Capítulo 4. Sangre fría.

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Sonaban cánticos, más bien rezos en la oscuridad, en medio de una fétida y abandonada construcción en medio de la nada, en un bosque nevado, la construcción de madera carcomida apenas se mantenía en pie, pero era visitada por un grupo numeroso de personas, vestidas con largos abrigos verdes y todos con coronas de oro en su frente, sus rezos eran en tono medio, nadie a la lejanía podría escucharlos con la serenidad que emanaban. Se acercó a ellos un hombre imponente, alto y fornido, rubio y de barba bien definida, frente a él caminaba una pequeña niña, delgada y frágil, la pequeña Sephero de solo ocho años, vestida elegantemente con una túnica blanca, escoltada por su imponente padre de nombre Omar, llevaban coronas de oro que asemejaba las fauces de una serpiente, adornadas de gemas preciosas verdosas que asemejaban escamas.

La pequeña temblaba, sus piernas apenas avanzaban arrastrándose, intentando volver sobre sus pasos, tenía miedo, pero su padre la tomó del hombro con una amplia sonrisa, la pequeña tragó saliva cerrando los ojos confiando ciegamente en su tutor, sus pasos fueron entonces seguros entre la muchedumbre que le abría paso hasta el centro de la habitación, quiso girarse para ver a Omar, él no lo permitió diciéndole que siguiera sin mirar atrás, asegurándole que no la dejaría sola, llegaron entonces hasta un altar con una estatua de una enorme serpiente enroscada, estaba hecha de oro negro, en la boca de la serpiente se sostenía una copa, Sephero se detuvo y sus piernas temblorosas recuperaron estabilidad, su padre bruscamente la giró sosteniéndola por los hombros presentándola ante la multitud.

-¡He aquí nuestro sacrificio!- Su profunda e intensa voz inundó el lugar, cesaron los rezos, Sephero temblaba de nuevo, su padre era intimidante, Omar la levantó como si fuera una muñeca muy ligera, depositándola sobre el altar, vio entonces a los devotos hincarse al mismo tiempo frente a ella. Detrás del líder de la secta, dos hombres se acercaron vestidos con túnicas negras y capucha que les cubría la cara, estaba impresionada al ver que traían a un niño amordazado, aunque sus ojos estaban vendados, podía ver las lágrimas derramarse por sus mejillas y sus manos enrojecidas por su lucha para liberarse del amarre, era quizá un poco mayor que ella, se quedó perpleja y miró a su padre adoptivo que no hizo lo mismo, en vez de eso hincó al pequeño de un solo movimiento y con fuerza frente a ella, que no sabía bien que ocurría, los ojos llenos de lágrimas y miedo de ambos se cruzaron, en cambio la de Omar reflejaba satisfacción total, le extendió la mano gentilmente a la niña y con una sonrisa la invitó a acercarse. –Es tu momento, por lo que naciste, no tengas miedo.

La niña se sintió segura de nuevo y aceptó su mano, del pequeño empezó a emanar una carga electrostática y su cuerpo entero comenzó a brillar, Sephero no dio ni un paso atrás esta vez y su padre levantó la copa que había en la boca de la serpiente, tenía un enorme pico en la boquilla, echó atrás la cabeza del niño sin importar el gran dolor que la electricidad le provocaba, no titubeó y clavó este filoso objeto justo en la yugular del temeroso infante, los rezos comenzaron de nuevo, mientras la sangre borboteaba profusa e incontenible, derramándose por el piso, los ojos del pequeño se iban apagando como la luz que procedía de él, el líquido llenó y baño la copa que sostenía, con el último aliento del joven, Omar la levantó y todos dijeron al unísono y solemnemente –¡Jörmundgander!- Acto seguido, le ofreció la copa a Sephero, asqueada y con miedo, la tomó entre sus manos, respiró profundo, cerró los ojos y la acercó titubeante a ella, puso el filoso pico de la copa sobre su lengua y bebió el contenido a prisa, lo que fue una mala idea, ya que era espeso y difícil de tragar, se detuvo tratando de tragar, Omar le exigió con autoridad que no se atreviera a escupirla, ella abrió la boca para toser y todos admiraron su lengua bifurcada, cortada en la superficie por la mitad, el sacerdote abrió su boca apretándola y la obligó a beber el resto del contenido, los presentes alzaron las voces con el cántico, cayó al piso de rodillas tratando de no vomitar, la copa rodó por el piso vacía y Omar sonrío satisfecho.

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⏰ Última actualización: Jul 02, 2021 ⏰

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