7• Palabras deseadas

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Elizabeth

—Menudo idiota —suelto entre dientes.

Trato de alejarme de él lo más rápido posible. Creo que me estoy quedando sin ¨imbéciles¨ para insultar. Nos hizo caminar casi una hora sin encontrar el camino a casa, a pesar de que él lo conocía, simplemente para obligarme a tener que pedirle ayuda. Por dios que orgulloso. Es realmente insoportable.

Una vez dentro de la vivienda encontramos a mi padre y a Natalie en la cocina. Jason estaba jugando con su amigo peludo.

—Chicos ya casi está la cena — anuncia Nat —Os habéis demorado bastante.

—Sí, le he demostrado a Liz los alrededores para que no se perdiera —habla mi querido hermanastro con su famoso tono sarcástico.

—No iba a perderme así que no hacía falta —sé que es mentira lo que acabo de decir pero no soporto tener que dejarlo con el gusto de ofenderme, aunque yo sea la única que sabe que es una ofensa.

—Eso no fue lo que a mí me pareció —sonríe —Acabo de comprobar que eres incapaz de hacer algo sola.

—Peter por favor —le regaña su madre, pero el chico lo único que hace es seguir riéndose.

¿Es que acaso no le duele la mandíbula?

¡Por dios!

Sonríe de tal manera que se parece al chico de los anuncion de pasta dental.

Dejo la habitación y subo las escaleras en dirección a mi cuarto. Me meto al baño y procedo a darme una ducha para refrescarme.

El primer día de escuela en mi nueva ciudad con mi nueva familia no ha sido tan mal, si no fuera por una personita me atrevería a decir que ha sido perfecto. Al parecer he hecho una amiga, los profesores no son tan malos y cumplí parte de mi sueño, cantar frente a un público, aunque casi sufro de un paro cardíaco pero fue increíble. Tal vez mi vida aquí pueda dar sus frutos.

No he hablado con mi madre desde que salí por la puerta del apartamento en Manhattan. No sé cómo ella haya pasado el día de hoy. Tal vez la llame después de cenar.

Salgo de la ducha con un dolor en el alma por no poder quedarme horas bajo el agua. Me visto y bajo hacia la cocina.

La familia Evans espera sentada en la mesa, mi padre hace de camarero y trae la comida. Cenamos sin problemas, me veo obligada a escuchar los comentarios de Peter pero sobrevivo.

—Oye Henry ¿no sabía que Elizabeth supiera cantar?— pregunta Peter.

—Yo no sabía nada —responde este intrigado mirándome.

Claro que no va a saber. Nuestras conversaciones se han limitado a las frases: Hola; Que tal la escuela; y Como has crecido. Nunca ha estado pendiente de lo que me gusta, de mis sueños. Yo jamás fui la reina de papá ni nada de eso, daría lo que fuese por escuchar un ¨estoy orgulloso de ti hija¨ o al menos un ¨te amo, no estás sola¨. Pero esas palabras nunca han salido de su boca. Así que ya no me sorprende siquiera que no sepa cuantos años tengo.

—¿Por qué no me habías dicho? —me pregunta.

Últimamente todos dicen eso.

Joder que esperan, que salga de la habitación y empieza ¨Hola, buenos días, sé cantar y muy bien¨. ¡No! Si están interesados en conocerme que pregunten.

—Nunca habías preguntado —le respondo con seriedad sin ni siquiera mirarlo a los ojos, sigo devorando mi comida como si nada.

Él se queda en silencio.

Sentimientos del PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora