El trayecto hacia allí eran más o menos cuarenta minutos así que calculé que debía salir a las nueve.

El resto del día pasó bastante ameno, lo único "malo" que había ocurrido era ese encontronazo que había tenido con el de cresta en la armería. Decidí que no le daría muchas vueltas de momento porque sabía que acabaría mal y no quería eso. Los pensamientos que había tenido esta tarde sobre él, habían sido bastante calmados, así que eso lo agradecía. Conway, durante el patrullaje, puso varias canciones, estuvieron bastante bien, pero una de ellas... La letra... En fin. Sacudí un poco mi cabeza, mirándome en el espejo. Me había vestido con una camisa de color azul y un pantalón vaquero negro, bastante simple, pero no tan formal como siempre, a petición de Alexander. Acomodé bien mi cabello y me terminé de poner los zapatos para salir hacia casa de Greco, eran las nueve y cuarto así que llegaría algo tarde si no me daba prisa. Arranqué el motor del vehículo, me puse el cinturón de seguridad y conduje hacia allí lo más rápido que se podía ir legalmente. Llegué justamente a las nueve y cincuenta y siete, así que toqué el timbre y rápidamente un Greco sonriente me abrió la puerta.

-¡Pasa pasa! Aún estamos solo Ivanov, tú y yo. Supongo que vendrán en un rato, Conway dijo que tal vez se pase por un rato pero ni idea.- Dijo alzando los hombros.

Se le veía bastante bien. Una camisa de manga corta de color negro con un estampado algo extraño de color amarillo y un pantalón del mismo color de la camisa. Nada mal.

-No creo que venga pero si lo hace felicidades porque para convencerlo de venir tienes que vender a tu madre al mercado negro.-

-Prácticamente.- Habló entre risas.

-¡Ivanov!- Le llamé desde la entrada y este mismo vino con nosotros.

-Hostia Volkov, pero si ahora pareces un viejo sabroso.-

Este otro llevaba una camiseta básica blanca con encima una chaqueta bastante bonita de color rojo vino, pero algo más oscuro que eso, acompañada de unos vaqueros.

Reí levemente, negando con la cabeza. -Calla anda calla. Esperemos aquí a que vayan llegando los demás.-

Y, según pasaba el tiempo, iba llegando gente. Me sorprendí un poco cuando vi a Gustabo venir solo, él también se sorprendió de verme a mí, pero eso no era lo que importaba. Venía solo, y lo usual sería que viniese con Horacio, pero él no estaba ahí. ¿Y si se enteró de que yo venía y se negó a asistir? No, imposible. Despejé mi mente a la par que saludaba a Conway, quien al final había optado por venir. Íbamos ya a cerrar la puerta para ir dentro cuando se escuchó el sonido del claxon de un coche. Miré hacia allí y, como esperaba, era él. Era Horacio. Mi Horacio.

ʟǟʊɢɦɨռɢ օռ ȶɦɛ օʊȶֆɨɖɛ, ƈʀʏɨռɢ օռ ȶɦɛ ɨռֆɨɖɛ. - ʋօʟӄǟƈɨօDonde viven las historias. Descúbrelo ahora