Capítulo 14

195 141 0
                                    

23 de octubre

Llegó el día de mi cumpleaños. No sabía si asistir a clase porque todos me dirían "Feliz cumpleaños". Me llevarán al frente de la pizarra y me saludarán personas con las que sólo he hablado dos veces y nunca lo harán de nuevo. Pero no tenía más opción, Yaiza quería que fuera, pensé que me tendría una sorpresa preparada. Una vez en mi asiento, estuve esperando a que diera la hora del recreo para verla.

Al fin tocó la campana, unos compañeros sacaron harina y huevo de sus mochilas. Para ser sincero, yo era completamente capaz de esquivar el ataque, pero sospecharían de aquella habilidad, así que no tuve más opción que recibirlo.

Tuve que ir a cambiarme de polo, sino Yaiza seguramente me diría "Cámbiate, que yo no pienso abrazarte así". En mi terquedad, la hubiera ignorado por el puro gusto de verla enojada.

—¿En serio? Maldito caño, me mojó todo el cuerpo —dije para mí mismo mientras me lavaba la cara. Estaba realmente enojado. Cuando salí, me encontré con Yaiza—. ¿Yaiza? ¿No me ibas a dar una sorpresa? —Me miraba sorprendida—. ¿Qué sucede viste un fantasma?

Hasta entonces, caí en cuanta de que no traía mi polo encima. Me vestí de inmediato. Estaba nervioso porque en esa milésima de segundo, seguramente Yaiza había prestado atención a las demás cicatrices, aunque no se fijó en las de mi espalda. Es mejor que no se dé cuenta, creo que no van a gustarle.

»¿Sigues sorprendida? —No pudo moverse. Dios, como si nunca hubiera visto un abdomen, ¿acaso me dirá que nunca buscó fotos de sus actores preferidos sin camisa? Tampoco es tan inocente—. Ya sé que te gustó lo que viste, pero al menos disimula un poco —le dije riéndome.

—¡Cállate! No está mal, tienes bonito cuerpo —admitió sin disminuir su arrogancia.

—¿No está mal? Creo que primero deberías limpiarte la baba —le indiqué. Ni siquiera se había dado cuenta.

—Perdón...

Se mantuvo en silencio por varios minutos. Estaba muerta de la vergüenza.

—Ahora sí, ¿Cuál iba a ser mi sorpresa? —añadí mientras acotaba la distancia entre ambos.

—Está bien. Vamos, te daré tu regalo.

—¿Vas a decirme qué es? —No me esperaba esa enorme caja.

—Pues ábrelo, ¿no? —me indicó sonriendo.

Se trataba de una caja con imágenes de mis películas y series favoritas, así como de algunas fotos con mis amigos y algunas con ella. Había un peluche, un libro, chocolates y una cajita más pequeña en donde narraba nuestra historia

como si fueran diapositivas. Admito que fue bastante creativa, tanto así que no pude evitar que se me salieran un par de lágrimas. Estaba hermoso.

—Gracias por el regalo, de verdad. —Odié aquella sensación.

—Ese no es todo el regalo.

—¿A qué te refieres que no es todo el regalo? —pregunté mientras sujetaba mi rostro para acercarlo al suyo.

—¿Quieres averiguarlo? —Me lanzó una mirada pícara, mordiendo mi labio inferior y colocando sus brazos por mis hombros.

—Depende, ¿me gustará? —Repetí su movimiento.

—Puede ser... —Se acercó y me dio un beso—. Este sí es todo tu regalo. No supe qué decirle por un instante.

—No estuvo tan mal.

—¿Sólo me dirás eso? Ahora deberías darme un abrazo, ¿no crees? — sugirió mientras estiraba sus brazos.

Accedí a su petición. No me esperaba eso en mi cumpleaños. Nadie me había dado un obsequio, claro, a excepción de mis padres. El beso fue lo que más me sorprendió. Pensé en compensarle aquel detalle. Se lo merecía.

6 de noviembre

Ya estábamos por terminar el año. Nunca pensé que el sería bajo estos términos, y mucho menos que iba a conocer a una chica tan hermosa, y estresante. Pero siempre la voy cuidar y proteger.

Por ahora, no le he hecho ninguna propuesta, antes tengo que resolver el tema con Los Cabecillas porque quiero que se sienta segura. La conozco: sé lo preocupada que estaría por mí cada vez que pelee. No voy a morir, soy más fuertes que ellos, pero tampoco quiero mortificar a Yaiza.

Le tenía preparado una sorpresa, pero necesitaba ir a recoger el pedido.

—Daren, ¿crees que puedas acompañarme a buscar una cámara pequeña?

—Es sorprendente que hayas pasado de amargada a acosadora en poco tiempo

—me burlé.

—¡Cállate, mierda! No hagas que te pegue como la otra vez —respondió, molesta.

En aquella ocasión, me había dado un golpe en la entrepierna, y vi mi vida pasar frente a mis ojos. Tal vez si hubiera sido con la zapatilla no me hubiera dolido tanto, pero llevaba tacones...

—Me vengaré de eso, pero no por ahora. Bien, te acompañaré —anuncié. Me arrepentí al instante—. Pero antes, tengo que recoger algo, así que tendrás que acompañarme también. No me preguntes de qué se trata —le pedí debido a que anticipaba que no me dejaría en paz durante todo el camino.

—Ahora té eres el estresante —bufó.

Mi paquete consta de una pijama de Stich, y como se trataba de una sorpresa, tenía que guárdalo bien.

»¡Muéstrame! Quiero ver que es, no seas malo, por fa —suplicó.

—Yaiza te dije que no, no seas necia —la regañé.

—Ya pues, no seas así. —En ese momento, intentó agarrar mi mochila, pero no se lo permití, así que se abalanzó encima de mí. Pretendía hacerme perder el equilibrio, pero la que terminó cayéndose, fue ella.

—Yaiza, en serio. La gente nos está mirando. ¡Qué vergüenza!

—Perdón... Sólo moría de la curiosidad por saber qué era —confesó con voz apagada.

—Pronto lo sabrás, pero no seas impaciente. —Me acerqué a ella y le di un beso en la frente. Ella se sonrojó y bajó la vista—. Ven, vamos —le pedí cuando la tomé de la mano, y nos fuimos a buscar su cámara.

Tardamos unas dos horas buscándola, pero finalmente, la encontramos. Después de eso, nos fuimos a la parada a tomar el autobús. Fui lindo ver su expresión de calma al decirle que esperara, pero a veces me estresa que sea insistente.

Tenía mis sospechas respecto a algo que ocurrió mientras estuvimos en cuarto bimestre. Ella había estado conversando con un chico de nombre Luis, lo sé porque cuando me entregó su celular, vi un mensaje extraño. No pude discernir si eran amigos, pero cuando lo leí por completo, me sorprendió que sólo hablaran de los estudios, su familia y amigos en común. Fue del modo que me tranquilicé, pues no veía nada malo en eso, y, de todos modos, era la vida de Yaiza. Si deseaba estar con él, no habría problema. No soy nada de ella, ni ella es nada de mí.

Cicatriz EternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora