1. Iria

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Veo el reflejo de una persona que ya no soy, alguien que en algún momento decidió dar marcha atrás, para darle paso a un nuevo ser, a alguien que quería ser liberado desde hace muchos años.

Miraba como los copos de nieve caían en el alfeizar de la ventana, las persianas y cortinas se encontraban descorridas, el límpido cristal se empañaba por el fragor de la habitación. Pero seguía viendo como los diferentes copos caían y se agrupaban en diferentes partes. Tiempo atrás, no sé quién, ni en qué lugar, alguien me había dicho que cada copo de nieve era como una persona, único y especial a su manera, que al final cada copo se unía con otro agrupándose para formar uno solo.

Las uñas se me enterraban en las palmas, era una vieja costumbre, al final estas no se iban, perduraban cuál árbol enraizado en la profundidades de la tierra.

La ventisca comenzó a soplar más fuerte, mi albornoz se deslizó por mis hombros, sentí el suave tacto de la seda rozar mi espalda y trasero.

—Ven conmigo— escuche que me decía él, como cada noche que pasaba a su lado. —Te cuidare y trataré como una reina.

Una sonrisa ladina y sarcástica se marcó en mis labios, pues sabía bien lo que pensaba, estaba cansada de escuchar comentarios de que malinterpretaran la situación, por lo general no me gustaba, lograba que mi libido se fuese al piso, y mi mal humor me persiguiera por el resto del fin de semana.

—Está reina, puede cuidarse sola— le escupí en la cara, porque sí, no sé en qué momento de mi vida me había vuelto una mujer autosuficiente, quizá fue cuando mi padre me rechazó por ser como era, o quizá en el momento que perdí a alguien que amaba tanto, el punto era que mi manera de ser había cambiado, se convirtió en un martirio en la editorial que dirigía, esta a su vez era una batalla más que había ganado. —La reina no sigue órdenes, la reina espera que la gente como tú, las cumpla.

Me di media vuelta y lo arrastre hacia el sofá que había en la habitación, llevaba un bóxer de encaje transparente negro, un collar de cuero del cual se desprenden unas finas cadenas que terminan en unas esposas, tenerlo a mi merced siempre era excitante, pues había creado una ganas irrefrenables de estar con él.

Mi labial rojo se expandía por su cuerpo, cada vez que absorbía o marcaba los pedazos de piel. Llegó hasta su miembro y empezó a manosearlo sobre la tela, soltaba roncos jadeos mientras mis uñas se enterraban en sus piernas como señal de que había estado ahí.

Comencé a chupar, lavanda y el propio sabor de su piel se mezclaban en mi boca, lo lleve hasta el borde pero no lo hice saltar, todavía no, quería más, sabía cuándo un hombre estaba por tocar el clímax, conocía bien la anatomía masculina para saberlo.

En cierto momento él me agarro por el cabello, empujando más profundo, y fue cuando me sobresalte, pues habíamos llegado al acuerdo que él no podía tocarme, solamente si yo se lo permitía. Me aleje y estalle mi mano sobre su cara. La ira me jugaba siempre impulsos que no debería tener ya.

—Te dije sin tocar.

—Yo es que...

—Shhh.

No necesitaba excusas, necesitaba dejarme ir, necesitaba perderme en los brazos de Eros, agarre un preservativo de la caja. Rasgue con cuidado de no romperlo, lo lubrique un poco, pues las ganas estaban ahí, perceptibles, pero no como al comienzo, lo último que hice fue, cabalgarlo, me subí a horcajadas y su miembro se introdujo en mi lentamente, me sentía llena y especial. Sus jadeos se expandían por la estancia, y después de varios minutos me corrí, los espasmos me recorrieron toda la zona de la pelvis y me tumbe en su pecho tras la última estocada que lo había llevado al vacío al él, y por mi parte a mí, a mi tan esperada redención.

Era lunes por la mañana, yo por lo general odiaba los lunes, nunca había salido algo bien un lunes. Llevo un auricular puesto, mientras hablo con la Directora de Recursos Humanos, pues la editorial se está preparando para recibir a los pasantes de ese semestre, y de los cuales debo escoger a uno, sinceramente nunca me ha llamado esto de los pasantes, pero políticas de la empresa nos vemos obligados a aceptar a diez de ellos, mi Jefa de Relaciones Públicas piensa que esto es recomendable que para mantener a raya a los leones, en este caso los leones son los demás miembros de la junta directiva, así que para darles más razón yo debo escoger un pasante, a un chico para ser más específicos.

Ya me habían tachado como una feminista innata, soy consciente que presento una gran aversión los que los hombres tomen y tengan todo el control, es algo que no tolero desde hace años, inclusive antes de encontrarme a mí, sé que soy joven en comparación con los ancestros que tengo como miembros en la compañía. No todos, pero si en su mayoría no estaban conformes con mi presencia, y yo sabía por qué.

En realidad todo mi ascenso al "poder" había estado lleno de granadas y pólvora que me amenazaba con estallar en el más mínimo resbalón, pues yo era la primera mujer que sucedía a la cabeza de la editorial, en toda la travesía de Gervais & Editores ninguna mujer había estado al mando. Papá había estado feliz cuando nací, pero nunca me había reconocido como tal, así que se llevó un completo fiasco cuando yo finalmente vi la luz. Nacer en sentido figurado.

—No, Skay tres, no puedo antes.

—Pero debes de elegir hoy Iria— lo sabía, pero lo estaba evitando desde hace un mes y ya no podía darle más largas. —Irvin y Marcus esta...

—No me importa lo que esos dos vejestorios estén diciendo— y eso también lo sabía, la junta estaba conformada por puros señores entre cincuenta y sesenta años, mi padre había fallecido a los cincuenta y cinco años de un infarto agudo al miocardio, y así era como había ascendido. —Que les den, a ellos y a los esqueletos que van tras mis pasos.

—Bien, Iria entonces a las tres en la— escuché como Skay soltaba un sonoro suspiro justo cuando entraba en mi zona de aparcamiento. —Sala de reuniones, Iria por favor.

—Listo, tres, y Skay dile a Jane que lo agende, por favor.

Me estire la falda, odiaba usarlas, tanto como los tacones, de pequeña los había amado, pero también los aprendí a odiar cuando adolescente... no, definitivamente no quería recordar eso ahora. En este momento yo era más de pantalones y zapatos, pero las normas de etiqueta de Gervais & Editores eran estrictas en eso, para ser una editorial se llevaba muy a pecho las normas de vestir.

Subí al ascensor en cuanto llegó, esperaba ir sola, pero no, mi suerte se encontraba en una racha perdedora, yo sabía que se debía a que era lunes, pero no lo quise admitir, Irvin Torres metió la mano justo antes de que se cerrasen las puertas.

—Señorita Gervais, buenos días.

—Señor Torres.

Las puertas se cerraron y el su suplicio comenzó, escuche la perorata que Skay ya me había adelantado, querían que aceptara a un buen candidato como pasante, que debería dejar el puesto y que alguien más sucediera a papá. Y claro que sé cuáles son tus intenciones Torres, pero inténtalo cuando este ebria, tal vez así te funcione pero lo dudo, eres el segundo en acciones mayoritarias, y quieres el puesto para ti.

Me contuve porque era lo mejor, no dije ninguna palabra ante la cháchara de Irvin, cuando las puertas volvieron a abrirse y el calvario terminó por fin sentía que el oxígeno llegaba a mis pulmones otra vez. Llegue y todo el mundo estaba su puesto trabajando, no sabía si era por mi o por Torres.

—Que tenga buen día, Señor Torres.

Me aleje repiqueteando los tacones en el piso y moviendo mi coleta roja de un lado para otro al ritmo de mis caderas.

—Buenos días Jane, agenda por favor— y así escuche todo lo que me tenían planeado para hoy.

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Hola estrellitas, espero que les guste esta historia, quería escribir algo nopor 🤭 pero con trasfondo, la historia estará contada en pasado y presente, desde dos perspectivas, así que este primer cap es el presente de nuestra protagonista.

MI OTRA MITAD (Sin Corregir)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora