4. ERICK

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La Casa Gervais era conocida por su encanto victoriano y su cuidado toque inglés en piedra, mármol y demás elementos. Esto lo aprendió con el tiempo, le gustaba leer acerca de estas cosas, y la literatura en general, descubrir los libros lo había salvado de un mundo lleno de monstruos reales, ya que sabía que los que leía no podían hacerle daño. Ser diferente ciertamente lo había convertido en la costilla de sus compañeros, pero eso sólo pasaba cuando Tiago no estaba presente, Lucy ayudaba en lo que podía, pero ciertamente ni era mucho, sin embargo estaba agradecido por lo que ellos dos hacían, porque dentro de las burlas y el menosprecio que sufría por ser diferente en cuanto a su aspecto había llegado a encontrar a dos personas que no lo hacían.

Todos habían crecido, Erick tenía siete años de edad, Lucy y Tiago ocho. Él era el menor de todos los niños de su paralelo, había ingresado al prekinder mucho antes que lo regular así que lo consideraban un prodigio para su edad. El miedo y el pánico se habían apoderado de él a lo largo de los años cuando ingresaban a la hora de descanso. Veía a los otros niños y algo le atenzaba los intestinos, salía solo lo necesario por temor. Igual el no había dicho nada, tampoco estaba en sus planes hacerlo, pensaba que entre más  se cansen, sería rápido el momento en el que me dejaran de molestar.

—Deberías ya usar falda— siempre Kay, siempre él y su círculo de cuadro niños. —Todos piensan eso— él sabía que Kay lo decía por molestarlo, pero a él no le importaba, lo que pensaran ellos. —Inclusive Tiago lo piensa— y ese había sido el golpe bajo. Tiago a quien consideraba su mejor amigo, o quizá su único amigo. Tiago a quien quería mucho en esos dos años que lo conocía ya que había sido el único niño que no lo había repodiado por parecer una niña en el cuerpo de un niño. —Piensa que te verías bonita así.

Sus mejillas se calentaron, no quería que se calentaran pero lo hicieron, y solo cabían dos opciones, Tiago se lo hubiese dicho, él era muy frontal, lo había sido siempre. Y la segunda era que muy en el fondo esos comentarios no le molestaban, no del todo. Pues en su interior algo había nacido junto con él. Un deseo que cobraría sentido tiempo después.

—No, Tiago me lo...

—¡Ja! Te lu hubiese dicho— Kay era así, impulsivo, pero no impulsivo bonito, de eso que se mueven por una sola cosa y pues logran transformar los problemas en oportunidades. Kay era todo lo contrario o al menos con él. Manipulador, abusador, un buscapleitos en todas sus letras. —¿Piensas de Tiago es del todo sincero contigo no?

Movío la cabeza haciendo ademán de sí para responder, las palabras habían dejado de formarse en su cerebro, y no lograba verbalizarlas, eran un conjunto de letras aglomeradas en sus labios.

—Tiago no es como tú— una sonrisa de suficiencia se enmarcó en los labios de Kay. —Nadie aquí lo es, eres tan....

No quería seguir escuchando, no quería así que había decidido irse, su asiento en el aula era un lugar menos adecuado para pasar el tiempo libre.

—Gay— secundó un niño que andaba con Kay, Lewis se llamaba según recuerda.

—¿Qué es un gay?— preguntó otro niño, a Erick le hubiera gustado decir que era algo malo, pues en ciertas ocasiones le había escuchado a su papá despotricar sobre los gays y todo lo esta agarrando ritmo ahora. Entonces el deducia que era algo malo, algo dañino para todo el mundo, por lo que se asustaba cuando escucho eso.

—No tengo ni idea, pero papá siempre usa expresiones como gays de mierda, malditos gays, o los gays son la peor abominación del mundo así que debe de ser algo malo.

Claro que en este caso, ningún niño acertaria a la definición del contexto de gay, pero se lo empezarían a decir siempre. Había tomado sus cosas mientras él consireba escabullirse había el patio, hacía donde los otros niños.

—¡Hey! ¿A dónde crees que vas?— Kay lo agarro del cuello de su camisa y lo arrastró con fuerza hasta su pupitre de nuevo. —Gay estúpido.

—No soy eso— sus palabras eran apenas susurros, como el murmurar de un arroyo lejano, que sólo se puede percibir si te concentras y agusas los oídos.

—¿Dijiste algo zanahoria?— y ahí la otra palabra despectiva que habían usado con él, ya que al ser de cabello natural rojizo el color se asemejaba a una zanahoria cuando estaba en el sol, y se lo decían así por el mero hecho de haber nacido así.

Negué con la cabeza, ya quería salir de ahí, quería que los otros se vayan y quedarme solo. Debía rescatar algo, nunca lloraría frente a ellos, ese gusto no se lo iba a dar.

—Eres una abominación, lo sabías ¿Cierto? Tu eres, no sé la gente te cree especial, no lo eres.

—Déjame en paz— me atreví a decirle en un balbuceo, su cara se contrajo en diversas formas que yo no sabía que se podía contraer.

Sostuvo mis mejillas entre sus manos, y la ira desbordaba en sus pupilas, brillante, cegadora y voraz. De un momento a otro Kay escupió en mi rostro, el esputo resbalaba caliente y baboso por mi rostro, fue aquí cuando conocí el primer atisbo de la humillación, a los siete años.

Fenómeno, gay, bestia, y demás apelativos humillantes usaban a diario cuando no estaba Tiago, cuando no pasaba con Lucy. Cuando la maestra daba la espalda y dibujos denigrantes hechos en hojas sueltas aterrizaban en su asiento.

No decía nada, nunca dijo nada, ni tenía pruebas y Kay era por mucho uno de los consentidos de la maestra, además no tenía prueba.

Recuerda que estaban en clases de matemáticas, y estaban aprendiendo a sumar con números de más de dos cifras.

—Erick, a la pizarra por favor, resuelve el ejercicio.

Pasé por su lado, por el de Kay, sé que nadie lo vio y para la gente yo había sido el torpe, el que se caía con sus propios pies, pero no fue así, yo sentí como Kay puso el pie, lo que ocasionó que me fuera de bruces al suelo. Las carcajadas no se hicieron esperar, pero lo nuevo que nació en la mirada de Kay era diferente, porque había disfrutado y cuando disfrutas de hacerle daño a alguien más, querrás hacerlo una y otra, y otra vez.

MI OTRA MITAD (Sin Corregir)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora