K4

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—¡Noah! ¡Noah!—Me levante gritando.

Tome mi cuello, sentí como algo me pinchaba en brazo. Un suero. Llevaba un oximetro de pulso en el dedo índice, ropa de hospital y un respirador.

Arranque el respirador, me arranque el suero y me levante de la cama. Me maree al instante y por unos segundos todo fue negro. Me sostuve de las barandas de la cama de hospital, y arrastre mis piernas dormidas.

—¡Ah!—Grité de manera muda, viendo el yeso en mi pierna izquierda.

Trate de dar dos pasos pero fue inútil, cayendo hacia delante sobre mi propio cuerpo.

—¡ah!—Solté otro gemido de dolor, esta vez el dolor provenía de mi estómago.

Los recuerdo se agolparon en mi mente como pantallazos dolorosos y no pude evitar volver a gritar, tendría otro episodio.

—Oh, mierda. —Alguien maldijo, se oyeron sus pasos hacia mi.

Cubrí mis orejas y cerré los ojos con fuerza.

—Raven, tranquila. Tranquila. Soy Aden, no te haré daño. Tranquila. —Dijo arrodillándose frente a mi. —Rav, descúbrete y mírame.

Tomo mis muñecas con cuidado, me resistí al principio, pero Aden me tocaba con cuidado, asique finalmente descubrí mi rostro y abrí los ojos, hallando sus ojos gris azulados frente a mi.

—Tranquila. —Acarició con sus pulgares mis muñecas, dejando mis manos a los costados de mi cuerpo.

Pareció por su segundo, volver a tener 7 años y estar calmándome en mis ataques de miedo. Estaba frente a mi, con su dulce mirada, su cabello castaño que, con el reflejo del sol volvía a ser rubio y una expresión cálida, afectiva.

—Noah... —Murmure sin aliento, mientras mis ojos se llenaban de lagrimas.

Aden suspiro con un rostro triste, consternado. Tomo mi hombro y se acercó lentamente a mi para abrazarme. Yo estaba sentada y él igual, frente a mi.

—Lo sé, Ray, lo sé. —Acarició mi cabello, suspirando de forma sonora. Parecía genuinamente afectado.

Decidí rodearlo con mis brazos y sollozar en su hombro. No sé cuánto tiempo transcurrió, solo se que se congelaba mientras él recorría mi espalda desnuda con sus dedos, de forma delicada. Era reconfortante, pero el vacío en mi interior era algo que me estaba destruyendo.

Un mes había pasado ya desde que yo estaba internada, del cual 3 semanas estuve en coma. El día que desperté, lo primero que vi fue a Aden, recostado en un sofá, con una expresión ruda pero dormido. Lo siguiente fue a Esteban sentado en una silla a mi lado, con sus papeles de trabajo, un café, si maletin. Se había quedado dormido ahí, trabajando.

No hablé. La única palabra que podía emitir era el nombre de mi mejor amigo, de quien no me daban respuestas.

La única emoción más allá de la rabia, fue el llanto, con Aden, en este preciso momento.

Y es la última vez que me lo permitiré.

Me separé de Aden y me puse de pie, como pude, evadiendo por completo su contacto.

—Raven... —Dijo frustrado por no podes ayudarme. Lo ignore y volví a mi cama.

Me senté allí y coloqué un almohadón entre mis piernas para que Aden no viera mi feminidad. Elevé las rodillas y escondí mi cabeza entre ellas, abrazándolas.

—Lamento lo que sucedió, pero no puedes seguir así. —Comentó con incomodidad, como si le hubiera costado ganar ese valor.

Lo mire, con una mirada asesina, fría. Cruda.

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