Capitulo Once

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Me encerré en el baño tan pronto como pude. No podía decir que me sentía utilizada porque no era así, todo sucedió bajo mi consentimiento y desde el principio yo ya sabía que Alan no quería nada serio.

Pero sentía que me ocultaba algo, sentía esa familiaridad al tenerlo cerca.
Y no me rendiré hasta descubrir que es.

Al terminar una ducha rápida me coloqué la misma ropa que tenía puesta anoche, no tenía otra opción.

Cuando salí de la habitación bajé las escaleras dispuesta a marcharme cuando me encontré a un Alan en la cocina preparando huevos revueltos. Me quedé observando como se movía con agilidad, como los músculos de su espalda se tensaban al estirar su brazo para agarrar la sal o cualquier cosa que necesitara.

Al parecer notó mi presencia y me miró de reojo con una sonrisa ladeada. Ese gesto... era típico de él pero también me parecía haberlo visto antes, solo que no puedo recordarlo.

-Te quedas a desayunar?- preguntó sirviendo los huevos revueltos en un elegante plato.

-No... De hecho ya me iba- respondí sin más.

-Anda, quédate a desayunar- me miró con esa mirada intensa que tenía solo él y por un momento sentía que me miraba como si tuviese un montón de cosas más que decir- Por favor...?- y como negarme.

-Bien, supongo que puedo aceptar el desayuno- Intenté darle una sonrisa ladeada que salió más como una mueca.

Nos sentamos en la mesa y empezamos a comer, en cierto punto era incómodo hasta que Alan rompió el silencio y empezó a decir cosas sin sentido. Con el era fácil mantener la conversación, como si tuviese siempre un dato para cualquier momento.

-Gracias por el desayuno Alan, lo disfruté mucho- dije con toda sinceridad.

-No hay de que Alex, vuelve cuando quieras. Nos vemos en clase- Nos despedimos con un abrazo y empecé mi marcha a casa.

Iba prácticamente rezando a La Virgen De Los Abdominales (Porque obviamente como toda lectora me leí ATDMV) el punto es que no me quería encontrar allí a mi Padre.

Al llegar, la buena suerte me jugó en contra. Mi Padre estaba justo en frente de la puerta, leyendo una revista que estaba sobre la encimera.

-Pero bueno, hasta que por fin encontraste el camino a casa Alexandra- dijo en un tono serio que era muy inusual en mi Padre.

-Pa...- no me dejó terminar ya que me interrumpió.

-No tienes que decir nada, se que eres adolescente pero me preocupa que termines igual a tu Madre. Muerta por culpa de un hombre que no era buena compañía para ella.- dijo prácticamente escupiendo las palabras.

Intenté no soltar lágrimas porque el tema de mi Madre aún era difícil para mí.

-No fue su culpa.- digo en tu tono tan bajo que dudo escuchara yo misma.

-Repite eso- dijo secamente.

-No fue su culpa!- Y si, esta vez lo grité. Lo dije lo más alto posible porque estaba harta de tener un nudo en la garganta que me prohibiese articular esas palabras.

El no responde pero me mira fijamente.

-Todo fue TU culpa! Tu le presentaste a ese hombre! Tu la obligaste a hacer cosas con el, a las que ella se negaba constantemente! Por tu culpa y la de tu amiguito millonario está muerta!- solté sin pensarlo. Porque no era nada más y nada menos... Que la cruda verdad.

Fuimos un Atardecer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora