Oportunidad 5

20 11 26
                                    

Sofía Montes

Ahí se encontraba él, mirando al mar como si fuera lo más valioso y aterrador al mismo tiempo. Y tal vez era cierto, su inmensidad era algo que atraía como un imán y tenía tantos peligros escondidos en el fondo.

Y así me sentía yo, como si mirara lo más valioso y aterrador a la vez. Lo que estaba sintiendo por él era algo tan nuevo que asustaba y no sabía cómo reaccionar a esos cambios. Con tan solo una mirada todo en mí se alteraba. Los latidos de mi corazón, la respiración, todo. Y le tenía miedo a ese todo.

Nate estaba haciendo conmigo algo, no sabía qué, pero cualquier cosa que estuviera haciendo le estaba dando resultado.

Me tenía como quería y no tenía modo de negarlo.

—Si quieres puedes dejar de mirarme e ir al agua— dice manteniendo la vista en el mar—. No me molesta que me mires tanto pero creo que a lo que viniste fue a bañarte en el agua.

Idiota, no tengo otra palabra para describirlo.

Sin decirle nada me doy la vuelta para entrar en el agua deteniéndome cuando esta llega un poco más arriba de mi cintura. Cuando vuelvo a mirar el sitio donde Nate está, no lo encuentro.

Lo empiezo a buscar sabiendo que no me dejaría sola, pero no lo veo por ningún lado de la playa. Estoy a punto de salir del agua cuando por detrás alguien me agarra de la cintura.

Grito con fuerza tratando de salir de mi secuestrador, el miedo se apodera de mi y estoy a punto de darle en su zona baja cuando me susurra al oído.

—Tienes que dejar de ver series de misterio.

Su voz me calma, pero solo por un instante. Cuando recuerdo el susto que me acaba de hacer pasar en tan solo unos segundos, una ira se apodera de mí.

—¡Idiota!— comienzo a gritarle repetidamente, y me giro para golpearle.

No paro de darle golpes en el pecho en un intento fallido de calmarme. Ya yo imaginaba que alguien me iba a secuestrar, violar y dejar abandonada en la zona más solitaria de esta playa.

—Solo estaba jugando.— dice agarrando mis puños ya débiles y riendo.

Todavía tiene el descaro de reírse aún cuando estoy llorando.

—Pero con esas cosas no se juegan, Nate.— le digo sorbiendo la nariz.

Me intento soltar de él para alejarme y comenzar un plan de ignorarlo hasta irnos, pero él hace lo inesperado. Me abraza.

Pasa sus brazos por mi cintura y una de sus manos la desplaza por mi espalda, de arriba a abajo, tratando de calmarme. Y logra eso y mucho más.

Me siento protegida en sus brazos. Hacía tiempo que alguien me abrazaba, ya hasta había olvidado eso. Me calmo aún en su cercanía esperando que sea un abrazo eterno, no quiero que se acabe algo tan hermoso y simple como esto.

—Todo bien, no lo vuelvo a hacer.— me promete y yo le creo.

Lo miro para responderle pero su rostro me hace olvidarme de toda palabra. Él me está observando con tanto amor y ternura, como si yo fuera algo frágil y hermoso, como si fuera lo único en su mundo.

Quiero besarlo, ese pensamiento pasó por mi cabeza. Y en ese momento creí que era lo más inteligente que podía pensar, porque lo iba a besar, sin importarme nada. En ese momento olvidé que era un nerd nada popular y yo la presidenta escolar muy popular. Olvidé que quería concentrarme en la escuela antes de relacionarme con algún chico. Lo olvidé todo.

Estaba decidida a besarlo y él solo me miraba esperando por mi decisión. Veía en sus ojos que él también quería ese beso como yo.

Pero unas voces lejanas que parecían ser conocidas para Nate, nos interrumpen.

Diez oportunidades ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora