6.- Hathor.

45 7 3
                                    

Sentado sobre su regazo, ahogó un gemido en su oído, las manos traviesas de Aioros se colaron bajo su camisa recorriendo por cada forma y espacio de su torso el cual deseaba marcar con sus besos. Procurarían no ser ruidosos pues por las leyes de Egipto, ambos podrían ir a la cárcel.

-¿ Recuerdas lo que me dijiste?-murmuró el azabache a su pareja quién en esos momentos jugueteaba con su ombligo.

Aioros se detuvo abruptamente al recordarlo, tendría que cambiar el papel por esa noche, su compañero emitió una queda risilla de maldad pues ya ideaba todo lo que le haría en la cama.

-Si vamos a tener sexo, debemos...

-No a lo rústico Aioros-se bajó de sus piernas para dirigirse a la ventana y correr la cortina-supongo que trajiste el bote de lubricante.

Le indicó con la mano su equipaje, intrigado por como logró entrar aquel producto, se agachó para abrir el cierre de la maleta de color negro y trastear en los bolsillos interiores. Sacó varios botes pequeños de crema para afeitar, perfumes y una que otra cosa hasta que dio con un recipiente etiquetado como " ungüento para heridas".

Al destaparlo comprobó que era lo que buscaba.

-Es del sabor que te gusta-dijo poniéndose de pie-a decir verdad, estaba reacio en traerlo.

-Lo sé-guardó el recipiente en uno de los bolsillos-sin embargo, amo que rompas las reglas por lo que sentimos.

Jamás se arrepentiría de haberse enamorado de ese hermoso hombre de piel blanca quien tal cual un prodigioso conquistador se disponía a tomar su premio. Su cuerpo temblaba de deseo embriagante, en sus nervios pequeñas corrientes semejaban a las cuerdas de un violín que tocaba para deleite de sus adeptos. Dejó que la diestra contraria apartara el pantalón de dormir el cual cayó discreto al suelo para luego ver cómo los brazos contrarios se cerraban sobre su cintura.

Hacer el amor era un ritual bien cuidadoso donde la satisfacción era mutua y donde la lujuria era una mansa ave en manos de su cuidador. Piel con piel, no existía espacio para el frio o calor del ambiente, sólo las promesas silenciosas expresadas en sus corazones.

Aioros dejó que su cuerpo caiga suavemente en la sencilla cama, su virilidad aún flácida en su zona de confort no imaginaba lo que se vendría. Una de las rodillas de su amante tocó suavemente la punta de su miembro arrancándole un suspiro que encendió aún más el ambiente, satisfecho vio cómo el sexo contrario en medio de una pequeña mata de vello púbico despertaba igual que la serpiente luego de un día de intenso sol. Quitó la rodilla, se relamió los labios para agacharse y probar la punta en intervalos tan torturadores que el que recibía el placer, se mordió con semejante fuerza los labios, que los hizo sangrar.

Luego fue más atrevido, con una de las manos se ayudaba en tanto el orgulloso castaño continuaba mordiéndose los labios y aguantando el sabor metálico de su sangre. Cuando advirtió que debía detenerse, se apartó rápidamente para comprobar como la punta comenzó a humedecerse expulsando líquido pre-seminal que a sus ojos hambrientos resultaba el mejor de los néctares.

-mmmm-se agitó Aioros al no sentir la calidez de la boca de Shura en su miembro-no me dejes así, ¡ Maldita sea!

Para evitar contratiempos, tomó una cinta roja que el castaño alrededor de su frente como barrera para sus mechones mientras excavaba y la colocó en su boca. Con eso, podría hacerle lo que quisiera...

Dio otra caricia al miembro de su amante con un pulgar, sopló su abertura y pellizcó sus testículos. El aroma masculino inundó sus fosas nasales, los dedos de Aioros estrujaron la sábana mientras la mordaza en su boca actuaba conforme a lo planeado por su amante.

Su sexo a gritos pedía ser liberado de su cárcel de tela, el cosquilleo en su bajo vientre lo atormentaba peor que una condena larga por lo que se deshizo de sus pantalones mostrando una anatomía esbelta, proporcionada y firme, sus músculos no tenían nada que envidiar al contrario cuya dorada piel ya estaba mojada por una fina capa de sudor.

Lentamente levantó las piernas del castaño hasta dejarlas sobre sus hombros, sin embargo sus piernas temblaron por lo que tuvo que equilibrar el peso para no caer de trasero. El dulce acceso a ese cuerpo estaba a pocos metros y su ariete pugnaba por abrirse espacio en él.

-Me gusta este papel-confesó malicioso-pero ahora sostente un poco.

Sacó el lubricante para esparcirlo en sus dedos y con ellos introducirse con lentitud en aquel punto aún inexplorado, su espíritu saltó de felicidad cuando halló el lugar que haría delirar a su compañero, insistió en ese punto sólo con tal de ver los ojos nublados de placer de Aioros que balbuceaba amordazado. Tenía que prepararlo muy bien.

-Ahhhh-farfulló el castaño envuelto en el sopor del sexo-no me tortures más, te quiero sentir, quiero sentirte en mi territorio, quiero que hagas hervir mi sangre con tu pasión avasalladora.

-Te haré delirar, tus campos fértiles conocerán el ímpetu con el que te amo...

Siguió preparando aquellos campos, poco a poco cedían. Contó hasta cuatro y las paredes anales de Aioros estaban listas para el tan ansiado encuentro furtivo por lo que sacó sus dedos para reemplazarlos con su dolorido e hinchado pene que comenzó a hurgar en la abertura provocando que el castaño se bajara la mordaza para gemir de una forma tan ardiente que hizo que Shura entrara de una sola estocada en su interior.

Aquella cálida y demente sensación abrasó como el infernal fuego su sexo el cual salió para volver a entrar con más fuerza e iniciar las embestidas cuya fuerza casi hacen perder la cordura al castaño que no dejó caer sus extremidades de los hombros de Shura que arremetía una y otra vez. En un momento sus pulmones casi colapsan ante el esfuerzo y Aioros estaba en las mismas condiciones que él.

No podían besarse, por lo que el castaño con sus manos acariciaba los fornidos y marmóreos brazos de su amante que mantenía la boca abierta por la que pequeños hilillos de saliva salían desbordados sin detenerse. Sonrojados, sudorosos y anhelantes de finiquitar la unión bendita que desde la noche de los tiempos sus almas añoraban hacerlo, ambos hombres en un momento determinado se miraron fijamente, olivas y azules se sonrieron, sus corazones gritaban cuanto se querían...

Un último golpe de lujuria, Aioros lo apretó atrozmente, debido a la fricción de su abdomen, el castaño explotó en un grito casi ahogado mientras Shura lo hacía en su interior; el antiguo dios fue conquistado y adorado por el mortal más digno, el mortal elegido por el centro que gobernaba su alma, el mortal que le ofreció la libación más perfecta donde el vino embriagó a la deidad.

Con sumo cuidado lo colocó sobre la cama por completo, él agotado y tembloroso lo secundó. No existían palabras, sólo un beso demandante donde la lengua traviesa de Aioros jugueteó con la suya.

Hablar, sus cuerpos lo hicieron y el beso fue el final de un erótico diálogo en el que el cansancio y modorra hicieron presa de ambos.

Bajo el cielo egipcio, sus manos de enlazaron para luego caer dormidos.

Su esencias pasadas, estarían juntas siempre como el papiro y la caña del Alto y Bajo Egipto.

𓅓

Espero les haya gustado.

Una aclaración... Los nombres de cada capítulo son en honor a cada dios y sus funciones.

Trascendente Amor [ AiorosxShura]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora