Capitulo 18

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Cuando llegué, me apoderé de una de las bancas de metal negro que adornaban los caminos del parque y me senté a observar cómo el cielo oscurecía totalmente.
No pude evitar pensar en Joe, lo amaba, ni siquiera sabía cómo y con tanta rapidez. Me era absurdo, ilógico. Era casi ridículo cómo quería escapar de esos sentimientos que no debían de estar en mi corazón. Ridículo, sí. Porque en realidad estar a su lado era lo único que en este momento quería hacer.
Apreté el sobre en mis manos, haciéndolo crujir. El viento me movió los cabellos y me despejó un poco la mente, haciéndome pensar en algo que hasta el momento le faltaba atención de mi parte.
Algún día tendría que irme.
¿Y qué pasaría? ¿Qué me llevaría? La agobiante presión en el pecho apareció apretujando mi corazón y sacudiéndolo de forma violenta. El solo hecho de pensar en eso, me dolía. Me iría y tendría que dejar aquí mi corazón, pero sabía que era la mejor opción que podía hacer. Me burlé de mi misma, yo no era tan distinta a Sharon, huir también era mi opción fácil.
Pero al pensar en Sharon, el corazón se me encogió aun más, adolorido. La historia podría repetirse de nuevo y ella ¿a dónde huiría esta vez? Su antiguo novio, Jairo, la había lastimado tanto con aquella actitud que había tomado. La había cambiado de un día a otro y el frágil corazón de Sharon no pudo resistir aquello, la dejó destruida por que ella lo amaba; al punto de que decidió mejor mudarse de país, de continente.
Ahora, yo no quería ser la bruja malvada que le arrebataría de nuevo algo que ella ama, preferiría morir atropellada por un autobús, eso sería más digno.
Suspiré y me llevé las manos a la cabeza, dejando el sobre amarillo sobre mis piernas. Cerré los ojos por un minuto, anhelando que el viento susurrara la respuesta a mi oído de mi gran dilema.
Por allí oí decir que el amor ensuciaba, yo parecía estar manchada de todos lados. Pero huir era mi mejor opción hasta el momento, sólo que no sabía cuándo.


• • •


Mi plan había funcionado.
Sharon había llegado a las siete treinta jueves y viernes, gracias a Kevin; por lo tanto, los minutos se me reducían a la mitad para estar con Joe. Algo que aunque no me gustaba mucho hacía menos difícil la resistencia. Sin embargo no dejaba de ser dura.
Miré la hora cuando el timbre sonó, sólo dos minutos tarde había llegado Ferni. Apagué el televisor y me encaminé hasta la puerta.
-Lindo departamento-musitó paseando su mirada por todo alrededor-. Aunque el edificio es... un poco melancólico.
Sonreí.
-Gracias por venir-le dije.
-Para mi es un honor que me hayas invitado a tu casa... bueno, departamento-rió.
-Gracias, eres la única con la que puedo hablar de esto-fui hasta mi habitación e hice que me siguiera.
-Sabes que siempre podrás contar conmigo, ______-me sonrió, demostrándome confianza.
-Soy un caso perdido-me puse en cuclillas y rebusqué entre los cajones de mi buró, del inferior saqué mi gran tesoro. Un sobre amarillo en tamaño carta y de un grosor considerable que aventé luego sobre la cama, haciéndolo rebotar sólo un par de veces.
Le hice una seña a Ferni para que abriera aquel sobre y al instante que comprendió, se acercó y lo tomó entre sus manos.
-Vaya, sí que pesa-bromeó, alzando las delicadas cejas.
Deshizo el pequeño hilo rojo y abrió el sobre. Sacó el montón de fotografías que estuvieron apunto de caérsele.
-¡Wow!-dijo, sorprendida cuando notó cuántas fotos eran y sobre todo, de quién eran-. Este tipo podría trabajar de modelo-musitó y aunque aquello era para hacerme reír, no pude hacerlo-. Esto es como un libro-hizo referencia al grosor-, o como una exposición de algún museo.
-O un manual de lo prohibido-musité.
-Eso suena interesante-rió.
El timbre apagó la risa de las dos, eran las seis con quince minutos apenas, ¿quién sería? Ambas nos miramos extrañadas.
-¿Esperas a alguien?-me preguntó Ferni.
-No que yo sepa-negué con la cabeza y luego salí de mi habitación para abrir la puerta.
Ferni fue detrás de mí y cuando abrí la armazón de madera me llevé una gran sorpresa al ver a Joe allí. Los ojos casi se me salían de las órbitas.
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-¿Joseph?-articulé, claramente sorprendida.
-Ay, yo pensé que ya habíamos dejado las formalidades-bromeó y luego miró por encima de mi hombro a Ferni, quien lo miraba embobada.
Se pasó sin que le dijera que lo hiciera y le sonrió a Ferni.
-Hola-le dijo-. Soy Joe-le extendió la mano.
-El novio de Sharon-dije, cerrando la puerta de mala gana. ¿Por qué nunca dejaba bien claro quién era?
-Hola-musitó Ferni, tendiéndole la mano también-, Fernanda.
-No, yo soy Joe-dijo éste.
Ferni rió.
-No, no, digo que yo soy Fernanda, pero dime Ferni.
-¡Oh! ¡Ferni, claro! He oído hablar tanto de ti-dijo-. Me da mucho gusto conocerte al fin.
Me aclaré la garganta, haciéndome notar.
-Ferni, amm... el manual en mi habitación, amm... podrías guardarlo, ¿por favor?-farfullé, recordando que habíamos dejado las fotografías al descubierto y regadas en la cama.
-Claro-captó rápidamente el hilo de mis palabras y salió disparada a mi habitación.
Miré a Joe, aunque no quería admitir que estaba encantada de que estuviera allí traté de permanecer seria.
-¿No es muy temprano para que vengas?-traté de sonar lo más normal posible, pero el pánico no se podía ocultar muy bien detrás de mi voz.
-Sí, pero ya que mañana será la fiesta del señor Vittore, quiero saber qué vamos a hacer mañana o a qué hora nos iremos-su mirada gacha bailó fugaz.
-Pero...
-¡Listo!-Ferni me interrumpió, saliendo de mi habitación con su sonrisa brillante en el bello rostro.
En ese momento agradecí al cielo de que ella se encontrara allí; así al menos no me vería tan obvia, no sería tan torpe al hablar con él. Y mi razón mantendría calmado a mi corazón.
Ferni y Joe conectaron enseguida, ambos eran muy sociables y la plática entre ellos fluyó de manera rápida, aquello me alegró.
Cuando Sharon llegó junto con Kevin sonreí de manera significativa, aunque me doliera en lo más profundo de mi alma ver juntos a Joe y a Sharon sabía que aquello me servía para ponerle un freno a mis absurdos sentimientos.
Luego de que Kevin y Ferni se fueran, me encerré en mi habitación como de costumbre, pero no pasó mucho tiempo cuando oí que llamaban a mi puerta, el murmullo de voces había desparecido del exterior y sólo los golpeteos en la puerta, algo apagados, se oían en aquel silencio sepulcral.
Salté de la cama y abrí la puerta, la cara de Sharon no era la misma, estaba bastante triste, podía notarlo.
-Shar, ¿qué pasa?-pregunté, preocupada.
-Necesito hablar contigo-me dijo y se sentó en mi cama.
No sólo su rostro estaba triste, su voz parecía haber dejado la alegría también.
-¿Sobre qué?-inquirí, ahora nerviosa, ¿sospecharía acaso que yo estaba enamorada de su novio?
Me quedé de pie, mordiéndome el labio inferior y esperé a que hablara.
-Es Joe-musitó.
El corazón se me paró por un segundo.
-¿Qué... qué pasa... con Joe?-farfullé, torpe.
-Ya no es el mismo de antes-bajó su cabeza y las hebras de cabello se amoldaron a la posición, cayendo finas en dirección al suelo.
-¿Qué quieres decir?-me senté a su lado.
-Casi no está conmigo, ya no me llama todos los días y cuando vengo del trabajo, se va rápidamente. Lo notó distraído cada vez que hablamos, como si su mente estuviera en otro lugar-confesó.
Abrí los ojos de par en par, aquello sí que no lo esperaba. Es decir, desde que conocí a Joe como la pareja de Sharon, se veía claro que la quería muchísimo, estaba siempre al pendiente de ella y yo era a veces testigo de sus demostraciones de amor. Pero junto al desconcierto, la culpa comenzó a aflorar.
-Hablé con Kevin sobre esto-continuó, ahora mirándome, sus grandes y oscuros ojos no tenían mucha luz.
-¿Con Kevin?-casi no podía creerlo.
-Sí, es su hermano, digo, ¿quién podría conocerlo mejor? Pero sólo me dijo que Joe es así de raro, que me quería y que dejara de preocuparme.
-Eso es cierto, Shar. Mira, Joe y tú son la pareja perfecta-dije, aunque me costara aceptarlo-, Joe te quiere, créeme. Eso se nota-pasé mi brazo por su hombro.
-No tanto-resopló.
¿Qué podía decirle? Yo me sentía culpable, no es que tuviera el ego muy grande ni nada de eso, pero sabía a lo mejor el por qué del comportamiento de Joe.
-Mira, tranquila, ¿sí?-la animé- Mañana iremos a la fiesta esa de tu jefe, relájate, trata de no pensar en eso. Verás que tarde o temprano, Joe volverá a ser el mismo-dije, mientras en mi cabeza ya pensaba en la fecha en la que partiría.

Manual de lo prohibido (Joe Jonas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora