heaven »»» au! hyungkyun

culpa

[ 10 y 12 años ]

Changkyun recurrentemente tenía pesadillas, la mayoría tenía que ver con el agua y, a veces, con patos. La única constante era su abuela, que siempre iba a su cuarto cuando le oía llorar en plena madrugada y le consolaba.

-... me dice que me ama cuando veo la cruz, sus manos extendidas, así tan grande es su amor... -a sus diez años, Changkyun creía que no había nada en el mundo que lo calmara más que escuchar a su abuela cantarle a Dios.

-¿Ya estás mejor, mi niño? -le preguntó la mujer mientras le acariciaba el cabello. Changkyun asintió y su abuela sonrió.

-Entonces puedes volver a dormir, mañana tenemos que levantarnos temprano, ¿bien? -el niño asintió de nuevo, estaba casi dormido, a decir verdad. Su abuela pronto le dejó solo y pudo descansar. Dios se había llevado los malos sueños.

Cuando despertó horas más tarde, lo primero que hizo fue arrodillarse a un lado de su cama y agradecerle a Dios que le permitiera vivir un día más.

-... y gracias por quitarme los malos sueños, y gracias por darme un amigo como Hyungwon hyung, y gracias por darme una abuelita tan buena, gracias y amén. -terminó rápido. En seguida extendió sus cobijas, fue a calentar agua y se duchó.

Cuando estaba por fin vestido y arreglado, su abuela ya lo esperaba en la pequeña sala de la casita en la que vivían en aquel pueblo del que Dios no se había olvidado, claro estaba. Bastaron unos minutos para que Changkyun, junto con su abuela, ya estuviera en camino a casa de los Chae para recoger a Hyungwon.

-¡Changkyunie! -gritó Hyungwon desde la ventana de su habitación, que estaba en la primer planta, por lo que lo había visto de lejos. El nombrado alzó la mirada y sonrió, siempre era increíble ver a su amigo.

-¡Ya llegamos, hyung! -gritó de vuelta, con una sonrisa que, según su abuela, iluminaba hasta el último rincón de la tierra. El niño salió corriendo al encuentro de su amigo y la señora sólo pudo gritar un ¡Cuidado, Changkyun-ssi! esperando que los piececitos de este no lo traicionaran y le hicieran manchar su atuendo blanco.

Hyungwon se había despedido con prisas de su madre, quién planeaba ver televisión, a su padre se lo había saltado, pues este dormía. Se puso los zapatos lo más rápido que pudo y, cuando terminó, salió de su casa, que estaba rodeada sólo por una muralla muy bajita de piedra y la cual Changkyun había saltado sin problema para encontrarse con el mayor.

-¡Changkyunie! -repitió Hyungwon cuando pudo abrazar a su dongsaeng. Desde que había ocurrido el incidente en el lago, siempre le revoloteaba el corazón cada que lo veía de nuevo, la culpa no se había disipado a pesar del tiempo y las ganas de protegerle eran más grandes que antes.

Pronto el menor sintió que el abrazo había durado mucho y se removió entre los brazos del más alto, como quejándose. Cuando vio la cara de susto de su hyung, soltó una risita traviesa.

-Me arrugas la ropa y además me das calor, hyung, mejor vámonos. -tomó la mano del mayor y lo jaló con la intención de, esta vez, sí usar la puerta de entrada en lugar de saltar la pequeña muralla de piedra. A su abuela no le gustaba ni un poco que se tomaran las manos siendo ambos varones, pero en aquel entonces no decía nada. Son niños, pensaba.

Changkyun y Hyungwon salieron al encuentro de la abuela, con quién caminaron hasta la iglesia a la que asistían todos los domingos. Habían ido platicado de sus tareas y demás asuntos de niños y, cuando pasaron por el lago, Hyungwon se había puesto más encimoso que antes, lo había abrazado protectoramente hasta dejar lo suficientemente atrás el cuerpo de agua.

Ya en la iglesia, la abuela y ambos niños se habían sentado juntos hasta delante, era su lugar favorito. Escucharon con atención al hombre que predicaba de la palabra de un Dios que ellos sólo habían conocido por palabras, pero que sabían era maravilloso.