¿Podrá Leónidas cumplir su deber? Conoce la historia de Leónidas, rey de Normanda, y su desafortunada esposa Hipólita, a quién se le ha secado el vientre, y ansía poder entregarle a su esposo su tan anhelado sueño, muy lejano, un heredero.
El olor...
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Érase una vez, hace muchos años atrás, existió un rey.
Él, estableció un régimen de continuidad para la dinastía Normanda, en la que consistía plenamente en que los herederos sean hombres.
Durante mucho tiempo, se mantuvo y se respetó firmemente, su voluntad. Pues él, el Rey Arturo l, fue la persona que fundó dicha dinastía, y elevó su reino tan alto, que en todos los reinos vecinos oían su nombre y le rendían devoción, lealtad y también, temían de él. Poseía tanta riqueza como ninguna otra persona a los alrededores, era luz, y sus súbditos lo amaban y rezaban por él y su esposa, la Reina Beatriz, una princesa de la dinastía Bávara. Ésta, le otorgó lo que siempre quiso, un hijo, un heredero. Colmó a la reina de grandeza, tanto, que la nombró su concejero personal, su "alma", la llamaba él.
Pasó el tiempo, y la continuidad de la dinastía seguía firme, tanto como el oro, tanto como el acero de las espadas.
El entonces Rey Arturo, ya no era rey. Pero entonces, ¿Quién sería el siguiente heredero? ¿Quién llevaría la carga de tan grandioso imperio en la espalda? El joven Rey Leónidas, su bisnieto, de apenas 25 años.
Rey poderoso, astuto, valiente, y fuerte. Tenía el amor de su pueblo, pues desde príncipe, junto a su padre el Rey Edmund, rigieron el reino como su antepasado, el Rey Arturo lo había hecho.
Ya iban dos años de su reinado, y había ganado más de 10 batallas. No le faltaba nada, o al menos eso creíamos... Su esposa, la ahora Reina Hipólita, no podía concebir hijos. Su vientre estaba seco como las hojas del otoño, seco como las hierbas del té, tierra infértil, eso tenía. "¿Qué pasaría ahora?" se preguntaba Leónidas, "decepcionaré a mi dinastía" pensaba. Puesto que creía que era su culpa, ya que no había amor en su matrimonio, solo respeto y deber. Deber de procurar que su tan aclamado reino, continúe.
