Adoración

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Yamaguchi quería corresponder a todas las atenciones que Kageyama mostraba, hacerle saber que también gustaba de él sin decírselo directamente y asustarlo.

Sabía que Kageyama ya hacía demasiado dándole un tiempito a la semana para hacer nada juntos. Así que esta vez iba a sugerir ver partidos grabados y practicar juntos, aunque tuviera menos estamina que el azabache, estaba decidido en resistir lo más que pudiera, después de todo entrenamiento extra no le haría nada mal.

Inconvenientemente, Kageyama ya tenía lista la película que quería ver, y ya que es muy difícil que alguna llame su atención, tenía curiosidad por saber qué clase de película sería. Fue una sorpresa que escogiera una comedia romántica, pues casi nunca entendía los chistes ni las escenas, siempre tenía que explicarle.
Y cuando se dio cuenta que el pelinegro ya había ordenado comida rápida a domicilio, empezó a creer que tal vez estaba siendo consentido por Kageyama.

                                           •••                                          

- Yamaguchi, me gustas.

Pero no esperaba que toda esta situación ocurriese.

A penas procesaba lo que acababa de suceder.

Sin poder preguntar el por qué del Chikorita que hace un instante recibió, ya tenía una flor en la mano y una declaración suspendida en el aire.

El tiempo en el que estuvo sumergido en su propio asombro duró más de lo que percibió, eso supuso, ya que el rostro de Kageyama perdió toda la seguridad que antes tenía, vaciló un poco para simplemente bajar la vista hacia el suelo.

Le dolió que apartara la mirada, prefería sentirse ansioso con los orbes azules sobre él a ver el rostro de Kageyama con una expresión tan dolida, pareciese que estuviera a punto de llorar y eso le hizo reaccionar.

- ¡A-ah! Kageyama, tú- - No pudo terminar de hablar, había sido interrumpido.

- ¡No! Yo ya lo sé, puedes irte si quieres. - Seguía sin levantar el rostro, había cerrado con fuerza los ojos, como si estuviera esperando recibir algún golpe.

Yamaguchi sentía que podría llorar de tan solo verlo así; y con cuidado, dejando sus regalos a un lado, se movió para estar más cerca al pelinegro.

- Kageyama. - Susurró intentando llamarle, no recibió ninguna clase de respuesta por lo que siguió. - Tú también me gustas, Kageyama. - Dijo en voz baja, solo para que el otro le escuchara.

El azabache abrió los ojos de golpe, aun con el rostro en dirección al suelo.
Para Kageyama, la voz de Yamaguchi siempre había sido muy dulce, y jamás había sonado más angelical que en ese momento.

Ahora que podía volver a respirar, ni siquiera sabía que estaba aguantando la respiración hasta ese entonces, alzó la mirada. Era obvio que el pecoso se encontraba avergonzado, sus mejillas se habían teñido de un lindo rubor y su vista revoloteaba a cualquier parte de la habitación para evitar el contacto visual.

- ¿En serio? - Se había convencido de que participaba en un juego en el cual él únicamente podría perder, y haber escuchado la pequeña confesión de Yamaguchi era tan irreal.

Vio cómo el pecoso nerviosa y lentamente asintió.

- ¿No Tsukishima? - Preguntó todavía incrédulo.

Se le hizo claro a Yamaguchi, así que era eso lo que le molestaba, tenía sentido. Intentó esconder su risilla con la palma de su mano. - No, Tsukki no es Kageyama.

Kageyama se infló de orgullo ante el comentario y no pudo evitar sonreír victorioso adquiriendo un suave tono rosa en le rostro.
Y esta vez fue él quien acortó más el espacio que había entre los dos.

- Yamaguchi. - Intentó no hablar muy fuerte.

- ¿Sí? - Le respondió, por fin mirándole a los ojos, sus labios formaban una pequeña sonrisa.

- ¿Q-quieres ser mi n-novio? - Se sentía como un estúpido tartamudeando ahora, en especial cuando Yamaguchi le sonreía para alentarlo.
Espera, ¿Haber hecho esa pregunta era prudente? ¿No lo estaba arruinando todo? ¿No lo volvía incómodo? ¿Eran correcto la elección de palabras que utilizó?
Así que esperó con miedo a que Yamaguchi contestase.

El pecoso separó los labios para dar su respuesta pero se detuvo repentinamente ya no podía soportar lo vergonzoso de la situación, cubrió su rostro con ambas manos, y apoyó su frente contra el hombro de Kageyama.

- Sí. - A penas audible, pero fue más que suficiente para que Kageyama perdiera toda calma.
Tomó de los hombros al más bajo, y lo alejó un poco, para poder ver su rostro. El otro todavía se cubría con sus manos, pero entendía lo que estaba sucediendo, así que solo apartó los dedos y ahora solo escondía sus rojas y cálidas mejillas.

- ¿Puedo- uhm- puedo- estaría bien si te doy un b-beso? - Mientras hablaba su voz se hacía más baja hasta convertirse solo en murmullo.

Le resultaba adorable y gracioso a la vez ver a Kageyama así de nervioso, le ayudó a relajarse saber que no era el único siendo un desastre emocional en esos momentos.

Volvió a asentir.

Kageyama en realidad no sabía lo que estaba diciendo, tampoco sabía qué hacer con sus manos, ¿Debería dejarlas en los hombros de Yamaguchi?
Al final las colocó en su espalda, en una clase de medio abrazo extraño y eso fue todo, no se le ocurría qué más se suponía que hiciera.

- Uh, no sé qué más hacer. - Iba a llorar de lo estúpido que debía verse.

Yamaguchi le sonrió comprensivo, sus manos que reposaban en sus mejillas pasaron a sujetar los lados del rostro de Kageyama. Lo acercó lentamente hacía él a la vez que también se inclinaba para su encuentro.

Sus labios se presionaron uno contra otro, era un beso torpe, pero ninguno se atrevía a moverse por miedo a estropear el dulce contacto. A Kageyama le agradaba la suave calidez que sentía contra él, era una sensación tan delicada podría derretirse ahí mismo; Yamaguchi no esperaba disfrutar tanto una áspera textura contra sus labios, Kageyama hacía presión contra él con cierta fuerza pero no quería apartarse.

Después de un momento tuvieron que separarse ya que ambos estaban aguantando la respiración. Aunque para Yamaguchi el beso fue agradable, tenía la impresión de que tal vez, con lo torpe que todo fue, Kageyama estaría decepcionado. Mas al ver la expresión en su rostro, como si fuese lo más precioso en el mundo.

Parecía haber quedado en trance, eso divirtió al pecoso, le gustaba tremendo tonto.

Y así con la cándida escena creada a partir de un inexperto beso y unas risillas ambos jóvenes empezaron su inocente relación.

Algo inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora