Prólogo ✓

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Todos nos preguntamos qué es amor y mientras algunos hablan mal de esa emoción debido a malas experiencias; otros comentan que es el sentimiento más poderoso de todos, capaz de cambiar a las personas y de parar el tiempo cuando te encuentras con la indicada.

Hay algunos que dicen que es la persona destinada para ti si escuchas campanas durante el primer beso.

Esas campanas no las escuché en el primer beso con ella. Ya quisiera tener la suerte de besarla, de hacerla mía, de al menos intercambiar un saludo. Esas campanas de iglesia las escuché justo cuando pasó al frente de la biblioteca sin mirar al costado, como si ese edificio no existiera. Aunque también pude haber escuchado eso debido a que al frente hay una iglesia, pero eso no importaba.

Me encontraba en mi asiento habitual junto a la ventana cuando la vi. Era la chica más bella que había visto, tan segura de sí misma que te daban deseos de estar a su lado con la esperanza de robar un poco de esa seguridad. A pasos decididos caminaba, como si fuera dueña del mundo. El pelo castaño y suelto se movía con el aire haciendo que se viera mas bella aún si fuera posible.

Días no, semanas o tal vez fueron meses; no estoy seguro, solo sé que pasé mucho tiempo siguiéndola con la mirada cada vez que pasaba frente aquella ventana de la biblioteca.

Tuve la suerte de que mi ángel fuera al mismo instituto que yo. Cuando la vi entrando al mismo salón que el mío me dieron ganas de gritar, saltar, bailar, cantar; aunque eso no iba conmigo. Y hablando de ser pesimista, un futuro entre ella y yo era imposible, tan imposible como que existieran los alienígenas.

También era una chica bastante sociable. En muy poco tiempo se convirtió en la presidenta escolar, organizando todos los eventos y fiestas posibles. Y teniendo en cuenta que yo era un ratón de biblioteca nunca se fijaría en mí.

Lo confirmé cuando vi los chicos con los que se relacionaba; generalmente eran deportistas, aunque también los más inteligentes pero que no dejaban de ser populares. Obviamente, todos en un nivel mucho más alto que yo.

Y le he hablado, no crean que porque me siento inferior a ella no le hablo, pero lo he intentado y solo sigue su camino como si no estuviera ahí. Pero no puedo negarlo, a pesar de todo me sigue gustando.

Ella, Sofía Montes, me seguía gustando con el alma.

Un día, uno muy normal lleno de las mismas rutinas, decidí ser valiente. Tenía las de perder, y demasiado; pero no me importaba, me arriesgaba sin importar el dolor de sus palabras. Así me había enseñado mi padre y no lo iba a decepcionar desde arriba en el cielo.

Ella se encontraba sola en el estudio de canto organizando unas partituras desde el centro del salón; porque sí, aquella chica angelical también cantaba y con su voz te enviaba al mismísimo paraíso.

—Ho_hola—. tartamudeo cuando ya me encuentro frente a ella.

—¿Que quieres, Nate?— dice aún sin mirarme, concentrada en organizar aquellos papeles.

Mientras tanto, yo me quedo sin palabras. Podría jurar que por un instante mi corazón se detuvo porque ella, la chica que robó mi corazón con solo pasar por mi vida, sabía mi nombre.

—Me gustas, Sofía.— le digo sin rodeo alguno y ella comienza a reír.

En realidad, vine sin ningún discurso planeado por lo que llegado el momento no supe qué decir. Podría considerarse algo tonto de mi parte pero cuando decides ser valiente y salir de tu zona de confort actúas sin pensar, sin planear, simplemente son tus instintos los que responden por ti. Es como si algo dentro de tu inconsciente supiera qué hacer ante este tipo de situaciones, aunque ahora mismo yo no tenía idea de nada.

—¿Y que quieres que haga con esa información?, ¿que esté contigo? No me mereces, nerd— dice aún en su ataque de risa.

No exagero si digo que escuché los pedazos de mi corazón fragmentarse de solo escuchar su burla. Es verdad que vine aquí esperando lo peor, pero aún así duele escuchar sus palabras. Sin embargo, se me ocurre una idea de repente –de esas locas–, y no dudo en ejecutarla sin pensar bien en ella.

—No lo sabes, no me conoces como para saber si te merezco o no.

—Nadie te conoce, Nate, y esa es una razón suficiente para mí.

—No tengo que ser popular para estar a tu nivel, Sofía. La popularidad es solo un fragmento pequeño e innecesario para completar el rompecabezas que es la vida. Lo importante es que te sientas bien conmigo aún después de conocerme y de qué encuentres en mí, sobre todas las cosas, un amigo en quien confiar y en el que te puedas apoyar— le respondo y suspiro, para luego proponerle la idea—. Es más, hagamos un trato.

Me mira atenta esperando a que siga hablando. Que bien, al menos ya tengo su atención.

»Solo dame diez oportunidades. Si luego de diez citas aún no sientes ni lo más mínimo por mi entonces hacemos como que está conversación no pasó, seguimos cada cual por nuestro lado.

La observo, esperando atento su respuesta, deseando que un "sí" salga de sus labios. Su mirada se torna pensativa, analítica; como si estuviera analizando los pro y contra de aceptar o no mi propuesta. Los segundos pasan y cada vez me siento más nervioso por la espera, hasta que al final sonríe y me ofrece una mano.

—Trato hecho— me dice y a pesar de todo me sorprendo.

—Trato.— acepto su mano y sellamos el acuerdo.

Yo, Nate Bell, iba a luchar por esa chica y la iba a conquistar. Pero lo más importante, luego de que termine el trato ella no se va a alejar de mí.

Diez oportunidades ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora