Broken camera| t. kageyama

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BROKEN CAMERA
tobio kageyama

Estar en el club de periodismo de la preparatoria Karasuno no es tan difícil, o siendo honesta, no es para nada difícil pues no hay muchas cosas interesantes por lo que nuestro periódico semanal se basa casi siempre en aburridos relatos que nadie más que dos o tres estudiantes leen.

Pero hoy cuando desperté y abrí mis ojos en la cálida mañana, una parte de mi quiso esforzarse porque eso cambiará, no es como si no lo hubiese intentado antes pero hoy la motivación era un poco mayor que de costumbre.

Pero para esto necesitaba algo interesante, apasionante y que mejor que los deportes? Más aún cuando uno de nuestros equipos deportivos comenzaba a salir de su feo cascarón.

Si hay algo que a la gente le gusta son los deportes, no necesariamente practicarlos, algunos ni siquiera lo entienden. Pero si la escuela tiene un equipo deportivo sobresaliente entonces de repente todos son fanaticos aficionados de dicho deporte.

El deporte que últimamente había estado causando sensación era el volleyball.

Nuestro equipo de volleyball nunca ha sido sobresaliente, al menos no desde el pequeño gran gigante, aunque realmente nunca me había informado hasta la última semana. Estábamos en un término medio, no éramos terribles claro esta, habían peores, pero tampoco éramos precisamente buenos.

Pero entonces nuestro equipo comenzó a ganar, partido tras partido y los estudiantes se volvían cada vez más apasionados por el deporte que ellos mismos habían olvidado.

¿Y como participaba yo en esto?

Haciendo una nota en la portada de nuestro periódico escolar.

No soy un amante del volley, de ningún deporte a decir verdad. Pero si tenía la oportunidad de escribir la nota principal del periódico escolar, iba a hacerlo.

Salí de mi última clase y fui directo hacia el salón de periodismo donde estaba mi mejor amigo Oliver quien por alguna razón había terminado en este club que tanto detestaba.

La historia era bastante simple, a Oliver le gustaban las matemáticas pero no había sido lo suficientemente bueno para quedar en el club de los chicos que encuentran divertido resolver ecuaciones sin sentido por lo que había terminado aquí conmigo, tomando fotografías y siendo mi camarada de investigaciones mediocres para un diario que la mitad de la escuela ni siquiera sabia que existía.

—¿Listo para ir con el equipo de volleyball?—pregunte mientras tomaba mi libreta y mi pluma favorita de panditas.

Estaba nerviosa, no conocía a ninguno de aquellos chicos y algunos eran mayores. Debían ser intimidantes, ni siquiera sabía si nos iban a dejar sacarles fotos pero si tenía suerte al menos uno de ellos sería tan amable como para dejar que Oliver le saque una foto.

Suspire y estire mis brazos, acomode la mochila café que colgaba de mi hombro derecho y me dispuse a salir, camine hasta la puerta pero pare cuando no oí a Oliver salir detrás de mi.

—¿Que esperas anciana?—pregunte con una pequeña sonrisa— Esas fotos no se van a sacar solas.

Oliver no se rio, de hecho ni siquiera se molestó en voltearme a ver lo cual me hizo tragar amargamente, me dio un mal presentimiento, pero no me sorprendió. Desde hace varios meses lo veía venir, solamente era cuestión de tiempo. Claro que no me imagine que sería ahora justo cuando más lo necesitaba.

—Renuncio.

Cerré los ojos con pesadez y suspire, estaba consiente de que el club de periodismo no estaba en sus mejores años, nadie leía el periódico estos días, ni siquiera con el aumento de popularidad del volleyball habíamos ganado la atención necesaria, no para que siguiera siendo sustentable y por ende los chicos comenzaban a irse poco a poco.

𝐒𝐏𝐀𝐑𝐊𝐋𝐄𝐒,                One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora