*Cuento corto basado en la canción de Arctic Monkeys titulada de igual manera.
Son las tres de la mañana y tus ojos escudriñen deseo aniñado. Tu sonrisa de lado imita un gesto desafiante, casi satisfactorio, esperando volver a ser mi amante descontrolado una vez más en la noche. Enciendes tu cigarro, volviéndome adicto a tus movimientos felinos que ni sabes que pueden matarme con tanta facilidad. El humo en la habitación en la que estamos comienza a marearme de a poco, con tanta intensidad como empiezas a apagar las colillas de los causantes. Observo tu piel pálida, casi blanca, siendo recorrida por tantas manos a la vez, ninguna con el propósito de poseerte más de una sola ocasión. Pero sólo yo sé cómo te gustan las cosas: sencillas. Puedo ver tus dedos, trastabillándose con energía, con esa gracia característica que sólo tú tienes, tratando de recuperar con ímpetu el timbre glorioso que tus cuerdas vocales imitan a la perfección de una canción de los '70, una de las tantas. La guitarra se mueve en tu cuerpo frágil, desnudo, expuesto a los ojos de una víctima que está enamorado de tus cualidades desafiantes de joven madura contra todo sistema preestablecido por alguien más que no seas tú misma.
Tus ojos brillantes de una heroína propia de felicidad estratégica llamada sexo se posaron en los míos, quienes buscaban más que un beso. La botella se posó en tus labios cuando iba a colocar los míos allí, cerrando con un sello consagrado a fuego lento lo que era sólo un juego de niños. Veo tus botas de cuero marrón desde aquí, desde esa vez en la que querías desesperadamente la atención de al menos un hombre en aquel bar que las observó. Allí estaba yo, ¿lo recuerdas? Estaba esperando como un infeliz borracho un poco de alcohol para saciar una sed que pasaba más por la necesidad de un vicio que por simple gusto. Me miraste y desde ese momento sentí que sí podía sentir algo fuera de lo que todos decían. Porque tú no eres de aquellas niñas de Instituto buscando alguien para coger. Tú eres el vicio que cualquiera desea tener para poder saciar en el momento deseado, pero sobre todo, despertar lúgubremente entre tus brazos, con tu sudor impregnado en la piel, acariciando tus labios sabor a café y tabaco.
Arabella. Resuena tu nombre, agonizante en mi cabeza mareada por el licor, aquella sustancia que tan feliz te hace. Y recuerdo cuando te movías con gracia sobre el escenario, esperando impaciente de que sea tu turno de tocar las cuerdas de tu instrumento favorito, algo que ya era parte de tu cuerpo. No podía verte ni un segundo despegada de él.
Sexo, alcohol, es lo único que mis fosas nasales captan. Son aromas que recibo como premio más que como recompensa por ganar tu libre corazón, el cual no necesita más que un cuidado excesivo de miles de hombres, porque una mujer como tú jamás puede llegar a ser poseída por uno solo ni mucho menos ser domada. Porque eres libre como el viento que peina tu cabello color avellana, el que no toca el agua hace semanas, mientras que el cuero con el cual te vistes se vuelve parte de tu coraza impermeable que aleja a todos como estrategia infinitamente perfecta para no ser herida.
Te alejas de mí esquivando lo que realmente siento por ti. ¿Aún estas mirándome o solo posas tus ojos en mi cuerpo? Aún no lo sé. Jamás me dejaste pertenecerte. Pero, si eso llegara a pasar, bien podría haber accedido a tu mente y alma.
No puedes estar segura.
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Melancolía ©
HorrorRecopilación de cuentos, poemas y textos de La Muerte, ángeles, demonios, caníbales, almas en pena y mucho más, que realizo prácticamente día a día de manera espontánea. ¿Qué hay dentro de la mente de @justpain? Aquí dentro esta la respuesta.