Oportunidad 10

17 9 23
                                    

Sofía Montes

Hoy era la última oportunidad y no quería que ni siquiera empezara.

Nunca pensé que me fuera a sentir así por un chico nerd, pero hemos pasado tantos momento juntos que atesoraré toda mi vida. Aún recuerdo cuando se acercó a mí en el salón de prácticas para el concierto que se va a realizar en un mes, se veía tan inseguro de si mismo y estoy segura de que estaba muy nervioso por la conversación que iba a tener conmigo, pero de un momento a otro reunió toda su seguridad y me propuso aquel divertido trato de las diez oportunidades.

¡Y cuánto le agradezco eso!

En todo este proceso de oportunidades he conocido y aprendido más de lo que creí. Me enseñó cosas tan simple como que la popularidad no define a una persona con pedacitos de él que de a poco me mostraba. Desde el momento en que comprendí aquello vi con otros ojos a los alumnos en el pasillo. El modo en que se relacionaban las personas era algo muy bonito de ver, una chica cargada de libros podía ser ayudada por el chico al que no le importaba nada de la vida. A veces tenemos que aprender que hay mejores cosas en la vida y que la popularidad es tan solo un grano de arena de toda una costa.

Ya hoy es nuestra última oportunidad, la última cita en la que le tengo que dar una respuesta. Y en el fondo sé que él ha ganado, que él había tenido razón al decirme ese día que luego de todo esto me iba a sentir bien con él.

Porque a pesar de todos esos malos ratos como la tarde en la librería o el hecho de que una paloma hiciera sus necesidades al pasar sobre mí –en los que él no tenía culpa alguna y actúe como idiota–, los momentos bonitos son los que sobresalen. Aquel atardecer que vimos en el mirador, o la alegría con la que vivían aquellos ancianos en el salón de hospital en el que está la abuela, o la pequeña sorpresa que me dió el día anterior por mi cumpleaños. En esa última oportunidad la pasé muy mal, pero al recordar que fue una sorpresa para mi y que reunió a las personas que más quiero es inevitable que una sonrisa se me dibuje en el rostro.

— Sofía, ya llegó Nate.— me avisa Elisa con un toque en la puerta.

Me miro por última vez en el espejo sintiéndome satisfecha con mi vestido azul de tiras y los botines negros que combinan con él, por lo que agarro mi bolso y salgo preparada para nuestra última oportunidad.

Como siempre, me lo encuentro jugando con el pequeño Emilio. Esta vez están con los trencitos y él hace un sonido con los labios simulando ser el sonido del tren haciendo reír al niño, y también a mí. Escucha mi risa, deteniéndose y al mirarme su típica sonrisa amplia se dibuja en su rostro.

—¿Nos vamos?— me pregunta y yo respondo con un movimiento positivo de cabeza.

Al igual que todas las oportunidades anteriores no conozco el lugar al que vamos. El trayecto transcurre en silencio, pero de esos cómodos en los que paso el rato mirando por la ventana, tratando de adivinar el destino de hoy. Tal vez no soy la única que quiere que esto no acabe, tal vez los dos queremos seguir con las oportunidades.

Cuando se detiene, no me puedo creer dónde estamos. Él me mira, esperando por mi reacción, pero yo lo único que puedo hacer es reír. No recuerdo cuándo fue la última vez que vine a un acuario.

—¿No estaríamos ya lo suficientemente grandes como para venir aquí?— digo señalando el sitio cuando termino de reír.

—Nunca seremos lo suficientemente grandes para algo. Si quieres divertirte que nada te detenga; ve a un parque de niños y compórtate como uno si quieres, ve al zoológico o al acuario a ver animales si quieres. Que nada ni nadie te detenga alguna vez para hacer lo que quieras, Sofía.

Su respuesta me deja sin palabras. A veces le hago este tipo de preguntas en modo de broma, pero siempre me deja sin palabras con las respuesta que me da.

—A veces eres demasiado nerd, Nate.— le digo para molestarlo y salgo del auto para dirigirme a la entrada del acuario.

Siento cómo cierra la puerta detrás de mí y luego su voz, mientras me persigue.

—¿Cómo se puede ser demasiado nerd, Sofía?

Me encojo de hombros, divirtiéndome de estas cosas sencillas, como siempre sucede. Me volteo y le regalo una sonrisa que intenta ser una como la suya, de esas amplias que solo transmiten felicidad, porque eso es lo que siento justo ahora.

— Siendo tú.— le contesto y me vuelvo a dar la vuelta para llegar a la entrada del lugar.

El lugar en cuestión es muy azul, y cuando digo muy es porque probablemente están todas las tonalidades de ese color. Las paredes, el suelo, las cafeterías y edificios exteriores, los carteles....todo es azul.

En cuanto entramos actúo como una niña por completo. Comienzo a dar saltos por el lugar, emocionandome de cada cosa que veo y llevando del brazo a Nate cuando encuentro algo que quiero ver más cerca. Cada vez que le agarro el brazo se ríe y me pide que no corra tanto, pero como él mismo me dijo, no puedo dejar que nada me detenga; por lo que sigo brincando en el lugar y expresando mis emociones a gritos cuando algún animalito hace algo.

Pasamos así toda la tarde y no puedo evitar decir que esta ha sido la mejor de todas las oportunidades. Recordar tu niñez y qué era ser niña puede ser una de las mejores cosas que te pueden suceder.

Cuando comienza a atardecer nos sentamos en una de las mesas que hay en el exterior de una cafetería para comer alguna de las hamburguesas que ofrecían.

Yo sé que el momento final está por llegar, que falta poco para darle una respuesta que lo decidiera todo. Creo que por esa misma razón me encontraba masticando con lentitud aquella comida.

Nos mirábamos mientras comíamos en silencio, las palabras quedando atascadas en nuestras gargantas son atrevernos a ser los primeros que hablara. Fue en el postre cuando lo sentí carraspear, lo cual hace cada vez que está nervioso y quiere decir algo.

—Esta fue nuestra última oportunidad— dice tomando de su batido.

—Lo fue— le respondo, seguramente estando el doble de nerviosa que él.

De repente comenzamos a reír. Nunca, ni siquiera al inicio, habíamos estado tan nerviosos e incómodos cerca del otro.

—Hoy se acaba nuestro trato, esta es la última de las diez oportunidades. Hoy me tienes que dar una respuesta, Sofía.— termina diciendo lo que sabíamos desde que comenzó este día.

—Yo sé, y ya tengo la respuesta.— le respondo pero con la misma lentitud con la que me comí la hamburguesa me termino mi batido.

Los nervios están por todo mi sistema, siento que voy a explotar de tantas emociones que están ocurriendo dentro de mi ahora mismo; pero tengo muy claro la respuesta que quiero darle, y creo que la tengo desde hace mucho tiempo.

—En realidad, nunca creí que me fueras a gustar tanto. Para mi siempre fuiste el chico nerd que se paseaba por los pasillos con sus libros clásicos y no sabía nada de relaciones sociales, pero me has demostrado todo lo contrario— me escucha muy atento, a pesar de que estoy dándole vueltas al tema, y eso es algo que me gusta mucho de él—. Sin importar cómo fue que comenzamos lo he pasado muy bien contigo, me he sentido cómoda a tu lado y he logrado confiar en ti.

»Me has dado una lección de vida muy importante, Nate. Me enseñaste a no juzgar a un libro por su portada, que debo de leerlo a fondo y tratar de entenderlo porque no todo es como aparenta ser. Y mira todo lo que he cambiado a tu lado que estoy comparando a las personas con libros. ¡Con los libros!

Reímos juntos por lo anterior dicho, recordando nuestra primera oportunidad en la librería cerca del parque. Fui una idiota dejándolo solo esa tarde, debí haberme quedado y dejarme conocerlo.

—En conclusión, Nate, me has enseñado muchísimo y te lo agradezco por eso. Lo he pasado muy bien contigo y me ha gustado cada segundo que hemos pasado juntos.

—¿Cuál es tu respuesta, Sofía?— me interrumpe, notando que iba a seguir dándole vueltas al asunto.

Sabía cuál era mi respuesta, ambos lo sabíamos así que con una sonrisa en el rostro se lo digo, cambiando todo entre los dos.


Diez oportunidades ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora