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Hay oscuridad pero logro ver una silueta detrás de mí.

Una sombra que me persigue y me asecha por aquellas calles lodosas, pavimentadas con la sangre y el sudor de mi gente.

Corro y, como una niña pequeña, que nace en mitad de una noche de tormenta, me aferro a mis ganas de vivir.

Escucho gritos.

Plegarias.

Es la voz de Agnes.

Me llama.

Implora que vaya a salvarla.

Veo almas atormentadas que pasan junto a mí, llevando rocas.

No me ven

Le sacaron los ojos.

Son muertos vivientes, cuerpos andantes que ya no sienten.

Sigo la voz de Agnes, huyendo de aquel demonio que me persigue, pero los pies se me pegan al pavimento.

El lodo se ha convertido en arena movediza, que empieza a succionarme.

Entonces, suelto un grito que me desgarra.

Estoy atrapada.

Condenada.

Siento que algo me atraviesa el cráneo.

Duele mucho.

Percibo una presencia muy cerca de mí, que me paraliza, alguien que ríe muy bajo en tonos demoniacos y espectrales.

Tiene la mano levantada y apunta a mi frente.

Me ha disparado.

—Aquí nadie entra sin mi autorización —espeta.

Cierro los ojos y agarro el último sorbo de aire que me queda.

Estoy cayendo.

No sé dónde.

Supongo que me ha tragado el infierno.

Grito y abro los ojos.

—Eh, tranquila —dice alguien.

Entonces, soy consciente de que solo fue una pesadilla.

Me despierto con un terrible dolor de cabeza y lo primero que veo es a Micaela, Agatha y Marianne mirándome.

—¿Qué pasó? —pregunto.

—Lo que suponía que iba a pasar —responde Marianne—. Que te descubrieron.

Me duele la cabeza y recuerdo lo que pasó; Sofía, el golpe que el comandante me dio con el arma y la oscuridad.

—¿Al menos la inyectaste? —pregunta Agatha.

—Sí, lo hice.

—Lo hiciste, sí, pero mira cómo te dejaron —musita Marianne.

—No importa —murmura.

—¿Te preguntaron algo? —inquiere Micaela.

Niego con la cabeza y añado:

—¿Y tú cómo estás?

—Bien. Logré venir sin que nadie me viera.

Me llevo la mano a la cabeza; duele mucho y hay sangre pegada sobre mi frente.

—¿Quién me trajo? —la interrogo.

—El comandante —responde. Siento un escalofrío, y ella suspira—: Cosita deliciosa, Karl Schulze.

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⏰ Última actualización: Jul 17, 2021 ⏰

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