14. El humo.

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Sophia respiró despacio. Cerró los ojos, y se concentró en la voz de Dylan.

— Está todo oscuro. Hace frío, y estáis en una sala inmensa. No se escucha nada más que vuestros pasos... y... y... —la entonación misteriosa y suave que estaba poniendo Dylan fue sustituida por su voz habitual, algo más aguda y veloz—. ¿Qué se supone que pone aquí?

A su lado, Sophia notó como Drea se movía, y escuchó el ruido del pergamino arrugándose.

— "Huele a humedad" —susurró Andrea.

— Drea —riñó Nora—. Concéntrate.

Sophia escuchó a Andrea colocarse apresuradamente a su lado y realizar los ejercicios de respiración lo más rápido como pudo. Sophia apretó la mandíbula, y se colocó la túnica sin abrir los ojos.

— No va a funcionar —murmuró, dejando escapar una mueca de disgusto. A continuación, Nora le golpeó en el brazo—. ¡Au!

— Dumbledore dijo que funcionaría —recordó Drea.

— Claro que funcionará. Si os concentráis... —repitió Nora—. Sigue, Dylan.

Las tres escucharon como el mago trataba de alisar el pergamino.

— Está oscuro. Hace frío, y estáis...

— ¡Eso ya lo has leído!

— No va a funcionar —rió amargamente Sophia. Abrió los ojos, se separó de sus amigas y comenzó a pasear por la habitación redonda—. Ya sabemos qué pasa si decimos una palabra cada una...

— Sophia tiene razón —dijo Dylan, al ritmo que doblaba el pergamino cuidadosamente en cuatro partes y se apoyaba sobre la silla de Drea, cubierta de ropa—. Tenéis que probar algo diferente o el encantamiento distribuirá los recuerdos en el tiempo como hace normalmente.

— Nora dijo el encantamiento entero, ¿no es así? —observó Andrea—. Y también aquella vez, cuando... cuando Cedric...

— Es cierto. Pero mis recuerdos eran muy débiles, no fui capaz de ver nada en condiciones.

— Ahora estamos todas. Podemos colaborar en tu encantamiento...

— ¿Te refieres a... lanzárselo? —exclamó Dylan, mirando a Sophia horrorizado—. No creo que sea buena idea... Dumbledore me ha puesto al mando de esto para que os mantenga a salvo, y no consentiré...

— Dumbledore no te ha puesto al mando de nada —exclamó Nora.

— ¿Y tú qué propones, Dylan? —respondió Sophia, con un deje de hartura en la voz.

— Bueno, decir el encantamiento a la vez debería proporcionaros la energía suficiente—dijo rascándose la barbilla. Andrea iba a protestar, pero Dylan se le adelantó—. Por lo que he leído, los encantamientos avizores requieren cierta estabilidad emocional, es probablemente que fallara por eso el año pasado.

Sophia miró a Nora y, consecutivamente, a Drea y a Dylan.

— Por mí, lo intentamos —dijo, decidida, apartando la mirada de Nora.

Andrea sacudió la cabeza, como si tratara de evitar algún pensamiento molesto.

— ¿Qué nargles? ¡Por mí también! —exclamó—. Tenemos que hacerlo de alguna manera, ¿no?

— Hagámoslo, entonces —dijo Nora, convencida. Las tres se acercaron, formando un triángulo, y Dylan las observó, atento.

— Bien, intentad enfocaros en cualquier cosa que os recuerde a la visión de Drea... El frío, la humedad... todo eso —comenzó a decir, paseando alrededor. Ahora sujetaba, además del pergamino con el recuerdo de Drea, un libro de grandes tapas negras que consultaba con urgencia.

Cristales de luz | El Trío de Plata (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora