La muerte y la guerra tienen muchas caras

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Melione estaba paseando sola por los alrededores del campamento improvisado de los inmortales

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Melione estaba paseando sola por los alrededores del campamento improvisado de los inmortales. Pasó la mano sobre uno de los troncos muertos del bosque, sintió la aspereza de aquel ser vivo y se lamentó.

Toda aquella destrucción era culpa de los humanos, de los gobernantes corruptos que mataban su propia tierra por su avaricia y codicia. Los odiaba a todos, odiaba a su familia por haberse resignado a una vida de completa inmundicia y sin ninguna aspiración en la vida. Estaban mejor bajo tierra sirviendo de abono que poblando la tierra y acabando los pocos recursos que había.

Su corazón se había endurecido hacía los humanos, y hacia cualquier ser vivo que destruyera la naturaleza, el preciado don de la vida. En aquel momento odiaba a todo ser viviente que se cruzara en su camino, exceptuando a Nathair.

La cual le había abierto los ojos hacía como era en realidad todo el mundo, una panda de egoístas y miserables. A lo mejor se escapaba alguno de todo aquello, como su hermano, pero era imposible que no acabara corrompido por la sociedad.

Lo único que era perfecto e inigualable era la naturaleza que se regía por su propio mandado y orden. Cerró los ojos ante ese pensamiento y decidió darle a aquel árbol un poco de la magia que le quedaba.

Un brillo verde salió de sus yemas y se introdujo dentro del tronco. Al instante, las hojas comenzaron a brotar sanas y verdes de las ramas. Ella sonrió y se dio la vuelta para dirigirse al campamento.

Era de noche, se había pasado todo el día sola recorriendo el pueblo y los alrededores. Observando a la gente, y viendo su carácter y su forma de actuar. No sabía dónde había ido su hermano después de salir de la casa , pero esperaba que estuviera bien. Era el único que le importaba.

Nunca se había fijado en los demás habitantes del pueblo, siempre había estado perdida en sus propios pensamientos. Divagando sobre la magia y su odio hacia los seres mágicos. Pero aquella mañana se había pasado por su antiguo pueblo y había visto la brutalidad y el odio de sus corazones.

Como cerdos muertos de hambre que se peleaban por un trozo mohoso de pan había comprobado su pensamiento mezquino y los había odiado a todos. Pero no los culpaba directamente, su situación venía dada por los lores que dirigían cada sección de tierra. Y ese era su nuevo objetivo, liberar a los humanos del yugo de los poderosos y restaurar los dones de la tierra de una forma equitativa para todo el mundo. Y sabía cómo debía de conseguirlo, para ello debía de hablar con Nathair.

Fue hacía el campamento el cual podía vislumbrar por el brillo de las varias fogatas que se había hecho. Los inmortales necesitaban calor para poder vivir, dado que se adaptaban a las temperaturas y en aquel bosque maldito hacía demasiado frío.

Oyó un sonido, una capa que siseaba al pasar por encima de las raíces y de la tierra. Cogió el puño de su espada, pero no lo desenvainó esperando a ver qué sucedía.

Trono de escamas y almas perdidas [Legado Inmortal 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora