✨The end✨

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Pasaron tres días antes de que le permitieran ver a su mejor amiga nuevamente. La habían mantenido en vigilancia, y finalmente le habían dado de alta, después de todo ella poseía una capacidad superior, a la de los humanos normales, a la hora de sanar, gracias al suero que le habían administrado durante sus días en la Red Room. Ella estaría bien. Ella se veía bien, allí sentada a su lado en la cama.

Por su parte Barton se encontraba exhausto por las heridas recibidas y el gran susto que se llevo al creer que había asesinado a la mujer de la que se había enamorado. A su vez estaba bastante alterado y ansioso, ahora que finalmente se encontraba con Romanoff a su lado.

¿Qué harían ambos ahora? ¿Fingir que nada "romántico" había pasado entre ellos? ¿Fingir que Pacheco no se había aprovechado de Barton mientras la espía rusa moría de celos al respecto? ¿Fingir que, más adelante, no se habían prácticamente besado y Natasha escrito su nombre en el pecho contrario, como si le perteneciera? ¿Iban a seguir fingiendo que no se encontraban perdidamente enamorados del otro?

—Siempre me han dado miedo los cuchillos... —comenzó repentinamente, después de casi media hora de un cómodo pero extraño silencio de parte de ambos. 

La pelirroja, quien se encontraba con la cabeza recargada en su hombro, elevó su rostro lo suficiente como para poder verlo mejor e incomodarlo con su cercanía. Ella no preguntó, no insistió en que no era necesario explicarse, en el fondo sabía que Clint confiaba en ella y buscaba quitarse un peso necesario de encima. 

—Principalmente los enormes, dignos de un carnicero. Mi padre era uno. Él sufría de problemas de ira, era alcohólico y solía perder el control de sus... facultades. Me golpeaba en ocasiones, unas más violentas que otras. En una oportunidad me golpeó tan fuerte en la cabeza que perdí la audición temporalmente. Por eso siempre he sido tan quisquilloso en lo que respecta a mis oídos. Yo... 

Se quebró durante unos segundos, le costaba respirar con normalidad, plenamente, y le dolía ligeramente el pecho al inhalar con profundidad. Natasha tomó su mano para darle un ligero apretón, en señal de apoyo, y se separó lo suficiente de él como para poder cuidar que no se alterara demasiado. 

—Cuando recuperé mi audición, meses después, creí que ya nada podría lastimarme tanto. Pero, una vez de adulto, volví a sufrir la misma mierda: me metí con quién no debía y acabaron apuñalándome en ambos oídos. En esta ocasión no fue temporal, quedé completamente sordo y pase meses difíciles, deprimido, hasta finalmente recuperar un mínimo 20%. Y en ambas ocasiones he sangrado, podía sentir la sangre brotar de dentro de mis orejas y... me asusté. Al igual que me asusté allí dentro con Pacheco, sufro de estrés postraumático y la contraria mordiéndome, al igual que el cuchillo con el que se dispuso a apuñalarme, fueron los detonantes. Malos recuerdos, principalmente de mi niñez. Intento trabajar en ello... 

Concluyó, ya sin sentirse capaz de seguir. A medida que contaba su historia su frecuencia cardiaca iba incrementando, una taquicardia que atribuyó al malestar que provocaba el recuerdo en si y la falta de descanso. Romanoff, por su parte, llevó una de sus manos al pecho ajeno para trazar pequeños círculos sobre este, a la altura de su corazón, buscando tranquilizarlo sin mucho éxito. 

Algo incomoda y preocupada por la falta de resultados se dispuso a distraerlo y hablar, en lo que sentía palpitaciones bajo su mano.

—Yo no soy capaz de dormir si no es esposada a la cama.

Soltó repentinamente, bajo la mirada perpleja de su compañero. Este abrió la boca, dispuesto a replicar al respecto, decirle que no era necesario que también le contará parte de su pasado, no le debía nada. Pero la rusa quería hacerlo, demostrarle que confiaba en él tanto como él en ella.

⚓From death to love⚓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora