♫| CAPÍTULO 24 |♫

2.2K 276 523
                                    

SIENNA

LA CENA

El viaje de regreso en el avión no fue exactamente placentero.

No logré dormirme como había hecho en el viaje de ida, pero al menos conseguí tener una conversación agradable con Conway antes de que se durmiera.

Antes siquiera de que nos montáramos en el avión ya sabía que no iba a lograr conciliar el sueño, por lo que compré un libro en el aeropuerto que llamó mi atención. No me consideraba a mí misma una lectora activa, pero considerando que en los aires no había internet, pensé que sería una buena forma para entretenerme.

En algún momento del trayecto, Conway se sentó en el asiento que había a mi lado. Se quedó unos segundos en silencio antes de decir algo.

Se inclinó en mi dirección para ver la portada del libro y después se acercó a mi oreja para que lo pudiera escuchar bien.

—Interesante elección de lectura —susurró—. ¿Sabías que tiene una película?

—¿En serio? —pregunté sin despegar mis ojos de las letras—. ¿Cómo sabes tú eso?

Por el rabillo del ojo pude notar que una sonrisa ladina se formaba en sus labios.

—Escribí una de las canciones de la banda sonora —pude percibir un deje de orgullo en su voz.

Me obligué a bajar el libro para poder verlo a los ojos. No me molestó demasiado tener que interrumpir mi lectura, no era como si hubiera estado poniendo mucha atención desde que se había sentado a mi lado. Había leído el mismo párrafo ocho veces y no había conseguido entender nada porque la simple presencia de Conway lograba distraerme.

Apenas iba como por la página sesenta, pero la cosa ya se había puesto bastante intensa. Y por más que me interesara saber qué era lo que sucedía en este futuro distópico en el que la mitad del planeta había caído al vacío, hablar un rato con Conway tampoco estaba mal.

—¿De verdad? —le pregunté, retomando el tema de antes.

—Fue una de las favoritas del público —presumió.

—Pues tendremos que ver esa película cuando termine el libro para poder comprobar eso —declaré.

La sonrisa se ensanchó en su rostro.

—Es una cita.

Sellé nuestro pacto dándole un corto beso en los labios que él no tardó en responder.

—Un día de estos me van a dar diabetes —escuché a una voz decir.

Tuve que reprimir mi carcajada, pero a Conway no pareció hacerle tanta gracia como a mí que su amigo nos interrumpiese.

—Un día de estos me vas a dar unas verdaderas ganas de matarte, Jonah —respondió, un poco mordaz.

Jonah blanqueó los ojos sin tomarle mucha importancia a la amenaza de Conway.

—Por favor —hizo un gesto con su mano—. Ambos sabemos que no serías capaz de vivir sin mí.

—¿Quieres que comprobemos eso?

—Te reto a que lo intentes.

Me gustaría decir que fue ahí donde murió el asunto y ambos actuaron como adultos maduros y siguieron con sus cosas. Pero Conway se puso de pie y comenzó a corretear a Jonah por el lugar como un niño pequeño.

Dejé de prestarles atención y volví mi atención al libro cuando una de las sobrecargos tuvo que salir a pedirles que tomaran asientos y se tranquilizaran. Después de eso ambos se durmieron y fue que el verdadero martirio comenzó: el aterrizaje.

Falsas melodíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora