Capítulo 32 | Confía, princesa |

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Años habían pasado, años pasaban y años seguirían pasando, y aún así con esa cruel realidad nada cambiaba sus más profundos y antiguos sentimientos. Los tormentosos ojos azules, ya más cansados y desilusionados que otra cosa, adoraron el rostro de la estatua con emoción. No era ella estaba claro, tan solo unas escasas similitudes entre la piedra tallada y el rostro que veneraba en sueños, más eso no hacía amarla menos.

Habrían sido felices, los dioses sabían que sí. No sería rey, y ella no se habría convertido en reina; pero su vida habría sido plena y llena de momentos reales, no como la basura a la que se enfrentaba a diario. Entorno sucio, falso y lleno de mentiras. Pero con Lyanna Stark otra historia se habría contado en el futuro. La señora de Bastión de Tormentas gobernando sus tierras lado a lado, con un montón de niños y niñas como Seren, nada de chiquillos rubios de ojos verdes; esos eran la mayor mentira de todas y él lo sabía.

Lo sabía y hacía oídos sordos, lo sabía y jugaba el papel de imbécil frente al enemigo, pero porque no era el único juego en el que era partícipe. Robert Baratheon hace tiempo había comenzado su propio Juego de Tronos en el cual ningún movimiento era en vano o descuidado, tampoco los peones, mucho menos la reina.

— ¿Tenías que sepultarla en un lugar así? —preguntó con los ojos llorosos—. Debería estar en una colina, en algún lugar con el sol y las nubes sobre ella.

Porque ella se merecía eso y más, ella se merecía todo; ella merecía seguir con vida.

—Era mi hermana. Aquí es donde pertenece —contestó el Guardián del Norte con sentimiento también.

—Su lugar era a mi lado —soltó su mayor pena y a la vez mayor deseo el desdichado Rey. Cambiaría todo, cada una de las cosas de su vida por esa versión que solo habitaba en su cabeza y lo torturaba a diario. —En mis sueños, los mato cada noche...

—Está hecho, Su Alteza. Los Targaryens desaparecieron —mintió Ned Stark y sus pensamientos se fueron más cerca de lo que nadie podría pensar.

—No todos —bramó con rabia. Según la información quedaban dos malditos de sangre podrida respirando en algún lugar del mundo, dos dragones que no merecían seguir existiendo en un mundo donde Lyanna Stark, su Lyanna, no existía más.

Su acompañante disimuló muy bien la información. No sabía del juego personal de Rey de todo Poniente, pero sí sabía que en el había piezas faltantes que era mejor siguiera sin conocer.

—Se lo diré primero a Seren decretó Robert cambiando por completo el hilo de la conversación, también el sombrío y rabioso ambiente que se había creado a su alrededor. Ned levantó la vista y lo interrogó con la mirada sin entender—. La unión de nuestras Casas, luego podrás decírselo a tu muchacho.

Queen and the Lionheart |GoT|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora