El amor no se come.

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-Papá, tengo hambre...

-Lo sé cariño, yo también.

Abrazó su pequeño cuerpecito, sintiendo como se desvanecía entre sus brazos, cerró los ojos, poco después, él también.
Los autos siguieron pasando, la gente caminando al rededor, y nadie, absolutamente nadie notó a un padre y su hija morir de hambre en aquella esquina.

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