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No me había dado cuenta de que cuando llegué quedaba un hada por entregar su don a la princesa. Pude ver que la bebé ya había recibido seis dones, uno por cada una de las otras hadas que entregó un regalo a la reina, pero días después me enteré de que una séptima hada fue invitada en mi lugar. ¡Una séptima hada! ¿Puedes creerlo, príncipe? Cuando me fui del palacio, esa séptima hada intentó deshacer mi maldición con su don, el último vestigio de magia que habían traído las hadas del bosque y que sólo ella podía utilizar.

—Con este don, princesa, no morirás, sino que dormirás profundamente hasta que recibas un beso de amor verdadero.

Qué dulce.

El amor es la más poderosa de todas las magias, es verdad, y fue inteligente procurar que fuera a través de él que se rompiera la maldición, pero el hada no era lo suficientemente poderosa para hacer su parte. ¡Ella debería haberlo sabido! Tonta. ¿Qué estaban pensando las otras hadas cuando la dejaron intervenir así?

Por fortuna o por desgracia, eso no tranquilizó al rey y la reina y mandaron a destruir todas las ruecas de la ciudad, asegurándose de fundir con mucho cuidado sus agujas. Eso era todo lo que yo quería. La princesa no podía pincharse el dedo con el huso de una rueca si no había una rueca, y eso incluía a la que me habían robado. La idea de que ellos o cualquiera que los conociera tuviera mi rueca me retorcía las entrañas. No iban a regresármela y yo no iba a humillarme de nuevo buscándola. Tenían que destruirla. Sin embargo, por alguna razón que después de tanto tiempo no comprendo, no se atrevieron, y confiaron en que esconderla en la punta de la torre más alta de su propio castillo sería suficiente.

Ésa fue su perdición. Cuando algo es posible, la magia siempre encuentra su camino y ella misma guio a la princesa de dieciséis años a la torre más alta sin que se diera cuenta.

Ella murió, como dije. Su gracia, su compasión, su inteligencia, su coraje, su belleza... Todo lo que la hacía ella se fue para siempre, como nos pasa a todos tarde o temprano. Pero su cuerpo... Su cuerpo durmió, como dijo el hada que me reemplazó.

No fue una gran tragedia en el castillo durante los primeros dos días. De hecho, la princesa abrió los ojos esa misma noche con un beso en la frente de su madre. Conmovedor, claro, todos lo dijeron, pero eso fue lo peor que pudo haberle pasado a toda la ciudad.

Un cuerpo humano sin mente, sin alma, es algo inferior a un animal. No tiene garras, ni alas, ni colmillos, no escupe veneno, no puede de orientarse instintivamente y no tiene el intelecto que lo hacía destacar entre todas las otras criaturas, incluyendo a las hadas. Lo que estaba en la habitación de la princesa era un simple cascarón andante, sin ningún tipo de coordinación, habilidad o capacidad de sentir dolor.

Todos pensaron que estaba muy enferma por el trauma de la magia. La mantenían en su habitación y la alimentaban únicamente con un poco sopa, pero no estaba enferma, claro, y dos días después de su cumpleaños, estaba muy hambrienta. Cuando la criada que le cepillaba el pelo antes de irse a dormir se inclinó sobre ella para acomodarle la almohada, la princesa le mordió el brazo y le arrancó un buen pedazo.

La criada fue incapaz de gritar por el susto. Se apartó y al correr hacia la puerta se tropezó y cayó el suelo llena de sangre. Antes de que nadie pudiera llegar a ayudarla, la princesa se levantó y... bueno, se la comió viva.

Yo estaba allí, en el alféizar de la ventana, en forma de cuervo. Cuando supe que la princesa había despertado tuve que ir al castillo a averiguar cuál era la trampa, y allí estaba: un cuerpo humano sin consciencia muy hambriento. Ahora que miro atrás sé que debí haber intervenido. Tal vez hechizarla de nuevo, cortarle de cabeza o cerrar la puerta para que no pudiera salir a hacerle lo mismo a otra persona. Algo. Pero no lo hice. No era mi problema ni mi culpa.

Oh, príncipe... Debí haber hecho algo en ese momento. No entiendo por qué, pero la magia comenzó a extenderse. Lo quedó de la pobre criada despertó unas horas después en el mismo estado que la princesa: sin mente, sin alma y con un cuerpo que sólo podía mantenerse en movimiento a través de la magia; ningún humano podría sobrevivir en ese estado (sin un brazo, con los intestinos colgando hacia afuera y sin ya casi sangre en las venas) y salir caminando.

La magia estaba forzando sus cuerpos a no morir, como decretó la séptima hada.

Lo mismo pasó con el viejo guardia que la princesa encontró al final del pasillo, y con la otra criada que fue a buscar a su compañera al día siguiente porque no había regresado a su dormitorio. Fue como una plaga. Días después, todos en el castillo habían muerto definitivamente al tratar de escapar o se habían convertido en uno de esos monstruos, y, como sucede siempre, la plaga consiguió salir del castillo y alcanzar a toda la ciudad.

Fue horrible. Una masacre. Estos monstruos son incapaces de identificar a los frutos de la tierra como alimento y no se atacan entre ellos, como si pudieran reconocerse como parte del mismo grupo. Todo sucedió muy rápido y nadie consiguió escapar, pero unos pocos fueron lo suficientemente inteligentes como para cerrar las puertas de las murallas territoriales desde adentro.

Yo me quedé cerca. La gente común no era la que me había humillado tantas veces y una pequeña parte de la culpa sí era mía, después de todo, ¿no es cierto? Los padres de la princesa ya habían pagado y todas las otras hadas del bosque desaparecieron cuando se enteraron de lo ocurrido. Sólo quedaba yo.

Al perder contacto con la capital, y conociendo la historia de mi maldición, ciudades vecinas comenzaron a enviar jinetes y mensajeros para averiguar lo que estaba pasando. Hice mi trabajo de evitar que abrieran las malditas puertas. No hay nada que puedan hacer, y si uno solo de los monstruos consigue salir, quién sabe hasta dónde se extenderían los estragos. Son extremadamente difíciles de destruir, ¿sabes? Son inmunes a mi magia y no sienten dolor. Lo único que he visto que funciona es prenderles fuego hasta hacerlos cenizas o aplastarlos completamente con algo inmensamente pesado, aunque nunca he levantado después ese algo para ver lo queda debajo.

Debería ser fácil para el dragón, pero me canso. La ciudad es inmensa y convertirlos en cenizas implica estar escupiendo fuego sin pausa por al menos una hora. Quizá algún día pueda deshacerme de todos, pero no será pronto. Sólo queda esperar que mueran de hambre antes de que eso suceda, pero ni siquiera estoy segura de si eso pudiera suceder.

Y sí es como tú y yo terminamos aquí, príncipe. Supongo que hubo muchas oportunidades para evitar todo esto. Si tan sólo su madre no la hubiera amado tanto como para despertarla. Si tan sólo la séptima hada no hubiera intentado manipular magia más allá de sus habilidades. Si tan sólo yo no hubiera lanzado la maldición.

Si tan sólo sus padres la hubieran amado lo suficiente como para deshacerse de mi rueca.

La rueca y la Bella DurmienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora