amén

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[ 8 y 10 años ]

-Tienes que levantarte ya, Changkyunie, ¡Tienes que hacerlo o llegaremos tarde y no conseguiremos galletas! -Hyungwon halaba del brazo del pequeño niño que, de nuevo, se había entretenido de más con los patos del lago que había cerca de la Iglesia a la que asistían todos los domingos.

Ese domingo no había sido la excepción; eran las doce del día, la abuela Im les había permitido pasearse por el parque un rato, ya la alcanzarían en casa para comer unas sabrosas galletas, les había dicho.

Pero eran unos niños, y los niños no sabían del tiempo, no muchas veces. Es por eso que, cuando Hyungwon se dio cuenta que el sol ya estaba sobre sus cabezas y no dándoles en el rostro, intuyó que ya era hora de regresar. Y no estaba en un error.

-¡Pero, hyung! Los patitos están tan bonitos, las galletas pueden esperar, ¡los patitos son más interesantes! -protestó el niño dejando caer su peso al suelo en un intento de frenar al desesperado de su hyung que siempre quería estar comiendo galletas. Eso y que estaba fastidiado del sol, de la gente y, ciertamente, de los patitos que tan bonitos le parecían a Changkyun.

Hyungwon suspiró y dejó de intentar dislocarle el brazo a Changkyun quien, a pesar de ser tan menudito y chiquito, era imposible de mover cuando se determinaba a ello. El niño de piel tostada aprovechó que su hyung se había rendido y se acercó a la orilla del lago, orilla de la que Hyungwon se había empeñado tanto en alejarlo.

Hyungwon quiso llorar, quería mucho a su dongsaeng, pero a veces le dejaba muy exhausto. Decidió rendirse e ir a sentarse a la sombra del árbol más cercano que encontró. Si Changkyun iba a insistir en quedarse, él tenía que esperarlo y, si tenía que hacerlo, por lo menos lo haría en un lugar cómodo.

Sin embargo, la calma le duró poco.

Fuertes graznidos se escucharon, uno que otro pato voló y una señora gritó, todo al mismo tiempo que se escuchó claramente un chapuzón. Hyungwon no lo podía creer, de verdad que Changkyun era todo un caso. Estaba a punto de maldecir con las únicas groserías que conocía a sus diez años, cuando recordó lo importante: Changkyun no sabía nadar.

No sabía cuánto tiempo había pasado, pero parece que había reaccionado demasiado lento porque, cuando se acercó corriendo a la orilla, con lágrimas amenazando con salir de sus ojitos, había ya varias señoras alarmadas por la situación en la orilla del lago, intentando, sin éxito, mirar entre el agua al niño que, después de un par de pataleadas, había dejado de luchar y se había hundido.

Hyungwon soltó un grito de desesperación, ¡Su Changkyun estaba bajo el agua y nadie estaba haciendo nada! Se puso a llorar, no sabía qué hacer, ¡él tampoco sabía nadar! Las lágrimas no tardaron en comenzar a escurrirse por su bonita, pero ahora roja, cara y pronto ya tenía a una de las señoras intentando calmarlo y preguntándole que si conocía al niño. Él simplemente no podía responder, estaba privado en llanto.

Hyungwon ni siquiera supo cómo pasó, pero si se lo preguntaban, de un momento a otro un hombre ya había entrado al lago en busca de su dongsaeng y una ambulancia había llegado. ¡Por Dios, que no se muera! ¡Ah, no, que jurar en nombre de Dios es pecado! ¡Dios, no dejes que mi Changkyun se muera! Pedía en su mente, o en voz alta, no lo sabía, mientras veía cómo los paramédicos rodeaban el pequeño cuerpo de su amigo y hacían cosas de paramédicos para salvarle la vida.

La señora que antes lo abordaba con preguntas ahora lo tenía a su lado, mirando lastimera la situación y acariciando el cabello de Hyungwon esperando que este se calmara y pudiera responder sus preguntas. El niño seguía siendo un mar de lágrimas y, cuando vio que los paramédicos alzaron a Changkyun y lo subieron a la camilla, quiso correr hacia él.

heaven »»» au! hyungkyunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora