3.-Montu

53 5 2
                                    

Año doce de reinado de Ahmose Aioros, segundo de Peret, día cuatro.

Kemet se estremeció.

Seth se sintió herido ante la invasión tanto que su desierto comenzó actuar en contra del Señor del Alto y Bajo Egipto.

El faraón, los príncipes reales entre hermanos, primos y tíos marcharon en conjunto con sus generales y soldados dejando la regencia del trono de Horus en manos de Seika quién no dudó en tomar las riendas del poder mientras mudaba la corte a otra ciudad porque el ejército invasor había tomado el Bajo Egipto.

Marcharon por el transcurso de una semana hasta que dieron con la ubicación del ejército rival, acamparon en un terreno estable dejando la tienda del faraón en el centro al final de una pequeña calle y a su lado las de sus familiares masculinos y concejo de guerra.

Para evitar distracciones, el faraón prohibió la presencia de mujeres en el campamento una regla que a su hermano menor no gustó en vista de que tenía pocas semanas de casado y su esposa-hermana quedaba en el palacio junto a las demás mujeres.

Apenas Ra se asomó por el horizonte, tres días más tarde de su llegada, las estrategias estaban delimitadas y los batallones distribuidos en cada ángulo del terreno, el faraón dio la orden de equiparse y preparar las armas ante la atenta mirada de los escribas quienes registrarían la batalla para la posterioridad.

Sin embargo, Aioria y Shura se hallaban intranquilos, el entusiasmo de Aioros para con el combate enardecía a sus soldados quienes tomaban sus armas y escudos para luego formar filas en sus batallones. Una angustia se apoderó del hermano quién tomó del brazo al azabache y lo llevó fuera de la tienda.

-No me gusta esto-susurró enfocando sus ojos felinos en los olivas de su compañero-siento que es muy arriesgado que él vaya al frente y conociendo al rival, ellos tratarán de capturarlo.

-Aioros está dispuesto a luchar hasta el último aliento, sabes que él no permitirá que yo trate de disuadirlo de quedarse tras la primera línea-Aioria se mordió el labio nervioso-pero estaré a su lado para protegerlo de cualquier intento de herirlo.

-¿ Tú también lo sientes?

Shura arrugó la nariz mientras alzaba su mano para protegerse el rostro de los rayos solares, aún perduraba en su memoria la charla íntima de dos hombres que se aprecian mutuamente. El faraón lucía libre de joyas y pigmentos en su bello rostro mientras bebía cerveza sentado en una silla que expresamente trajo del palacio.

Él no le prometió nada luego de esa batalla, decía que los dioses lo castigarían si le ofrecía algo antes que nada, sin embargo se sentía aliviado de que no dejaba descendencia y Aioria demostraba con cada acción que era el heredero indiscutible. Esa charla le sonó extraña e inusual.

-Anoche me habló muy extraño-admitió-pero como estábamos bebiendo cerveza, deduje que estaba ebrio.

-¿ Ves? los dioses no...

-¡Tranquilo!-palmeó su hombro tratando de infundirle confianza-mataré al que ose tocarlo.

Entró a la tienda del faraón quién se colocaba su Kepresh cuyo color azul rivalizaba con los suyos tan determinados que parecía el mismísimo Montu renacido, la kepresh tenía en su fondo pequeños lunares dorados semejantes a discos solares que cortejaban a Uadyet quién erguida y temible en su piel de oro, protegía al faraón. Juró que estaba ante el dios de la guerra el cual lo atravesó con una filosa mirada, a tal punto de paralizarlo tanto como la mordedura de una áspid.

Con elegante sincronía, sus manos tomaron el arco cuyo tamaño y acabado derribó desde sus inicios a enemigos débiles y poderosos; sin duda en ese combate su efectividad derrumbaría las defensas del enemigo que seguramente no imaginaban el nivel bélico del ejército de Kemet.

Trascendente Amor [ AiorosxShura]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora