🏮1: En la mañana, durante la tarde y en la noche.

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Cuando una persona se muere, el alma es sometida a un juicio con base a sus experiencias, en consecuencia, ser partícipe en el ciclo de la reencarnación, o, ser un alma muy obstinada y quedarse en la Tierra; volverse un fantasma y acabar viviendo —irónicamente hablando— en la bulliciosa "Ciudad Fantasma". Nadie le ha dado un nombre mejor, su actual rey, el señor Fong, no tiene imaginación para ponerle otro nombre. Wei Ying ha pensado en varios, ojalá llegue un nuevo rey fantasma y le pateé el culo al actual.

     Wei Ying está muerto. Wei Ying fue obstinado. Wei Ying es un fantasma.

     Wei Ying sonreía con los brazos en la espalda, analizando qué desayunar. Con frecuencia desayunaba con las chicas. Hoy no, ya que, en específico, hoy se sentía bonito, quería que los fantasmas lo viesen. Que lo admiraran y supiesen de ante mano que pocos podían tenerlo por una hora. A veces menos, pero eso no era su culpa. La resistencia de algunos clientes es precaria.

     No traía adornos en el cabello a excepción de una sencilla cinta blanca con adornos de nubes que sujetaba su largo pelo negro como la tinta, y un hanfu bruno con un cinturón gris. Exacto, se veía hermoso sin tantos artilugios encima. Pensarlo lo puso de buen humor, ensanchó su sonrisa. Estaba orgulloso, varios fantasmas de muchas formas y colores lo miraron, algunos de reojo y otros más del tiempo permitido. Infló el pecho, caminó alegre al único restaurante decente del lugar.

     En ciudad fantasma, las veinticuatro horas del día se estaban a obscuras, por lo que para diferenciar del día y la noche, la ciudad estaba repreta de linternas de papel de arroz colgados en puestos, a veces sobrevolando en las calles.

     Por la mañana, las linternas se encendían de un agradable amarillo como el de una antorcha temblando y apenas refulgente.

     Wei Ying siguió caminando por unos veinte minutos, llegó a un restaurante semi vacío, el dueño era un hombre con cabeza de perro llamado Zheng, era el único lugar donde la comida no se veía sospechosa o contenía piernas humanas. El dueño, que lo conocía de años, le sirvió tofu picante. Wei Ying le agregó más ají y se lo comió gustoso. Habló un poco con Zheng y se rio de las anécdotas de uno de los cachorros del tendero.

—Estoy ahorrando —dijo Zheng, era demasiado temprano, por lo que no tenía que atender a muchos—, un día voy a ir al Palacio Flor de Loto, estando allí, pediré tus servicios.

—Que no te oiga tu esposa —le respondió Wei Ying con una tensa sonrisa—, no quiero que venga gente ruidosa a molestar al palacio. Puedo sentir la mirada asesina de tus siete hijos apoyando a su madre.

     El hombre con cabeza de perro se rio a carcajadas, también Wei Ying.

—Incluso si me deja infértil de una patada, lo vale.

     Internamente, deseó que Zheng jamás lograra reunir el dinero para verlo, porque sabía que su pequeña amistad se quebrajaría. Él no lo quería.

     Durante la tarde, las linternas cambiaban de amarillo a un color naranja atardecer. Wei Ying decidió dejar su partida de mahjong con una viejita con patas de pájaro y emprendió su partida devuelta a casa.

     A estas horas apoyaba a sus compañeras a arreglar sus cuartos, a limpiar, o les ayudaba a elegir un vestuario y maquillaje. No era su responsabilidad. Mas siempre lo ha sentido como tal. Wei Ying era una persona privilegiada dentro del Palacio Flor de Loto. Tenía su propia habitación en el quinto piso, libertades que las demás no poseía y tenía permitido abstenerse a realizar tareas o quehaceres.

—Dos clientes han solicitado mis servicios —le dijo Xin qian, feliz, mientras colgaba la ropa.
    
     Xin qian era una mujer bajita de tez clara y ojos tristes. Wei Ying la conoció al mismo tiempo que madam, llegaron juntos a Palacio Flor de Loto. Xin qian era en extremo tímida e introvertida, por lo que no tenía muchos clientes. Que tuviese dos en una misma noche era motivo de alegría.

El bello hombre de madam Jia Li | Mo dao zu shi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora