Siempre imaginaba que mi vida sería diferente, bueno no diferente, porque siempre había sido diferente, claro que antes no lo sabía, pero ahora es como un tira y jale de la vida.
Veía como los demás miembros de la directiva posaban sus ojos sobre mí, hambrientos por saber a quién después de todo había elegido. Skay tenía órdenes directas mías en mantener la boca cerrada.
-Srta. Gervais, tenemos conocimiento de buena fuente que ya ha elegido al pasante que estará a su lado por el próximo semestre.
-Por su puesto Sr. Kigman- de los seis integrantes de la junta el Sr. Kigman había resultado el más dócil, quizá porque era el accionista con menos poder dentro de ella, o porque había sido el único que no la había repudiado desde el inicio. -Me complace anunciaros que sí, efectivamente ya está escogido el o la pasante, y Jane toma nota por favor.
Sabía que terminarían ardiendo después lo que diría, nunca se había hecho, pero un poquito de cambios no le hace mal a nadie, menos a este grupo de chapados a la antigua.
>>Encargate que para la fiesta de este viernes los pasantes en su totalidad estén ahí, que empiecen a relacionarse con el ambiente en donde pasarán sus próximos seis meses.
-¿Qué intenta hacer Srta. Gervais?-inquirió el Señor Torres con mirada irancunda, preocupada e intrigante, porque si de algo debe ser consciente es que a pesar de que no estaba de acuerdo con que ella estuviera a la cabeza de la editorial, ella siempre salía con algo nuevo.
-Lo que intento Sr. Torres es que los pasantes se lleven la mejor experiencia de sus vidas, que al salir de Gervais & Editores vean atrás y lo que pregonen en las calles sea algo como: "Gervais & Editores te da la oportunidad de crecer, te enseña en práctica como es el mundo editorial y sobre todo te abre las puertas a un mundo nuevo que aunque temeroso, te ayuda a superarte a ti mismo."
>>¿Y sabe qué Sr. Torres? En mis viente y cinco años de vida, y trabajando en el mundo editorial desde pequeña por mi padre he presenciado algo así.
-Las políticas de la editorial señor...
-Sr Ferringan créame que me he leído y aprendido las políticas arcaicas que mi padre y vosotros manteníais, pero he sido puntual, y aquellas oportunidades serán equitativas, como les mencioné en el instante en el que tomé el mando de la editorial.
Ella no sabía en qué momento se había parado, pero sus nudillos estaban blancos por la presión que ejercía sobre sus palmas, colocar todo su peso la hacía ver intimidante, perspicaz y por sobre todo decidida.
Ninguno de los siete miembros del concejo dijo algo, el sobresalto de todos seguía suspendido en el ambiente. Pasaron a los siguientes puntos pendientes, como a qué lugares o librería proveerán en los, siguientes meses, y demás temas en común, está era la última de la tarde, diría que se relajarse estaba en su próximo punto, esperaba hacerlo o creía hacerlo.
Se dirigía a su automóvil mientras esperaba el ascensor, esperaba volver a su piso, el céntrico, no la casa de campo donde pasaba la casa de semana, no La Casa Gervais en donde vivió toda su infancia, y el lugar donde actualmente vivía su madre, sino su piso, su departamento, aquél que había comprado con los ahorros de su pequeño trabajo desde niña.
Según recuerda su padre cada verano e invierno le daba un manuscrito de la editorial, comenzó con pequeños relatos, los leía, veía lo que según ella estaba mal o bien, luego su padre comparaba el manuscrito original con el editado, y tras de aprobarlo, él, la remuneraba por ello. Y así fue como lo obtuvo, un departamento moderno ubicado en el centro de la ciudad.
Entró al ascensor y antes de que se cerrasen las puertas Luka Torres, el primogénito de Sr Torres entraba tras ella. No esperaba verlo hasta el viernes, en realidad no esperaba verlo, Luka Torres era por lo menos el chico más egolatra que conocía. Y lo peor sabía que su padre le había encomendado algo, sin duda alguna la razón por la cual odiaba al joven Torres.
Desde su ascenso como presidenta, Luka Torres la había comenzado a cortejar, hablaba de la vida y de sus planes cambiantes con ojos visionarios, ese era un punto que le gustaba a Iria, prepararse para cualquier situación de antemano solo era para personas que podían hacer algo por el mundo.
-La bella Iria Gervais.
-Veo que todo te ha ido bien Luka.
-En realidad es lo que hay belleza mía.
El comentario le sacó una sonrisa, no porque le gustara, sino porque sus palabras y el sentido de propiedad la sacaban de quicio.
-Y bueno querido ¿Vienes hoy a gastar el dinero de papi?
Los hermanos Torres eran unos completos vagos, si es que ellos llegasen a entrar en esa categoría, Luka era el mayor, con veinte y nueve años, se había alejado del mundo editorial, y al final se graduó como economista, no le gustaban para nada las letras y la tinta. Luego estaba la hija menor, Kendra Torres, con sus veinte y dos se había convertido en modelo, y por su puesto se había alejado de los libros. Por lo que ambos no estaban para nada interesados en el negocio, y con el tiempo el viejo Damián Torres tendría que hacer dos cosas. La primera de ella sería buscar alguien que ocupe su puesto, alguien que esté predispuesto a entregar todo por Gervais & Editores, la segunda sería vender sus acciones, una vez observe que su encargado no hará nada bueno cederá, y ahí estará ella, como un tiburón tras una presa jugosa.
Una risa ahogada se amortiguo en la garganta de Luca.
-Pequeña mía, las prestaciones de papá son para...
-Para su vejez claro, ya me lo haz dicho antes.
El ascensor dio un traqueteo en medio piso de los pisos siete y ocho, frenó de golpe y ella cayó en brazos del joven Torres, olía a madera y cítricos.
-Ya sé que soy irresistible encanto, pero no creo que esté sea el lugar apropiado para hacer eso.
Los límites de la paciencia de Iria habían sobrepasado sus límites.
-Querido- le dijo mientras le estrujaba los testículos, llevándolo a retorcerse de dolor. -En tu vida, se te vuelva a insinuar que yo estaría contigo.
-¡Sueltame!- el sudor rodó por sus patillas. -Maldita loca.
El estruendo del ascensor al volver a funcionar lo sintió en la parte baja del abdomen y tras un empujón soltó el miembro de Luca Torres, las luces de emergencia se apagaron y siguieron descendiendo hasta el estacionamiento.
No cruzaron palabras, ni miradas, ella estaba acongojada por lo que había pasado y el dolorido. Iria Gervais conducía a casa recordando cosas que le habían pasado de niña, en un callejón oscuro dio un volantazo y bajó rápido del auto.
La nieve caía despacio y ella devolvía su almuerzo en las grasientas paredes de un callejón.
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MI OTRA MITAD (Sin Corregir)
Novela JuvenilPara Iria es difícil volver creer en alguien, solo sabe que su otra mitad lo hizo y salió lastimada. Ella esta tratando de sobrellvar la pérdida de su padre e intenta abrirse camino como mujer transgénero, en medio de un panel directivo machista y m...