10. ERICK

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Recorrer los pasillos se había convertido en mi nueva rutina, no quedarme solo, no toparme con ellos. Alejarme y ser invisible, pero era jodidamente imposible, sentía que era como una pequeña flama brillante en el patio del Instituto y donde sea que me escondiera ellos lograrían encontrarme, me buscarían para hacerme daño e insultarme, como siempre lo habían hecho.

Ya ningún sitio era seguro, la ceguera de los profesores era enorme, tras años y años de diversas evidencias del acoso que vivía no solo yo, sino demás compañeros por parte de Kay y sus compinches, no sé alguien ha hablado; yo en lo personal no me atrevo, siento que mi voz se grita por salir, quisiera que verlos pagar por todo, pero no me creo ser capaz de hablar, además ¿Quién me creería? Nadie, Ty quizás, él siempre me cree, lo sabe, y ha intentado que se detengan, no me lo ha dicho directamente, pero lo he notado, nunca me hacen nada cuando estoy con él, nunca se acercan, ni lanzan puyas hirientes cada vez que pueden.

Pero Ty no está siempre, está enfermo, y pasa días es en hospital. Bueno aun no me dice que es lo que tiene, yo solo espero que no sea grave, que no me deje solo. El instituto me parece un infierno sin él, y hoy es un día sin así.

Papá quiere que estudie aquí, él estudio en estas paredes, mi abuelo al cual no conocí lo hizo antes que él, por eso es todo un linaje que tengo tras de mí. Yo no quiero, pero no tengo opción alguna, mamá tampoco puede hacer nada, no sabe que es lo que me pasa. No pasa en casa, así que las únicas que han visto mis golpes bajo mi ropa son mis nanas, pero guardan silencio, les dije que no dijeran nada, que eran golpes de los juegos del Instituto, balonazos a lo que juego al futbol, deporte el cual no juego, no porque no me guste, sino porque nunca me escogen, la docente tampoco hace que me escojan, pues creo que por mi cuerpo y apariencia creen que no me gusta. Pero no lo ha intentado, y muy dentro de mí lo deseo. Deseo que las personas me vean como un niño normal aunque nunca sepa que es la normalidad. No hay normalidad para mí y por eso seguía recorriendo los pasillos, a lo lejos vi una mata de cabello rubio, y dos azabaches, así que me escondí en la primera puerta abierta que encontré.

Me gusta ocultarme, estar en las sombras, ser invisible, siempre pensé que lo era, hasta que entre en el aula de literatura. Un librero ocupaba la pared del fondo, un profesor delgado y con el cabello despeinado, se encontraba quitando el polvo de las estanterías, se encontraba ordenado por géneros, y todo estaba meticulosamente en regla, era prolija, era hermosa. El profesor se dio vuelta cuando cerré la puerta de golpe.

— ¡Oh! ¿Puedo ayudarte en algo?— Las gafas le rodaron hasta la punta de la nariz, unos ojos mieles me veían desde el fondo.

No respondí, obviamente no dije nada, ellos estaban cerca, y si movía mis labios o vocalizaba algo sabrían dónde estaría. Los profesores estaban cegados por el efecto Kay por ello ¿Qué podía esperar yo de este profesor? Seguramente sería como la Señorita Rose y no diría nada, por el mero hecho de ser Kay.

Tras un rato sin responder me pregunto:

— ¿Te encuentras bien?

Mi mente gritaba "NO", mis músculos decían que no, todo yo gritaba no, pero no dije nada, solamente asentí con la cabeza, todo era mentira. Este docente era nuevo, eso creo, aunque a este salón nunca había ingresado. No era la clase de Literatura Básica, ya que hasta donde sabía esa la dicta la Señorita Bloom, yo curso la Media, así que esta clase está a cargo del Señor Young, así por deducción esta es la avanzada, pero este profesor no lo había visto nunca. Es joven, tendrá unos treinta años o menos. Él sabía que lo estaba analizando, yo sabía que él hacía lo mismo conmigo.

—Soy en Profesor Grimaldi ¿Y tú eres?— No me sonaba su apellido para nada, papá conocía a la mayoría de profesores de literatura de la ciudad, se había puesto histérico cuando se enteró que la Señorita Bloom iba a impartir clases en básica, piensa que al ser mujer romantiza su enseñanza, que no nos enseña la parte cruda y real de la filología. Pero era papá, en su mente la mujer era romántica por nacimiento. Pero ella me había mostrado lo bueno y lo malo, la verdad que existe tras las publicaciones de un libro, cuán difícil es para una mujer publicar, aprendí la realidad con ella. Pero a este profesor no lo conocía de nada, y su apellido no era de aquí, o al menos yo no lo conocía. — ¿Puedes hablar?— no tenía ni idea de cuánto había estado callado, solamente volví a mover la cabeza en forma positiva, no quería hablar todavía, en realidad temía por mí.

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⏰ Última actualización: Nov 10, 2021 ⏰

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MI OTRA MITAD (Sin Corregir)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora