Día 1

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Entrenamiento:

Kohaku estaba tan cansada, se encontraba caminando por las calles a dirección a su casa. Había tenido un pésimo día en el entrenamiento, todo por culpa de uno de sus compañeros que le hizo la práctica imposible y no le pudo decir nada porque era el favorito del profesor.

Pero Kohaku tenía orgullo, así que tomó sus cosas y salió del lugar. Sin importar las protestas de sus amigos y los reclamos del profesor.

Estaba esperando que el semáforo cambiará de color y poder cruzar la calle, cuando un auto se paro al lado suyo. Sólo bufo cuando observó, que era el carro de su profesor.

Baja la ventanilla de su auto y le dice que se suba.

Kohaku lo mira y hace como la que no escucha — Disculpe, es que con el tapaboca no lo escucho.

— Kohaku no seas una niña inmadura y sube — le dice su profesor de mal humor.

— No y no soy una fruta para estar madurando.

Kohaku aprovecha que el semáforo cambio de color a  favor de ella y cruzó la calle corriendo, para seguir su carrera a las estación de trenes que la llevaría a casa.

No iba a dejar que ese profesor de artes marciales le dijera que hacer, Hyoga siempre ha sido un profesor extricto pero eso no quitaba que tuviera a sus favoritos. Cómo lo eran Mozu y Homura.

Cuando cruza otra calle se tuvo que detener abruptamente porque una bicicleta casi se la llevaba, iba a tomar otra vez su camino cuando una mano la agarra de la muñeca.

— Te llevó a tú casa — le dice su profesor.

Kohaku trata de soltarse mientras del agarre — Lo siento, pero yo no subo a los autos de desconocido.

— Kohaku nos conocemos de años, no sólo en clase de defensa personal y asistimos a la misma universidad — dice Hyoga con la paciencia que aún tenía.

— ¿Cómo se qué no me harás nada? Puedo gritar y mentir de que te quieres pasar conmigo — dice la rubia de mal humor.

Hyoga suspira y le responde — Primero no eres mentirosa y segundo antes de hacerte algo todos nuestros amigos, que tenemos en común me desaparecían del planeta.

Kohaku lo medita y sin decir nada entra al auto. Espera que el profesor de artes marciales entre y van camino a su casa.

— Fuiste muy cruel en el entrenamiento de hoy — dice ella de mal humor y sacando su teléfono.

— No puedo tener favoritismo.

— Mozu y Homura son tus favoritos, así que no mientas.

— Homura y Mozu además de ser mis estudiantes, son mi ayudantes.

— No me agrada Mozu.

Hyoga hace un simple sonido, pero para Kohaku eso le parecía una risa.

— Sólo estaba bromeando, ¿que pasa contigo?

Kohaku se coloca sus audífonos y comienza a escuchar canciones de sus bandas favorita. Pasaban por la calles sin decir nada, se encontraban en completo silencio.

Llegan a la casa de ella y ve que las luces estaban apagadas, su familia no habían llegado del trabajo o universidad.

Antes de bajarse guarda su teléfono y responde a Hyoga — Acepte ir a tus clases porque pensé que sería divertido entrenar con Tsukasa y contigo, hasta le dije a Kinro y Girno, hasta Nikki va. Pero no me gusta la manera que Mozu mira a las chicas y desprecia a Nikki. Me parece una falta completa de respeto.

— Voy hablar con él, también con Tsukasa y le diré a Homura que sólo le ayude a ustedes en los entrenamientos — dice Hyoga tratando de calmar a la rubia.

— Es que son clases mixta, no por género.

Hyoga y ella se miran los ojos, en ocasiones olvidaba que él tenía los ojos de un tono violeta que combinaba con su cabello platinado.

— Hablaré con Mozu, cualquier cosa que pase me avisas. No te quedes calladas, ¿sí?

Kohaku asiente y no sabía cómo despedirse, gracias a los cielos escucha un toqueteo en la puerta y se alegra de ver a Suika afuera del auto.

— Hola Hyoga — saluda su pequeña hermana de 15 años al profesor y amigo — ¿Cómo estás?

Ve como Hyoga solo asiente, sale del auto y se despide de él. Después de ver como se aleja, ambas hermanas entran a la casa.

Nikki y ella no volvieron a tener problemas con Mozu. Hyoga se había encargado de eso y lo que la hacía muy feliz.

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