capitulo 34

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DARA

La familia está atravesando una mala racha. Removieron a mi padre de su puesto, mi madre fue desplazada del círculo de mujeres cristianas, esas que se juntan entre semana para debatir el rol de la mujer en la iglesia y enseñar a las más jóvenes como ser una buena esposa. Ahora los miembros de iglesia cuchichean sobre nosotros y hasta dan por seguro que la casa donde vivíamos <<tenía algo maligno>>.

Mis padres, cegados por la religión, se rebajaron a pedir perdón y expresaron a los superiores que toda la familia estaba bajo su <<disposición>>, que quedábamos en sus manos y ofrecíamos nuestra voluntad a cumplir con lo requerido para obtener el perdón de Dios.

El primer paso, fue dejar la casa. Consiguieron una vivienda provisoria, mientras esperan que Dios (mejor dicho, los líderes superiores) elijan el próximo destino. Lo más probable es que, tras cumplir una serie de requisitos, nos envíen a formar parte de alguna sede de la iglesia en otra ciudad.

Ojalá quisieran deshacerse de nosotros, pero no es así. No nos dejarán ir, porque uno de sus objetivos siempre ha sido acumular gente, lavarles el cerebro y transformarlos en <<fieles>> que se ocupan de convencer a nuevas personas para que se unan. Tal como mis padres que, se adaptarán a cualquier escenario, si así evitan que los despojen de la iglesia.

Están convencidos de que el sistema es perfecto, nunca falla. El problema es la persona que comete errores, el pecador. En este caso, soy yo la pecadora, aquella que cometió actos inmorales y libidinosos, y así transfirió las desgracias a toda la familia.

No dejan de repetirlo: la principal culpable soy yo.

Por esa razón, Anna está obligada a impartir clases en el grupo juvenil e ir a cada actividad que organicen, mientras Sarah tiene terminantemente prohibido alejarse de la familia, debe concentrarse en estudiar las clases que le imparte mi madre y seguir estrictamente las ordenes de los superiores. Por último, estoy yo. Tuve que acceder a recibir las <<penitencias>> o si no meterían a Sarah en un internado religioso, donde, se sabe secretamente, imponen reglas que incluyen hasta castigos físicos si son corrompidas.

Dicho de otra forma, quedé en manos de la iglesia.

<<Esfuérzate mucho. Esfuérzate aún más. Esfuérzate lo más que puedes. Ríndete>>.

<<Tendrás que humillarte ante el Señor en ayuno y oración>>.

Según ellos, abstenerse a comer, negarle algo al cuerpo, ayuda a fortalecer el espíritu y acercarse más a Dios. Así que me preparé mentalmente para pasar no sé cuántos días sin ingerir casi nada, tan solo agua y algún pedazo de pan. Tampoco podía quedarme en casa a redimir los pecados, debía permanecer en la iglesia hasta que los líderes decidieran que mi perdón estaba otorgado.

ImpurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora