El día treinta solía despertarme temprano, presa de un instinto tan profundo que me hacía levantarme tan pronto como me fuera posible. Acostumbra a observar por largo tiempo las manzanas que mi padre ya tenía preparadas en una cestita sobre aquella mesa próxima a la ventana. Sobre el marco de estas aguardaban ya las velas esperando a que las iluminaran para guiar a aquellos que estaban atrapados en el plano astral.
En el día treinta mi padre no solía estar por casa sino que danzaba por la aldea, por Édhlert entera, tratando de ser útil para aquellos vecinos que su ayuda requirieran.
Yo, sin embargo, me cogía aquella capa oscura, con los bordes blancos de lana de oveja que la familia de Andy había conseguido el verano anterior al esquilar a todas estas criaturas para ahorrarles el sufrimiento veraniego.
Me ponía tal atuendo y salía al exterior, hacia el algo donde todos los niños y los jóvenes nos reuniríamos para ir en procesión a la cabaña de la señora Kimberly, donde aquella nos hablaría. Siempre nos contaba la misma historia, nos daba sin duda alguna la misma charla, y casualmente uno de los presentes hacía la misma pregunta:
"¿Cómo celebran el fin de año los simples?"
Mistel y yo solíamos escabullirnos de la respuesta, íbamos hacia Alganti y nos deteníamos a las afueras, observando entre los árboles y tratando de escuchar la realidad de aquellos humanos tan peculiares. Era justo en este momento cuando Elsa nos alcanzaba, siempre jadeante la pobre muchacha.
Luego regresábamos antes de que los demás volvieran a la aldea, y uniéndonos a ellos, llegábamos cuando el sol ya se había ocultado.
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Rhindanos: "El Retorno de la Oscuridad"
FantasyPara el escritor, «lo más bello de escribir es crear un lugar con el que la gente sueñe, en el que las personas deseen abrir los ojos y despertar», y este texto lo consigue. Las páginas de Rhindanos poseen todo aquello que nace de una literatura ent...