꧁Un príncipe que todos desean, un heredero que todos anhelan.꧂
Suelen decir que las cosas suceden por algo, porque el destino fue el que decidió por ti. Pero a veces, duele tanto aceptarlo que intentas ir en su contra.
Y vaya que eso te costará bast...
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=Narrador en primera persona=
~Samuel~
—Que sueño.. —musito apenas abro mis ojos, para luego darme cuenta que no me encontraba en mi habitación.
Apenas me acomodo escucho un quejido de Fargan. Al parecer lo había despertado.
Al verlo suelto unas risa al recordar todo lo de la noche anterior. A veces solía pasarme un poco, y más en estos días que he estado bastante estresado.
—Sam~ —susurra al sentir que me levanto de la cama.
—Lo siento Fargan, pero ya me tengo que ir —le digo para tomar mis ropas que estaban tiradas en el suelo y así empezar a vestirme.
—Quédate un poco más... —pide abriendo sus ojos para verme.
—Sabes que no puedo —termino de colocarme la ropa interior para seguir con la camisa de lino.
—Está bien —le oigo refunfuñar antes de sentarse— esto se repetirá, ¿no es así? —sonríe.
—Sabes que si —termino con la camisa para tomar el vestido— pero recuerda...
—Sin compromisos, lo sé —pone sus ojos en blanco— de todos modos ya tengo mis ojos puestos en ese bello Omega de ojos azules.
—¿Hablas de Alex? —le pregunto para terminar de ponerme la falta y agarrar mi corsé.
—Estas en lo correcto.
—Si te gusta te ayudaré.
—¡¿Enserio?! —se le notaba lo emocionado que estaba por escucharme.
—Si —asiento con la cabeza y me coloco el corsé.
—¡Que buen amigo eres Vegetta! —dice feliz.
—Deja de decirme así Fargan... —le pido un poco avergonzado.
—¿Y por qué no te gusta? ¡Si te queda perfecto! Más perfecto que ese corsé que te estás poniendo —muerde su labio inferior haciéndome reír.
—Fargan... —le reprendo, a lo que el contesta con una risa.
—Vale, vale, gracias de nuevo —se levanta para recoger su ropa y empezar a vestirse.
—Crees que.. ¿puedes ayudarme? —le pregunto un poco tímido.
—¿Eh? A si, si, claro —escucho como sus pasos se acercan hasta quedar a mis espaldas— ¿necesitas que te ayude a colocarte el corsé, no? —pregunta.
—Si, por favor.
—Vale —dice tranquilamente y toma los cordones para empezar a meterlos en los orificios— ¿sabes que cuando hago esto me siento tranquilo? —pregunta de la nada.
