capitulo 30

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DARA

Inquieta, salgo al exterior de la casa y doy unos cuantos pasos, hasta sentarme en el primer escalón que está en la entrada. El frío de la noche es intenso, cala hasta los huesos y diría que también me hace temblar, pero sé que aquello no se debe a las bajas temperaturas. Tiemblo ligeramente a causa del sobre blanco que sostengo entre manos. La carta que me dejó Anna una semana atrás, después de confesarme la especie de aventura que tuvo con Tobías.

En un gesto preciso y directo, mi hermana me entregó la carta. <<Léelo cuando te sientas lista>>, pronunció para luego marcharse, dejándome con un millón de dudas atrapadas en medio de mi garganta. Quería exclamar que no necesitaba leer una carta, que me bastaba con oír en ese mismo instante la historia completa saliendo de su boca. Sin embargo, la vi salir rápido y poco después caí en la cuenta de que, ella es la que no está lista para contar la historia completa en voz alta. Caí en la cuenta de que, a pesar de su frialdad y su actitud superadora, le cuesta mucho abordar temas difíciles, romper el muro que ella misma instaló para protegerse del mundo. Caí en la cuenta de qué, si mamá puso un montón de responsabilidades sobre mi espalda, en la de ella probablemente haya puesto el doble, porque es la mayor y la que <<tiene que dar el ejemplo>>.

Y durante esa noche apenas dormí, porque no podía dejar de pensar en el pasado. En mi familia, a quienes veía a través de un vidrio empañado que poco a poco se estaba limpiando y empezaba a mostrarme la realidad.

La verdad de lo que son. La verdad que duele. La verdad que nunca quise ver.

Escucho pasos detrás y volteó levemente, reconociendo a Kellen que se aproxima hasta colocarme una de sus chaquetas por encima de los hombros.

De inmediato me rodea una sensación de calidez.

—¿Qué haces aquí? Te vas a enfermar —murmura, depositando un beso en la coronilla.

Cierro los ojos y sonrío levemente, preguntándome que habría sido de mí si nuestros caminos no hubieran colisionado. Porque no fue una sencilla casualidad, fue un golpe, un choque duro, del que surgió un estallido que trajo consigo caos y libertad.

—Creo que voy a leerla —respondo, todavía dudando.

No sé si quiero saberlo todo, pero sé que es lo que corresponde.

No puedo pasarme el resto del tiempo ignorando los problemas, aunque la vida en casa de Kellen sea sencilla y genial.

No hay nadie detrás dictándome qué hacer o cómo actuar. El desayuno por la mañana es una aventura, Levi no para de hablar, Azael se prepara apresurado y Bea se queja cada vez que alguno de sus hermanos le roba comida. Mientras tanto, Kellen bebe un café y cada tanto echa un vistazo, asegurándose de que esté cómoda. A veces, el padre interrumpe intentando sacarles comida, pero usualmente acaba dormido en el sofá.

ImpurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora