Capitulo Trece

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Alan

Flashback...

-Papá, NO!- grité lo más alto que pude pero ya era muy tarde. Lo había hecho, era un monstruo.

En ese momento solo podía pensar en la hija de esa mujer, mi mejor amiga, la chica que amaba y que juré proteger en todo momento. Pero le fallé.
Mi Padre acababa de impactar contra el auto de Laura, por celos. Celos de la mujer que fue suya y que huyó por sus maltratos. Celos porque ahora ella era feliz, estaba construyendo una familia. La había construido.

Yo solo miraba a mi alrededor, incapaz de articular una sola palabra. Escuché sirenas policiales. Todo se nubló.

Me desperté en el hospital con una mano apretando la mía, con una voz jurando nunca soltarme.

-Kerem... Soy yo, May.- la escuché sollozar, odiaba esto pero no podía abrir los ojos.

-Por favor K, abre los ojos... te necesito más que nunca- dijo con su cabeza sobre mi pecho.

Y luché, lo intenté, por ella.

Pero cuando pude reaccionar, ya era muy tarde. Se había marchado para siempre.

Fin del flashback.

-Tierra llamando a Alan- y sentí su mano sobre la mía, entonces reaccioné.

-Perdón princesa, decías?- dije admirando a la Chica que creí nunca volver a ver. De la que estuve y aún estoy enamorado, mi primer amor.

-Me trajiste aquí para contarme algo, que era?- dijo sonriendo, no entendía porqué pero ojalá y nunca dejara de hacerlo.

-Alex... Que pasó con tu Madre?- pregunté intentando empezar el tema, no sabía cómo le confesaría quien soy en realidad pero lo haría hoy. Estaba decidido.

Tomó aire y me miró.

-Falleció hace 10 años, por lo que me ha dicho mi Padre tuvo un accidente que la dejó en estado crítico por unos días, en cambio cuando despertó... se suicidó. Y solo dejó una carta que nunca me atreví a leer, por miedo a revivir todos los recuerdos que creí tener enterrados en lo mas profundo de mi vida.- dijo derramando lágrimas.

Bueno, a lo mejor no estaba tan decidido.

Me acerqué por instinto y la abracé, no soportaba verla llorar. Mucho menos por un pasado en el que yo estaba implicado.

-Tranquila Alex, no te soltaré... estás bien.- dije intentando calmarla.

-Siempre tienes algo que decir para que me sienta mejor?- dijo ahogando una pequeña risa y poco a poco quedándose dormida en mi hombro.

Cuando vi que su respiración estaba totalmente calmada me atreví a decirlo.

-Claro que si, siempre te prestaré mi hombro como escalera para que subas hasta el cielo.

La llevé en brazos hasta mi departamento deseando que nunca se alejara de mí.

Cuando estuvo acostada en mi cama fui a darme una ducha penando si dormir en el sofá sería la mejor opción por si se sentía incómoda.

Para mi sorpresa cuando regresé estaba sentada en el borde de la cama mirándome con seriedad.

-Tenemos que hablar...

Fuimos un Atardecer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora