Días de Sol Finalizados

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El crepúsculo se cernía sobre Keîter, el ahora legítimo reino delos humanos.

En una casa pequeña, cuyas paredes estaban fabricadas por la madera de algún árbol que en algún momento se había derribado en el pasado, una niña de bello rostro miraba al exterior a través de los limpios cristales de su ventana. Estaba sentada junto a un hombre, un hombre igual de bello. Tenía una esencia tranquila y serena que envolvía todo su ser. No se trataba de alguien joven,tampoco anciano. Estaba en aquella época en la que nada cambiaba en ti, mas eras consciente de que los años habían pasado de alguna forma, y más en esa época de guerras y esperanzas.

La niña se encontraba tremendamente afectada, algo había herido su alma en profundidad. Quizá era una simple tontería,o a lo mejor se trataba de algo que nos hubiese dañado a todos nosotros. Posiblemente fuera eso, a juzgar por las desordenadas lágrimas que manaban de sus ojos azules cuan mar embravecido. 

Las lágrimas caían lentamente, como si nunca llegaran a hacerlo realmente.

Algo se debatía en su interior. Se trataba de la batalla entre su corazón y su subconsciente. Dicha batalla en la que todos nos encontramos cuando hemos perdido a alguien al que realmente hemos amado. Alguien al que le habíamos entregado nuestro corazón, alguien al que le habíamos dejado ver lo que había en nuestro interior con la esperanza de que duraría para siempre. Su corazón le decía a gritos que aquello era mentira. Que aquello era una invención. Una enorme pesadilla de la que era incapaz de despertar. Pero no, la voz de su interior le susurraba que era cierto. En el fondo lo sabía, lo había visto.

Unas semanas antes de aquel crepúsculo, Eileen Spidereick había visto un esmerejón huyendo de lo que parecían ser las llamas de una hoguera. Para la gente con su capacidad ese hecho no predecía nada bueno. Ver animales muriéndose que nadie más veía presagiaba que alguien cercano y querido partiría de este mundo para no regresar jamás. Triste, mas cierto. Por ello, ella lo sabía. Llevaba sabiéndolo mucho tiempo, había tenido tiempo de despedirse, pero no se lo había llegado a creer del todo. Yacía en la consciencia de que aquel mensaje era cierto, pero ¿quién haría caso a algo así? Los seres humanos nunca estuvieron preparados para aceptar la muerte, es algo que los aterra, y los mágicos tampoco estaban preparados, porque a pesar de ser mágicos seguían estando dotados de aquello que envolvía al resto de la humanidad. No era capaz de aceptar que sus días de sol habían finalizado y que hasta dentro de mucho no se reuniría con su querida madre. No estaba lista para aceptarlo, no ahora.

Dirigió una pequeña mirada al hombre que se encontraba a su lado, pero no fue capaz de aguantarla. No podía, ¿cómo iba a ser lo suficientemente fuerte como para mirar a su padre en un momento tan horrible como aquel? Los ojos de su madre eran iguales que los suyos y hacer que su padre se fijase en ellos no era buena idea en su opinión. No se equivocaba, mas en algún momento debía hacerlo. Aun así, decidió evitarlo y centró su mirada en el exterior.

El atardecer dejaba atrás lo que habría sido un hermoso día de primavera. Los cantos de los pájaros aún se apreciaban en la distancia. Y recordó la suave voz de aquella mujer que decía que la primavera era la más clandestina de todas las estaciones. Su voz aún inundaba su mente como si siguiera allí realmente, susurrándola, pidiéndole que jamás se rindiera. Parecía que seguía allí, era tan real... Pero ya no estaba, y jamás volvería a escuchar aquella voz ni a ver aquel rostro ni a oír el sonido de sus pies al caminar por la grava. En un tiempo no le quedaría nada más que el recuerdo, y el recuerdo no dura para siempre. Eileen era consciente de ello.

Aún podía apreciar la voz de su madre mientras adoraba aquella época en esas noches que tardaría bastante en olvidar. Eileen, no pensaba eso. Tenía una opinión completamente distinta, de hecho. Para ella la perfección hecha estación era el invierno,sobre todo en aquellos días donde copos de nieve caían y en los cuales el frío viento le acariciaba el rostro y de ese modo se sentía libre. Aquellas mañanas en las que despertaba y veía la escarcha en su ventana.

Rhindanos: "El Retorno de la Oscuridad"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora