0.24 ℂ𝕒𝕖𝕝𝕦𝕞

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Estaré en donde escuché tu voz.

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5 días antes.

Cuando un día más estaba por llegar a su fin y su horario de trabajo había terminado, prefirió caminar en lugar de ir por su auto

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Cuando un día más estaba por llegar a su fin y su horario de trabajo había terminado, prefirió caminar en lugar de ir por su auto. 

Era casi medianoche y sólo algunos locales que estaban abiertos daban vida a las calles, junto a algunas pocas personas que caminaban tranquilamente por el pavimento, sin prisa alguna, como si nadie estuviese esperando por ellos en casa. Él era una de ellas, un transeúnte más que caminaba con las manos en sus bolsillos y la cabeza gacha, pateando la nieve que se interponía en su camino mientras sentía las fuertes ráfagas de aire contra su rostro que solo anunciaban una nueva llovizna, una como el pasado día.

Cuánto más avanzaba más solitarias eran las rutas, nulos peatones, menos locales abiertos, más oscuridad; y él, no sabía a dónde iba ni cuanto más avanzaría pero seguía haciéndolo, quería, solo por un momento, despejar su mente, deseaba que su cabeza pudiera quedar en blanco o transparente como lo eran los vagos copos que descendían, pero todo seguía reproduciéndose como una cinta vieja de película… se repudiaba, sentía estar en la brecha entre lo malo y lo echado a perder y le aterraba no poder pensar que era mejor que eso, estaba tan compungido que sí pudiera ocultar hasta su sombra lo haría.

Unos cuantos metros más y se detuvo en seco observando un árbol de navidad en medio de una plaza, allí, las calles que rodeaban el centro no solo estaban vacías, también se sentían frías, las paredes y los suelos seguían adornados por la nieve que no daba indicios de comenzar a derretirse, no obstante, cada rincón del lugar reflejaba los múltiples colores de las luces navideñas colgadas por cualquier sitio al que pudieran sujetarse, de alguna forma era agradable verlas.  Así que, cuando sintió no tener las fuerzas necesarias para seguir avanzando, se sentó en una banca de acero para contemplar el lugar y, sólo ahí, se dio cuenta de que era el único idiota sentado en medio de la nada, el único Imbécil que no merecía algo mejor que eso. Fue estupendo ver como todo a su alrededor brillaba, menos él y el oscuro cielo nublado.

Allí sentado y con el afán de querer ganar algo de calor frotó sus dos manos para después pasarlas por su rostro y luego soltó un corto soplido, pero, nada cambiaba, nunca lo hacía.

Hartó, tomó de su bolsillo una cajetilla de cigarros que había tomado esa mañana de su departamento, sus dedos sujetaron uno de los cilindros y sin dudar lo guió hasta sus labios, sosteniéndolo con los mismos hasta poder encenderlo y después dejando que el humo albergara el fondo de sus pulmones al momento de aspirarlo.

«Impotencia».

Esa fue la razón por la que volvió a bajar la mirada hasta sus pies, con sus pensamientos quedando en el mismo lugar de siempre.

Su mano alejó el rollo unos segundos mientras fruncía los labios, sintiendo la resequedad de estos. Luego apoyó los codos en sus rodillas, quiso levantar la vista de nuevo, pero no sabía a dónde mirar ni en qué pensar una vez que traté de apartar a Izuku de su mente. Simplemente la importancia de las cosas era jodidamente inferior cuando las comparaba con él.

SEMPITERNO  [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora