Capitulo V

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-Los primeros días de la semana se fueron volando. Era sábado, estábamos de descanso y todo marchaba muy bien hasta que dos oficiales fueron a visitarnos esa mañana. ¿Me creerías si te digo que en el mismo instante en que los vi, algo muy negativo, como un mal presagio, se apoderó de mí? No mostré la más mínima señal de miedo porque en realidad no lo tenía, sin embargo en mi interior sentía su visita me traería mucho infortunio.
Obviamente me fui para mi cuarto cuando mamá los dejo entrar, saliendo solo cuando escuché cerrarse la puerta de la calle, para encontrarme con una escena bastante deprimente.
Entre llantos mamá me contó que lo primero que hizo fue preguntar por noticias de Reinier y ellos simplemente le dijeron que había aparecido un cadáver en un viejo almacén en las afueras del pueblo. Desgraciadamente el cuerpo estaba en muy mal estado, por lo que era imposible reconocerlo físicamente, sin embargo gracias al análisis de su ADN pudieron comprobar que se trataba de él. Había sido asesinado de una forma extremadamente cruel, incluso lo mutilaron quizás estando aún vivo.
Entonces lo descubrieron.
Fue lo que me dije para mis adentros, agregando en voz alta que teníamos que comunicarnos con su familia pero mamá dijo que ya la policía se había encargado de eso. Preguntaron además cosas sobre su actuar cotidiano, sus visitas… Nada señalaba que tuvieran un sospechoso disponible.
Pero la sensación de peligro continuaba incrustada en mi pecho.

Estuve toda la tarde con mamá. Realmente no podía dejarla sola en ese momento porque aunque Reinier era un hijo de puta ella le tenía bastante aprecio. Llamé a Marlo y le expliqué la situación muy escuetamente.
Enseguida vino y se quedó con nosotras por el resto del día.
A la mañana siguiente, antes de ir a la escuela le pregunté si estaba bien que la dejara sola pero me confesó que sí y me despidió con un beso, algo muy inusual en ella. Y entonces entendí la clase de relación que tenían ella y Reinier. Podía decirse que eran dos personas que se querían mucho pero que nunca fueron más allá. Es decir, su relación era algo casi platónico. Supuse que por eso ella siempre esquivó el tema cuando intentaba preguntar y quizás tenía algo que ver con el hecho de que jamás pude conocer a mi padre.

En la escuela nadie sabía del tema y tampoco iba a divulgarlo por lo que tuve mucha tranquilidad para pensar.
A la hora del almuerzo Amanda intentó fastidiarme con una de sus tonterías pero logré quitármela de encima diciéndole que planeaba besar incesantemente a Marlon. ¡Fue cómico verla salir corriendo con las orejas coloradas!
-¿Crees que mi mamá se recupere, que sea capaz de perdonarme cuando se entere de lo que hice? –le dije a Marlon cuando estuvimos solos en la azotea de la escuela.
Él respondió que eso no podríamos saberlo nunca, porque en el mismo instante en que ella lo supiera, ambos, él y yo, tendríamos que confesarlo públicamente e iríamos presos.
Con eso en mente llegó la hora de la tarde y como ya se había hecho habitual, Marlon me llevó a casa.
Abrí la puerta y llamé a mamá pero no hubo respuesta. Era muy raro, ni siquiera estaba en la cocina. Gotas de sudor frío mojaron mi frente y la sensación de peligro en mi interior casi sale de control, hasta que fui a la habitación que era de Reinier y la encontré.
Tendida en el piso sobre un charco de su propia sangre.
Solo pude gritar. No sabía qué hacer…
Marlo entró y fue él quien se encargó no solo de sujetarme antes de que me desplomara, sino de llamar a la policía también.
Mamá había sido asesinada.
Los oficiales me preguntaron cosas como si conocía a alguien que pudiera haber hecho aquello, si mamá o Reinier tenían algún enemigo en común. En realidad no pude decir nada salvo que deseaba con toda mi alma que encontraran a su asesino.
De camino a casa Marlon se acercó a mí y me dijo que su muerte podía estar relacionada con Reinier o con el otro imbécil que intentó aprovecharse de mí, por lo que me dediqué a tratar de recordar profundamente algo que pudiera aclarar el asunto.
Y finalmente recordé una vieja conversación entre mamá y mi abuela justo antes de que esta última muriera. Yo era pequeña, pero recordé claramente que la abuela insistía que ese secreto tenía que irse con ella a la tumba. Quizás se trataba de algo estúpido, sin embargo tenía la sensación de que aquella charla tendría un significado muy valioso y decidí mantenerla en mi mente.

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