Arrogante y molesto eran los dos adjetivos que usaba Jeon para describir a su jefe. Sin embargo, debía cuidar su casa mientras él daba una gira.
-¿Tocaste mi piano?
-Lo siento, señor Park.
-Mírame a los ojos cuando me hables, no a los labios.
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—J-Jimin — dijo Jeon entrando a la habitación que su novio le había reservado —Esto debió costarte un ojo de la cara... Santo cielo.
Jimin rodó sus ojos y negó con su cabeza mientras cerraba la puerta detrás de él. Él era lo suficientemente rico como para reservar cincuenta suites más. La habitación era hermosa y con una ventana gigante con vista a la ciudad y su oscuridad.
Era de películas.
—Vale la pena, Koo... créeme que vale la pena— respondió abrazando por detrás —Es algo pequeño comparado a todo lo que quiero darte.
Jungkook se giró y lo abrazó de vuelta. Estaba enamorado, y él no podía mentirse con tal sentimiento.
—¿Qué te parece una caminata nocturna?— preguntó sonriente.
—¿A esta hora? ¿Estás s-seguro?
—Súper seguro, vamos... acompáñame— El barista le ofreció la mano con una sonrisa en su rostro.
El idol bajó su mirada y tomó la mano con lentitud y cuidado. Ya que al sostener su mano, también estaba sosteniendo su mundo completo.
Porque Jungkook era su mundo.
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