Capitulo 23

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Ya no podía más, no lo soportaba. Sentía que me derrumbaría allí mismo tras la mirada de dolor de ambos, de dos personas que amaba bastante.
-Sí -obligué a mi garganta a abrirse de nuevo, sólo para contestarle a Joe.
-¿Por qué? -inquirió, desconcertado y cínico.
Gemí, incrédula, ¿él me preguntaba por qué? Moví la cabeza negativamente, lo odiaba.
-Mi vuelo sale a las once. Perdóname, Sharon -tomé mi bolso y salí corriendo de allí, simplemente ya no podía soportarlo.
Corrí escaleras abajo y salí al exterior, no tenía dinero y la gente me regalaba miradas raras por que mi rostro estaba bañado en lágrimas. Había una persona que aun no había visto, una persona que debía enterarse de que me iba y las razones de por qué me iba. Faltaba despedirme de mi mejor amigo, Kevin.
Lo llamé y le pedí que me recogiera, ya que yo no sabía dónde vivía y a los pocos minutos apareció en el parque en el que yo estaba sentada.
Me llevó hasta su casa, por que le pedí que lo hiciera, no quería hablar en plena calle sabiendo que me soltaría a llorar más de lo que ya lo hacía.
Ni siquiera me molesté en apreciar la casa o lo que había en ella, todo lo que hice fue seguir a Kevin hasta su cuarto, luego de saludar a su madre.
-Ahora dime, ¿qué pasa? -me hizo sentar en su cama y él se sentó en la silla de un escritorio que tenía a lado.
-¡Soy una completa estúpida, Kevin! -farfullé.
-¿Por qué?
-Por que no acaté las reglas, porque le rompí el corazón a mi mejor amiga y porque como una completa cobarde, regreso a California.
-¿Cómo? Espera, cuéntamelo por partes, no te entiendo -gesticuló con las manos, haciendo señal de que parara.
Suspiré, tratando de limpiarme las lágrimas que no se cansaban de salir.
-Regreso a mi país -no sabía por qué siempre empezaba diciendo eso.
-¿Por qué?
-Esa... esa es la parte difícil -dije, entre sollozos. Unos ruidos se escucharon afuera de su habitación-. ¿No deberíamos cerrar la puerta? -dije, temiendo que alguien pudiera oírnos.
-Mi madre no se mete en lo que no le incumbe, no te preocupes -me tranquilizó-. Dime, por qué te vas.
-Porque soy mala, Kev -sollocé más fuerte-. Si supieras, cuánto me duele... en serio.
-Pero dime ¿por qué? -su tono de voz no sólo era preocupado sino también desesperado.
-Porque... no te hice caso, Kevin. Después de que hablamos por teléfono el otro día yo... me sentí tan mal que cometí una estu'pidez.
-¿Qué hiciste? -sus ojos verdes se mostraron cautelosos y seguían preocupados.
-Me embriagué y besé a Joe.
-¡¿BESASTE A MI NOVIO?! -Sharon apareció de pronto por la puerta, con los ojos abiertos de incredulidad y la cara desencajada de dolor.
-¡Sharon! -Me levanté, desconcertada- Yo no... -intenté explicar.
-¿Tú no qué? Te acabo de escuchar, ______ -las lágrimas salían de sus ojos como si fueran caballos de carrera, destrampados por ganar-. Oí cuando se lo dijiste a Kevin, ¡eres una traidora! -gritó y al instante, sentí el sonoro golpe de la palma de su mano contra mi mejilla, produciendo un ardor instantáneo y el seguro enrojecimiento de mi piel.
Tan duro fue el golpe que, la cara se me desvió hacía un lado y Kevin tuve que retener a Sharon.
-¡Shar, tranquila! -le ordenó, asustado.
-¿Cómo quieres que esté tranquila? Si mi supuesta mejor amiga me traicionó, claro, ahora entiendo todo -no dejaba de llorar y el coraje era leíble en su rostro.
Los nudos se habían quedado atascados en mi garganta, y el corazón, hecho pedazos en mi pecho, latía angustiado. Mis lágrimas eran de amargura, deseaba fervientemente que todo esto fuera una pesadilla.
-¿Cómo no me di cuenta antes? ¡¿Y tú no pensabas decírmelo?! -me empujó y Kevin volvió a sujetarla.
-Sharon...
-¡Te abrí la puerta de mi casa! ¿Y me pagas robándote a mi novio? -seguía farfullando llena de furia e hizo caso omiso a la voz de Kevin- ¡Qué estúpida! No puedo creer que tú... -se quedó a la mitad de la frase, le dolía bastante. La conocía y sabía que estaba hecha pedazos, cosa que sólo sirvió para hundirme más en la miseria. Seguía sin poder hablar, sólo lloraba y miraba a Sharon-. Hace algunos minutos estaba llorando por que te ibas -farfulló-, ahora entiendo la razón, qué cobarde -siseó-. Pero ¿sabes? Me da gusto que te largues, hipócrita -me dio una última mirada despectiva, dolida, y se dio media vuelta para salir de la habitación.
Me quedé inmóvil, dejando que mis lágrimas se suicidaran sin piedad; respirar me era difícil y sentía que me faltaba el aire.
Kevin me miró, decepcionado.
-Ve -alcancé a susurrar, con el hilo de voz que salió de mi garganta-. No la dejes sola.
Se me quedó mirando, era una mirada extraña, estaba entre la frustración y la angustia. Pero enseguida salió detrás de Sharon. Entonces me quedé sola.

Manual de lo prohibido (Joe Jonas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora