15. Nadie más lo sabía.

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Cody no estaba. Tampoco había ido a la reunión de la semana pasada, pero Drea había pensado que era algo puntual. Quería pensar que lo era, pero en el fondo, sabía desde el principio que aquello terminaría pasando.

Sin embargo, a Drea ya no le importaba tanto. Todas sus anteriores preocupaciones se habían vuelto secundarias desde su última visión. No podía fallar otra vez. Lo que había visto era realmente aterrador, ahora tenían una responsabilidad aún mayor. No tenía tiempo para pensar en Cody, ni en sus rabietas de niño pequeño. Simplemente, no quedaba sitio para él entre sus pensamientos. El hueco restante lo habían ocupado los gritos de dolor de Neville Longbottom y el llanto de Nora.

¡Protego!

El encantamiento de desarme que le había lanzado Sophia quedó bloqueado por escudo de Andrea. Sophia sonrió, a modo de felicitación, y ella hizo un esfuerzo por hacer lo propio.

— Muy bien, creo que va siendo hora de terminar la clase por hoy... —dijo, frenando la actividad del resto de alumnos—. Estamos haciendo grandes progresos, cada vez lo hacéis mejor...

Drea se acercó hacia donde estaba Sophia, colocándose la túnica.

— ¿Crees que podremos practicar un poco más? —preguntó, ansiosa. Nora, que charlaba distraídamente con Mia Thomas, se acercó a donde estaban—. Ningún encantamiento concreto, sólo duelos. Creo que nos vendrían bien, y podemos aprovechar la sala...

— Esta noche no —respondió Sophia, rehaciéndose la coleta—. Tengo patrulla con Denman.

— ¿Nora?

— Yo tengo que acabar la redacción de Historia de la Magia del miércoles... Con tanto Quidditch no pude terminar tampoco los deberes de ayer. Ya sabes cómo se pone Cody si te saltas el entrenamiento... —Andrea suspiró, y Nora sonrió tristemente—. ¿Qué tal mañana?

Andrea lo consideró por un momento, pero negó con la cabeza y se dirigió hacia donde Harry conversaba con los gemelos. No podía esperar, tenía que ser hoy. Necesitaba quitarse aquellas imágenes de la cabeza, y emplear su energía en algo que pudiera ser útil cuando llegara el momento.

— Harry... —le llamó. Harry se giró, medio alertado, y la miró confuso—. ¿Podríamos practicar algo más los duelos? He oído que prestaste declaraciones el otro día, sobre Quien-no-debe-ser-nombrado, y... bueno, todo esto me tiene un poco preocupada.

Andrea sonrió de la forma más convincente que pudo. No era mentira. Al menos, no del todo. Alyssa de verdad le había contado que la revista del padre de Luna Lovegood publicaría en cualquier momento aquel artículo, y Andrea realmente estaba preocupada. Quizá no tanto por eso, pero estaba preocupada.

— Claro, seguiremos practicando en la siguiente reunión...

— No, no —comenzó Andrea—. Quiero decir... Ahora. ¿Podríamos practicar ahora?

Harry miró a un lado y al otro, y Andrea fue consciente entonces de que la Sala de los Menesteres se había quedado prácticamente vacía.

— Esto... ¿ahora mismo?

— Puedo ayudarte yo —le interrumpió George. Fred le miró extrañado, y Andrea debía estar poniendo una mueca similar, porque George sintió la necesidad de justificarse—. Es sólo duelo, ¿no? Podemos practicar un rato más, y volver antes del toque de queda.

Andrea paseó la vista por los rostros de Harry y Fred, que tenían la misma expresión de sorpresa.

— Supongo que me sirve — respondió, encogiéndose de hombros.

— En ese caso... —comenzó Fred—, creo que nosotros nos vamos.

George asintió, y ambos observaron la Sala de los Menesteres vaciarse.

Cristales de luz | El Trío de Plata (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora