VIII

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Damiano me miró mientras se desnudaba. Su torso desnudo se llenó de sudor. Su pecho bajaba y subía con fuerza.
Se acercó a mí y me quitó el tanga negro con la boca. Pasó su lengua por mi abdomen y arqueé la espalda. Me observó mientras bajaba hacia mi entrepierna.

- Dios mío, Damiano; hazlo.- gemí mientras lo decía.

Me agarró los muslos con fuerza y me abrió más las piernas.

- Eso es, Gina. Ábrete para mí.

Se sumergió en mi vagina. Chupó los bordes de ella y le dio palmaditas. Succionó el clítoris haciendo un ruido muy peculiar y le agarré el pelo mientras gemía.

- Me gusta tu sabor, chica.- Damiano aumentó su velocidad y gemí más fuerte.

- ¡Ve más rápido! ¡Me voy a correr!.- Introdujo dos de sus dedos y puse los ojos en blanco. Grité sabiendo que Damiano me consumiría.

- Te voy a follar hasta que llegues al cielo.- dijo antes de volverse a empapar de mi líquido. Siguió lamiendo, chupando, mordiendo. Posó sus dedos sobre mi clítoris y comenzó a hacer círculos.

Estaba ansiosa. Deseaba que fuera el mejor polvo de mi vida. Me dolían las caderas. Quería más de él. Quería más de nosotros.

- ¡Dale más rápido, por favor!.- Me ahogué en un gemido. Damiano se inclinó hacia a mí y me agarró las manos mientras su lengua y la mía se entrelazaban.

Rozó su miembro por mi vagina haciendo movimientos deslizantes hacia arriba y hacia abajo, generando que el clítoris se moviera y lograra llegar al orgasmo. Notaba las venas duras de su aparato reproductor en mí y sabía que lo necesitaba sentir dentro.

Me senté de la cama con el corazón latiéndome a mil. Todo había sido un sueño, pero un sueño tan real, que causó que me mojara. Seguía en casa de Damiano.

Abrí la luz y respiré hondo. Me levanté de la cama y, sigilosamente, abrí la puerta. Pasé por su habitación y lo vi dormido. Llevaba un pantalón corto y una camiseta. Sentía ganas de despertarlo y cabalgarle. Sentía ganas de que me follara como en el sueño, pero sabía que aquello sería un error.

Bajé las escaleras y recordé la dirección que me había dado hacia el baño. Necesitaba echarme agua en la cara y...limpiarme todo aquello que el maldito sueño había causado en mi vagina.

Abrí la puerta y la luz del baño. Era grande, espacioso, con un espejo que ocupaba toda la pared. Tenía repisas donde descansaban perfumes caros de hombre y maquinillas de afeitar. La ducha era enorme y en la mampara habían luces led de colores.
El suelo era de madera y el lavabo era moderno.

Abrí el grifo y me enjuagué la cara mirándome en el espejo. No sabía cómo había llegado hasta ahí. Era todo jodidamente raro. Estaba en la casa del mismísimo Damiano David, durmiendo en la cama de una de sus habitaciones y mirándome en el espejo de su baño. Ese baño donde probablemente se haya follado a otra mujer.

"Basta, Gina. No pienses en eso" pensé.

Me llevé más de cinco minutos allí, sentada en la tapadera del váter, pensando en todo lo que me había sucedido en esta semana.

Cuando sentí que debía salir, lo hice. Abrí la luz y caminé hacia el comedor. No me pude resistir a ver una foto que estaba puesta en un marco apoyada en uno de los muebles.

La imagen se trataba de un retrato de Damiano en la playa, con unas gafas de sol y con el pelo largo. A su lado, había un joven que tenía un gran parecido a él. Me sorprendió la similitud de sus rostros, de sus cabellos y de sus mandíbulas. Una voz hizo que emitiera un pequeño brinco.

GRÍTAME DESPACIO// DAMIANO DAVIDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora