♫| CAPÍTULO 28 |♫

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SIENNA

LOS PLANES

Desperté al día siguiente con el sol colándose por la ventana.

Solté un gruñido y entrecerré los ojos mientras trataba de acostumbrarme a la luz de día. Dejé caer mi brazo al lado de la cama y me encontré con que estaba vacío. Eso sí que logró llamar mi atención.

Me senté de golpe y paseé mis ojos con rapidez por la habitación, tratando de dar con Conway. Incluso me incliné para revisar el suelo solo para asegurarme de que no se hubiera caído de la cama en la mitad de la noche, pero no había rastro de él.

Escuché un par de voces viniendo de abajo y agudicé mi oído. No tardé en reconocer la voz de la persona que estaba buscando entre ellas.

Me puse de pie y antes de salir al pasillo arreglé mi cabello en un moño para no dar la impresión de ser un espantapájaros. Traté de recordar el recorrido que Conway me había hecho el día anterior para dar con el baño y lavé mi cara solo para deshacerme de los finos hilos de baba en mi barbilla y verme un poco más presentable.

Le di un vistazo a mi pijama frente al espejo. Consistía solamente de una playera de tirantes y unos shorts bastante cómodos. Aproveché que estaba en el pequeño cuarto para orinar y bajé las escaleras para ir a saludar antes de que pudiera arrepentirme.

—Buenos días —dije mientras me tallaba los ojos.

Tres pares de ojos me miraron desde la isla de la cocina. Conway y sus padres tomaban una taza de café mientras platicaban y desayunaban.

—Les dije que a ella le gusta dormir hasta tarde —le contó él a sus papás.

Blanqueé los ojos y me acerqué a uno de los gabinetes para tomar una taza para mí y poder servirme un poco del líquido amargo para despabilarme.

—¿Cómo dormiste, Sienna? —preguntó Emily mientras tomaba asiento al lado de su hijo.

—Bastante bien —le di un trago a mi bebida y tomé una rebanada de pan tostado para después untarle mantequilla y ponerle un poco de mermelada. Al darle un mordisco me di cuenta de que era artesanal. Me relamí los labios.

—Puedo imaginármelo —casi escupí el bocado al notar el tono y la mirada que el señor Taylor me dio tras decir eso. Sentí que mis mejillas se tornaban de un potente color escarlata.

Volteé a ver a Conway con una ceja enarcada y él se limitó a darle un sorbo a su café para ocultar la sonrisita en sus labios.

—Como sea —cambió de tema Emily. Agradecí en mi mente por eso—, le decía a Connie que el día hoy está muy bonito como para que se queden en la casa todo el día. Hay un campo de fresas no muy lejos de aquí, si quieren pueden ir a caballo y pasar un par de horas ahí.

Asentí con la cabeza.

—Sí, eso sería bueno —accedí.

—¿Sabes andar a caballo? —preguntó Harold, el papá de Conway. Él aún no me había dado el permiso de llamarlo por su nombre de pila, pero en mi mente ya había comenzado a hacerlo.

Se veía como una buena persona, por lo que dudaba que se enojara si lo llamaba de esa forma; pero prefería no arriesgarme.

Asentí con la cabeza.

—La equitación comenzó a interesarme cuando tenía doce y mi madre me llevó a que tomara clases.

Aunque estaba segura de que la única razón por la cual había aceptado que las tomara era porque significaban deshacerse de mí aunque fuera solo por un par de horas. Sonreí, tratando de deshacerme del pensamiento.

Falsas melodíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora