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Seungcheol.

— Entonces, ¿esto es todo? Después de seis putos meses en los que decías amarme, ¿es así como va a terminar?

Seungcheol no lo miró, no podía de todos modos. Sabía que no estaba siendo justo, que era una mierda, después de todo él mismo se había metido en todo este lío. 
Joshua se rió.

— Realmente... ¡no puedo creer que te hice caso cuando dijiste que me querías!

— No te mentí, sí te quiero. —En ese momento Cheol dió la cara, aunque estaba mintiendo. No lo quería, no como a Jeonghan.

Qué pensaba, a Jeonghan lo amaba. Era el sol de sus días, seguía siendolo, aún tras todo lo que había pasado.

— Mentira, Seungcheol. Todo contigo siempre es una farsa. —Se acercó a él y lo empujó, cosa que se dejó hacer, no iba a interferir en la ira de Joshua—. Es por él, ¿verdad? ¿Crees que te ama aún después de saber lo que hiciste conmigo? Estúpido es un título muy pequeño para ti.

Lo miró en silencio, resignado a sus palabras. Sabía que el contrario lo amaba, sabía que estaba que hervía de ira y que probablemente nunca volvería a verlo. También estaba consciente de que lo usó para alejarse de todo el dolor que compartía con Jeonghan, y de la frialdad que inundaba su matrimonio.

— Ni siquiera tienes la decencia de mirarme a la cara. —Siguio sus movimientos cuando el menor se dió la vuelta y comenzó a agarrar sus cosas—. No vales una mierda, Seungcheol. Pero de cierto te digo, que si vas por él más te vale tener un par de huevos bien grandes porque te aseguro que no los tuviste antes... Y ahora tampoco los estás teniendo. —Repudió el contrario, haciendo que el corazón de Seungcheol se achicara. Se detuvo frente a él y por fin este lo miró a los ojos, solo ahí fue consciente de todo el dolor que le estaba causando—. Solo Dios sabe que soy demasiado para ti, buena suerte, Choi. La vas a necesitar.

Estaba seguro de que esa sería la última vez que vería a Hong Jisoo.

Una vez estacionó el auto en el garage, miró hacia la casa constatando lo que ya pensaba que sería, todas las luces estaban apagadas. Suspiró largo y tendido, era como si no hubiera respirado desde que salió del apartamento que tenía para aquellas noches en que no quería volver a casa.
Bajó del auto, tomando su maletín y entró a la casa. Todo estaba tan silencioso, se sentía tan raro entrando, como si de alguna manera este ya no fuera su hogar. No se sentía bienvenido. Miró hacia el suelo y se sacó los zapatos, poniéndose sus pantuflas. Él supuso que Jeonghan estaría dormido, por lo que al subir, trató de no hacer ningún ruido.

Abrió suavemente la puerta que correspondía a la habitación que compartía con Jeonghan, caminó con lentitud y se detuvo al ver el cuerpo de su «todavía esposo» bajo las sábanas.
Su corazón latía el doble en su pecho, y una pesadez se instaló allí también. Fue a sentarse a un costado de Jeonghan, para verlo dormir, solo que al hacerlo las sábanas cubrían el rostro del otro. Meditó unos buenos minutos si mover la sábana o no, hasta que decidió que era mejor no hacerlo.

Fue entonces cuando se percató del papel, el mismo que estaba guardado en su maletín, solo que éste le pertenecía a Jeonghan. No sabía si debía mirar o no, un repentino nerviosismo por saber si ya había tomado una decisión, se instaló en él. No quería que firmara, no quería separarse de él.

Tal vez mañana podría convencerlo de no hacerlo, de intentarlo de nuevo, de verdad ésta vez.

Lamentablemente, su curiosidad y su nerviosismo fueron más grandes que sus buenas intenciones. Ver su firma en el papel destruyó la poca energía que le quedaba, la fuerza que aún trataba de mantener se evaporó.

Miró hacia su ex esposo con el corazón hecho pedazos, y no pudo culparlo. Él era dueño y responsable de sus decisiones. Se levantó, aunque llorando, no hizo ruido alguno. Dejó el papel donde lo había encontrado y salió de la habitación cerrando la puerta despacio, no sin antes mirar al que aún era el amor de su vida.

Your arms around meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora