𝐁𝐢𝐭𝐭𝐞𝐫𝐬𝐰𝐞𝐞𝐭 𝐏𝐭. 𝐈𝐈

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Sosteniendo los libros que había tomado de la biblioteca, Yuu se dirigió a su dormitorio con apresurados pasos. Estaba intentando evitar a toda costa a sus amigos y compañeros de clase, cada vez que tenía que doblar en alguno de los pasillos, asomaba la cabeza para asegurarse de que ninguno de ellos estuviese ahí.

Apenas había podido escabullirse de Riddle cuando se lo encontró por los salones, diciéndole de la forma más cortante que pudo que estaba muy ocupado y que no tenía tiempo. También se encontró con Jamil, que con brazos cruzados y expresión seria intentó confrontarlo, pero huyó rápidamente diciendo que tenía que irse porque no recordaba haber apagado el horno al salir del dormitorio.

Cielos, cada vez le costaba más inventarse excusas y cada vez todos parecían más insistente en llegar al fondo del asunto.

A decir verdad, no lo había previsto. Creyó que si cortaba contacto con los demás, no tardarían en olvidarse de él y hacerlo a un lado.

Pero el tiempo le estaba demostrando lo contrario, y eso solo hacía que su corazón se retorciera de dolor.

Tras corretear por todo el instituto, suspiró con alivio al ver su dormitorio aparecer a la distancia. Por más descuidado que hubiese estado cuando llegó, y por más que los demás pensaran que no era más que un montón de chatarra abandonada, con el tiempo se había vuelto su hogar.

Sin darse cuenta, empezó a caminar más rápido, casi a correr, para llegar su refugio. Cuando por fin estaba en el patio, respiró hondo, sintiéndose finalmente a salvo.

Gracias al cielo... —Se dijo a sí mismo, rebuscando las llaves del dormitorio entre sus bolsillos mientras caminaba hacia la entrada—. Ya no se me ocurren excusas...

¿Excusas para qué? —Lilia apareció repentinamente frente a él, colgando de cabeza.

¡AH! ¡LA PUT-! —El susto lo hizo brincar y tirar todos los libros que cargaba, y por poco también lo hace sacar lo peor de su vocabulario—. ¡L-LILIA! —Yuu le gritó, agachado en el suelo mientras intentaba recuperar el aliento. Se llevó una mano al pecho, justo encima del corazón, sintiendo como latía a toda máquina, amenazando con salir disparado—. ¡N-No hagas eso! ¡Ya te lo he dicho!

Oh, vamos, no te enojes —Dijo juguetonamente, poniendo ambos pies sobre la tierra—. No es para tanto.

Di eso en mi funeral cuando mates de un infarto a mi pobre corazón... —Murmuró tratando recoger los libros y papeles que habían quedado desparramados por el suelo, pero sus manos temblaban demasiado.

Ven, déjame ayudarte —Soltó sonriente. Rápidamente recogió los libros, y le extendió una mano.

Yuu suspiró, y la tomó. De un jalón Lilia le ayudó a levantarse.

Gracias... —Yuu dijo, y se sacudió el polvo de la ropa.

Estos son muchos libros, ¿no quieres que te ayude a llevarlos?

N-No hace falta —Dijo quitándoselos de las manos a la antigua hada—. Estoy bien.

Oh, qué bien —Lilia respondió, soltando una risita—. ¿Sabes, Yuu? Quería hablar contigo.

¿¡Ah?! ¿¡E-En serio?! —De repente el prefecto del dormitorio abandonado parecía sumamente nervioso—. Pues, me temo que tendrá que esperar, tengo muchas cosas que hacer, estoy tan ocupado últimamente...

¿Qué tienes que hacer? —Preguntó con una sonrisa—. ¡Puedo ayudarte y así terminarás más rápido!

¡N-No hace falta! —Respondió apresuradamente—. No quiero molestar.

¡No es molestia!

Pero, ¿no tienes otras cosas que hacer? —Preguntó con una sonrisa sumamente forzada—. ¿Estar Malleus, asustar estudiantes inocentes, o yo que sé?

¡Nope! ¡Nada de nada!

¡Ah, pero-!

Debía pensar algo rápido.

¡Estoy enfermo! ¡Se me olvidó decirte! ¡Sí! —Empezó a toser exageradamente—. ¡Puede ser letal para las hadas! ¡No podemos correr el riesgo! ¡Debemos mantener distancia! —Dijo corriendo hasta la puerta de su dormitorio, luchando por meter las llaves en el cerrojo con sus temblorosas manos, hasta que por fin, después de lo que pareció una eternidad, logró abrir la puerta—. ¡Lo siento! ¡Nos vemos después!

Una vez dentro de su dormitorio, cerró la puerta de golpe.

Cuando finalmente estuvo solo, soltó un pesado suspiro. Apoyó su espalda contra la pared, y lentamente se deslizó hasta el suelo.

Su corazón todavía estaba latiendo con demasiada intensidad.

Cerró los ojos, cubriéndose el rostro con las manos.

¿Hasta cuando iba a mantener este teatro? Quería gritar, iba a enloquecer.

Ya no podía soportarlo más.

Se perdió entre sus tormentosos pensamientos, hasta que sintió que algo —O alguien— le estaba bloqueando la luz.

Cuando abrió los ojos y vio quién era, reprimió un grito de espanto. Por puro instinto, intentó retroceder, chocando con la pared.

Oh, Yuu —Lilia le dijo sonriente—. Si realmente estas enfermo, solo vas a empeorar si te echas en el suelo —Dijo acercándose, sus ojos rojos más intensos que de costumbre— ¿Y bien? ¿Tendremos nuestra charla?

𝐓𝐖𝐈𝐒𝐓𝐄𝐃 𝐖𝐎𝐍𝐃𝐄𝐑𝐋𝐀𝐍𝐃; 𝐎𝐧𝐞-𝐒𝐡𝐨𝐭𝐬 Where stories live. Discover now