Capítulo 30

6.9K 404 71
                                    

¿Cuanto cuesta la vida de una persona?

Es un cálculo dependiendo a lo que nos refiramos.

Por ejemplo, si compras a una persona, el precio no está en tu mano, si contratas a un sicario de calidad, no bajará de los trescientos mil, pero y si la persona es tu hija, tu sangre... ¿Una vida así puede comprar otra?

Era un pensamiento totalmente desesperado, claro está, pero estaba dispuesta a poner mi vida en peligro por él. Mi familia ya ha producido mucho dolor a la de Hades, no puede haber más.

Me contó que había contratado a bastantes gente, entre ellos militares y guardaespaldas, se había gastado mucho del dinero que su padre había robado, pero no se arrepentía.

No estaba segura de si eso era bueno o malo, había detrozado su casa y ahora usaba el dinero para protección, fantástico, pero ¿después qué? ¿Podría vivir con tranquilidad?

Estabamos en un aparcamiento desierto, cerca de la casa donde se celebraba la fiesta de hoy.

- ¿Has entendido el plan? - me preguntó.

Sí, hasta había un plan.

- He de llevar a mi padre hasta ese sitio para que os encontréis y así que lo confiese todo.

- Sí, el efecto sorpresa ha de ser que tú estés de mi lado.

Asiento mientras continúa hablando sobre cómo le haremos confesar, toso pintaba bien por el momento.

- Entendido entonces.

- Al cien por ciento.

- En tres días.

- Tres días.

- Bien.

Me besó acto seguido, parecía un niño después de tomarse una bebida energética. Me acarició el muslo y miró al frente, respirando hondo. Yo puse mi mano sobre la suya y le acaricié para relajarle.

- Todo va a salir bien.

- Por supuesto que sí.

Nos sonreímos y poco después salimos del coche para ir a la fiesta, tocaba relajarnos y disfrutar.

No intentamos ocultar nuestra relación, daba igual, ya todos lo sabían por culpa de Connor, así que...

Dentro la música tronaba y solo había luces de colores, Hades puso su brazo en mis hombros y caminamos hasta la cocina, donde ya podíamos mantener una conversación.

- ¿Chupitos? - me dijo.

- Son necesarios. - contesté.

Llenó dos vasitos de tequila y acerco la sal y el limón ya cortado. Me sorprendió que tuvieran el limón ya cortado, pues estabamos en casa de un chico de pasada la frontera.

El líquido bajó por mi garganta y en seguida comí el limón, arrugué la cara en una mueca de asco.

- Otro.

- No quiero que acabes potando por ahí.

- Solo uno más, para relajarme.

Repetimos el proceso y me aparté del alcohol, pegué mi frente en el pecho de mi novio, quien agarró mi culo y me atrajo hasta su cuerpo. Sonreí ante ese gesto, me gustaba estar aquí con él.

Me llevó a la pista de baile, donde todos saltaban o se pegaban entre ellos, mas o menos eso hicimos nosotros, pegué mi espalda a su pecho y me moví al ritmo de la música. El tequila no tardó en hacer efecto, gracias a mi poca resistencia al alcohol.

20cm de placerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora