Uno, dos, tres...
Contaba los segundos sumergida en el agua tibia. De fondo, podía oír la música, los bajos y las guitarras de aquella canción me brindaban paz interna.
In my head - Bedroom
Podía aguantar hasta 45 segundos debajo del agua, antes de que mi cuerpo se desesperara por algo de aire. Pero entonces, la necesidad de más, la necesidad de ahogarme a mi misma, me consumían de nuevo, e intenté permanecer por más tiempo allí. Mis manos se apretaban con fuerza a los costados de la bañera, podía sentir mis nudillos adormeciéndose.
Recuerdo cuando tenía catorce años, papa había dejado de ser una persona tan responsable y me dejaba beber cerveza con él. Ante la vista de otros, parecíamos más hermanos que padre e hija, especialmente porque nos parecíamos mucho físicamente y, entre que papa era joven y lucia mucho más, y yo que a mis 14 ya estaba bastante desarrollada, y parecía mayor, la diferencia de edad para algunos era escasa.
Cómo sea, yo bebía cerveza con papa y, adorábamos un horario específico en la tarde, en la orilla de la costa, cuando nuestras labores del día llegaban a su fin, nos sentábamos frente al mar a beber. Recuerdo que, siempre hacíamos preguntas estupidas que conducían a charlas profundas. Amo... amaba eso de él, la capacidad de poder hablar de lo que sea, era una persona sumamente brillante.
—¿Preferirías morir ahogada o quemada?—Inquirió con la mirada fija en el horizonte. Su voz era tan pacifica, pero cargada de intriga.
—Papá. —Regañé empujando su hombro con el mío, mordí mi labio inferior y él rio tranquilo. Reacomodó su gorra hacia atrás.
—¿Qué, Winnie? Es en serio. —Aseguró con una sonrisa brillante. El aro brillante en su labio inferior reflejó la luz del sol poniéndose.
Fruncí el ceño y resoplé con exageración. Le di un sorbo a mi cerveza.
—Ambas suenan horribles pero, definitivamente no me gustaría morir quemada. —Alcé las cejas con dramatismo, mi mirada se perdió en el horizonte, como la de papa.
Sin darme cuenta, papa me coloco su gorra. Me quedaba grande. Pasó su mano por mi hombro y me abrazó de costado. Yo llevé una de mis manos hacia sus rizos rubios dorados y tomé un mechón, jugueteando con él.
—¿Y tu?—Pregunté a pesar de que no me guste la idea de papa ahogándose o prendiéndose fuego.
—Quemado. —Respondió rápidamente.
Me separé de forma brusca y lo miré con mis cejas hundidas y una expresión de enojo. El volvió a reír de forma tranquila.
—Piénsalo bien, de esa manera siempre estaré contigo. —Señaló aunque, carecía por completo de sentido. Y la confusión en mi rostro era evidente, porque él soltó una carcajada y se acomodó, enfrentandome, dispuesto a explicarse. —Si muero quemado, espero que las llamas me consuman por completo y mis cenizas vuelen por los aires. Llegaré hasta ti, y siempre podré cuidarte. Esté donde esté.
La forma en la que lo explicaba, con entusiasmo y amor, me producían dos cosas: miedo y ternura a la vez.
—Necesitas terapia, psiquiatría, todo. —Dije con una risita. Él rodó los ojos pero mantuvo una sonrisa firme.
Yo continue riendo pero, él se me quedo viendo con aquella sonrisa.
—¿Qué?—Dije calmando mis carcajadas.
Él negó con la cabeza y acomodó mi cabello desordenado por la brisa veraniega, de esas que advertían que el verano se estaba marchando.